martes, 23 de febrero de 2016

El mejor, con los mejores

Barcelona es el mejor equipo del mundo. Hay quienes lo colocan en lo más alto de la historia del fútbol. Para otros ese lugar le corresponde a la versión de Pep Guardiola. Se anotan en la compulsa el Real Madrid de Di Stéfano, el Santos de Pelé, el Ajax de Cruyff o el Milan de Arrigo Sachi y los holandeses. Los debates a la hora de comparar conjuntos de distintas épocas no tienen comienzo ni final. Pero que el equipo de Luis Enrique es, hoy y desde hace rato, el mejor del globo se presenta como una verdad absoluta.

Lo mejor se construye con los mejores, y Barcelona tiene a futbolísticas únicos, insuperables cada uno en su rol. El funcionamiento colectivo es la matriz de sostén, pero lo que diferencia al equipo catalán del resto son sus individualidades. Sistema y nombres se retroalimentan el un círculo virtuoso.

Tiene al mejor centrodelantero del mundo, Luis Suárez. Goleador voraz, cada uno de los ochenta millones de euros que el club catalán pagó por el uruguayo configura una fabulosa inversión. Implacable frente al arco rival a partir de un repertorio pleno de recursos, es también un jugador de maniobra, que teje con suma prolijidad en el aceitadísimo juego de pases blaugrana. En cada contragolpe o ataque vertical elige la posición correcta para recepcionar la pelota o toma la mejor decisión si la lleva.

Tiene al mejor español del mundo, Andrés Iniesta. El artífice del fútbol cerebral, el hombre que parece tener el campo de juego parcelado en una cuadrícula para hacer correr la pelota como un geómetra. Lector superdotado del juego, nada se escapa a su visión periférica. Sereno ante el apremio y frío en los momentos calientes, su sensible dominio de la pelota aporta claridad en cada intervención.

Tiene al mejor mediocentro del mundo, Sergio Busquets. Conoce cada faceta del juego e interpreta de la mejor manera los distintos momentos de un partido. Sabe cuándo retroceder, cuándo avanzar, de qué manera presionar y cómo distender. Esclusa entre el ataque y al defensa, es dueño de un sector neurálgico y lo maneja con maestría.

Tiene al mejor brasileño del mundo, Neymar. El futbolista formado en Santos es un malabarista sumamente efectivo. Cada uno de sus lujos con la pelota tiene sentido para el juego. El virtuosismo con el que deslumbra está puesto en función de un ataque de conjunto. Indescifrable en la gambeta, a poco de cumplir 24 años su techo lo pondrá él mismo.

Tiene al mejor central del mundo, Piqué. Tiempista de excepción, no hay zaguero que lo supere en el juego de adelanto que exige el Barcelona. Defiende más cerca de la mitad de la cancha que de su área, en un sector muy amplio del terreno que cubre con inteligencia, destreza y decisión. Garantía de prolijidad en el primer pase y fuerte en el juego aéreo, es un bastión en la defensa del mejor ataque.

Y tiene al mejor jugador del mundo, Lionel Messi. El genio supremo, el hacedor de lo imposible. Si la pelota está en su dominio, no hay límites. Goles y más goles, cada uno mejor que el otro. Regates y zigzagueos que nadie puede detener. Messi solo compite contra él mismo; está en otra dimensión. La inigualable década del Barcelona se inició con su llegada al primer equipo y se mantiene hasta hoy. Pura causalidad.
(Foto: EFE/Alejandro García)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com