martes, 27 de diciembre de 2016

La montaña rusa de los técnicos del fútbol argentino

Tan contracultural dentro de nuestro fútbol fue la decisión, que para anunciarla el protagonista convocó a una conferencia. Finalizada la competencia en 2016, Marcelo Gallardo se sentó frente a periodistas, productores, camarógrafos y fotógrafos para desde ese amplificador mediático anunciar que continuaría como técnico de River durante un año más. No se trataba de dar a conocer un acuerdo de renovación del vínculo con el club, sino simplemente de ratificar el cumplimiento del contrato vigente, que firmado en agosto del año pasado se extiende hasta diciembre de 2017.

La relación entre Gallardo y River lleva 30 meses y reluce por ir a contramano de los hábitos que imperan en el fútbol argentino, en el cual un año es una eternidad. De los 30 equipos de la máxima categoría, apenas cinco comenzarán 2017 con el mismo técnico que tenían 12 meses antes: River (Gallardo), Lanús (Jorge Almirón), Estudiantes (Nelson Vivas), Patronato (Rubén Darío Forestelo) y Talleres (Frank Kudelka). Quilmes podría haber sido el sexto de no haber dado un paso de tragicomedia, cuando a mediados de junio echó a Alfredo Grelak y a comienzos de agosto, tras cambiar de autoridades por un acto eleccionario, lo recontrató. En el interregno, Ariel Broggi dirigió al Cervecero un partido, ante Unión Aconquija por la Copa Argentina.

La conducción de los planteles no suele estar sujeta a nada más que los cambios permanentes, sin más hilo conductor que el de la improbable búsqueda de los efectos inmediatos. Hace tiempo que esa costumbre se instaló también en el seleccionado nacional, donde ya no existen los procesos mundialistas cuatrianuales y parece haberse exacerbado la idea de que a un entrenador siga otro de características completamente distintas. Alguna vez, Guillermo Stábile, goleador del primer Mundial de la historia, fue el técnico de Argentina durante 18 años.

Si caen los técnicos que no consiguen buenos resultados, desplazados sin dilación por las comisiones directivas, también parten los que sí acumulan una buena sumatoria y hasta títulos, porque poco tardan en considerar su ciclo cumplido. Son prontamente jaqueados los DTs sin vinculación pasada con la institución que dirigen, pero también la capa protectora de los que fueron ídolos como jugadores poco tarda en desvanecerse.

Carlos Timoteo Griguol estuvo al frente de Ferro entre 1980 y 1993 en dos etapas separadas por un paréntesis en la temporada 87-88 para dirigir a River; y luego condujo a Gimnasia entre 1994 y 1999. Ese modelo que parece hoy imposible tuvo lugar en Córdoba, cuando Ricardo Zielinski fue el entrenador de Belgrano durante cinco años y medio en los que comandó un crecimiento que fue desde los últimos puestos del Nacional B hasta el ascenso frente a River, el protagonismo en primera División y la participación en torneos internacionales. A mediados de este año el Ruso se fue del Pirata para hacerse cargo de Racing, pero la experiencia en Avellaneda duró menos de 15 partidos.

Dirigentes, futbolistas, hinchas y ni siquiera los propios entrenadores creen, mayoritariamente, en la continuidad de los proyectos. El hábito instalado es mudar rápidamente de entrenador. Esa se transformó en la primera regla del sistema, que con el paso del tiempo dejó de estar cuestionada para ser cada vez más aceptada. Una montaña rusa sin ninguna barrera de seguridad, pero de la cual, de todas maneras, nadie se quiere bajar y todos quieren subir.
(Foto: Ole.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 29 de noviembre de 2016

Chapecoense, del sueño de campeón a la peor tragedia

El milagro de los seis sobrevivientes no compensa el luto por los 71 muertos. Las imágenes de alegría del plantel del Chapecoense registradas dentro del avión tuvieron como trágico correlato las del fuselaje destrozado en las montañas de Medellín. El plantel del modesto club brasileño pereció al estrellarse el vuelo chárter de la empresa Lamia que lo trasladaba a Colombia para disputar la final de la Copa Sudamericana ante Atlético Nacional.

Sin haberse realizado todavía los peritajes correspondientes, expertos en aviación alertaron que el motivo del accidente seguramente haya sido el que parecería más inverosímil: falta de combustible. Restaban cerca de 60 kilómetros (menos de 5 minutos de vuelo) para el aterrizaje cuando la nave se apagó por completo. La autonomía del Avro Regional Jet 85 matrícula CP2933 apenas alcazaba para cubrir el trayecto entre Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, (donde había hecho la escala técnica desde San Pablo, Brasil) y la región colombiana de Antioquia.

Chapecoense es un club que se fundó hace menos de 45 años y en los últimos seis había logrado llegar desde la cuarta división del fútbol brasileño hasta la final de un torneo continental, en el cual había eliminado a Independiente y San Lorenzo. Ante lo sucedido, los dirigentes y jugadores de Atlético Nacional, quien sería su rival en las finales, pidieron públicamente que la Conmebol declare al Verdão do Oeste campeón de la edición 2017 de la Copa Sudamericana.

Futbolistas, cuerpo técnico y directivos del equipo murieron por el impacto de la caída, lo mismo que los periodistas, allegados y la tripulación que completaba. La amplificación que genera el deporte, el fútbol en particular, y la magnitud de la tragedia replicaron las muestras de dolor, afecto y condolencias por todo el mundo. El sueño de un equipo y decenas de historias particulares quedaron truncas en un instante fatal. 
(Foto: Goal.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com 

martes, 18 de octubre de 2016

Selecciones de bajo costo

Cuando la Selección del mejor futbolista del planeta y varias de las figuras de los equipos más poderosos del mundo salió a buscar un entrenador, lo hizo revisando los bolsillos. Desde la AFA, intervenida bajo la pátina de la Comisión Normalizadora encabezada por Armando Pérez, se había advertido rápidamente que los técnicos argentinos más encumbrados estaban fueran de las posibilidades por falta de dinero. La misma lógica se aplicó para los abandonados seleccionados juveniles, para los cuales se convocó a la presentación de proyectos y luego se les preguntó a los candidatos el presupuesto que requerían para su cuerpo técnico.

Así, por una puerta entreabierta ingresó Edgardo Bauza y por la ventana entró Úbeda, que fue nombrado al frente del Sub 20 pese a que no había presentado ningún proyecto (la AFA había recibido 44) ni contaba con experiencia en la categoría. Mientras que la mayor necesita clasificarse al Mundial de Rusia (la única vez que Argentina quedó margina por una Eliminatoria fue en México 1970), los equipos juveniles deberán reinventarse desde el más absoluto abandono.

El debut del Patón había sido ideal, con un valioso triunfo ante Uruguay y porque con la casaca número 10 y el brazalete de capitán había estado Lionel Messi. Ese partido por Eliminatorias en el estadio mundialista de Mendoza había sido el primer partido después de la derrota en la final de la Copa América Centenario, tras la cual el rosarino había anunciado su alejamiento del equipo nacional. Que finalmente no se hubiese producido el alejamiento y Messi estuviese en el estreno del nuevo ciclo fue una bendición para Bauza.

Pero la ausencia por lesiones en los siguientes tres partidos del futbolista insuperable expuso todas las rajaduras del equipo. Fueron empates con Venezuela y Perú y derrota frente a Paraguay en malas actuaciones, sin funcionamiento colectivo ni respuestas individuales. Acaso el mayor interrogante en esos encuentro fue si el técnico puso formaciones con el estilo que él prefiere.

Después esas tres fechas, previas a los próximos exigentes encuentros, frente a Brasil y Colombia, Bauza tuvo dos actos reflejo desafortunados. Primero, en una entrevista televisiva, prometió lo único que un entrenador de ninguna manera puede garantizar: ser campeón. Más tarde, aseguró que a los futbolistas les gusta jugar en la Bombonera, algo que no tendría nada de malo, conocida la especial vibración que emana de ese estadio, sino fuera porque podría verse entrelíneas que las malas producciones anteriores respondieron en alguna medida a los escenarios que las albergaron. Acaso lo hizo por sentirse, ya de entrada, cuestionado. Su ciclo apenas germina, necesita tiempo para sumar entrenamientos y encontrar a los mejores intérpretes para la línea de juego que pretende.

El descalabro que es el fútbol argentino llegó a donde nunca se pensó que se iba a llegar, a las selecciones nacionales. Es difícil esperar la solución de los mismos dirigentes que llevaron a esta situación. La AFA es tierra arrasada. Ocurre que, aún pese a todo, el inagotable surgimiento de futbolistas de jerarquía evita la implosión completa. El fútbol argentino parece resistir solamente a partir de sus jugadores. 
Foto: Lanacion.com.ar

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 27 de septiembre de 2016

Rómulo, Remo y Totti, los padres de Roma

Es uno de los mitos fundadores de Roma, ciudad que lo venera; aun con la resistencia lacial. A diferencia de sus hermanos Rómulo y Remo, a él no lo amamantó Luperca en el Monte Palatino, su alimento fue provisto siempre por una pelota. Los festejos de sus primeros goles estuvieron capturados con cámaras fotográficas analógicas que obturaban la imagen en un rollo de celuloide. Pero ya entre los últimos, él mismo se encargó del retrato con un smartphone y segundos después la instantánea ya circulaba por todo el planeta. Francesco Totti es parte del fútbol de ayer, de hoy y de siempre. Acaso encarna mejor que nadie el arquetipo del futbolista, el estereotipo del jugador.

Más de la mitad de su vida transcurrió como futbolista profesional del único club de su carrera, la Roma. Debutó a los 16 años y se convirtió en una institución dentro de otra. Dos días antes de cumplir 40 años convirtió su gol 250 en Serie A, más de dos décadas después de su primer grito en la primera división italiana. En la historia de los máximos anotadores del Calcio solo marcha detrás de Silvio Piola, goleador sepia que marcó 274 tantos en la primera mitad del siglo pasado.

De las 24 temporadas con los colores de su corazón, la más gloriosa fue la 2000-2001, cuando la Roma consiguió el que hasta acá es su último Scudetto. El goleador de aquel torneo fue Gabriel Omar Batistuta y también era parte del plantel otro ídolo romano, Abel Balbo. En su vínculo con los argentinos (también fue compañero de Roberto Trotta, Walter Samuel, Guillermo Burdisso, Gabriel Heinze, Fernando Gago y Erik Lamela, entre otros), ninguno fue tan conflictivo como el que tuvo con Carlos Bianchi cuando el entrenador lo dirigió a mediados de los 90. "No lo soportaba. Quiso que me cedieran a la Sampdoria y si me hubiera ido no habría vuelto a este club, que es mi casa y mi vida. Ese señor no me permitía vivir el sueño que yo quería", declaró varios años después sobre el exitoso técnico.

Campeón del mundo con Italia en el Mundial de 2006 y de Europa en 2000, el último partido con la selección de su país fue hace 10 años. Vestido con la casaca azzurra alcanzó los máximos logros mientras paseaba su talento. Pero en su piel siempre estuvieron pintados los colores de la Roma, con ese número 10 de en la espalada que llevó como nadie alguien Diego Maradona, de quien es fiel devoto. Porque los ídolos también tienen sus ídolos.

Cuando debutó en el estadio Rigamonti ante el Brescia, Lionel Messi empezaba primer grado en Rosario. "Hola Francesco, sólo quería desearte un muy feliz cumpleaños. Espero que tengas un día maravilloso. Siempre te he admirado y más incluso desde el día en que te conocí. ¡Un abrazo fuerte!", fue el saludo del mejor del mundo en un video.

Con patente de leyenda desde hace, Francesco Totti sigue paseando su talento por las canchas italianas. Dosificado, conserva un juego tan estético como eficaz, el mismo que comenzó a despuntar a los 16 años y todavía mantiene a los 40. El jugador eterno de la ciudad eterna.

martes, 30 de agosto de 2016

El imprescindible

Todavía no había debutado en River cuando en julio de 2003, un mes después de cumplir 19 años, le llegó la oportunidad de su estreno en el seleccionado nacional. Marcelo Bielsa fue el primero de los ocho técnicos que considerarían a Javier Mascherano para el equipo nacional. Luego mantendría su lugar en las formaciones de José Pekerman, Alfio Basile, Diego Maradona, Sergio Batista, Alejandro Sabella, Gerardo Martino y ahora Edgardo Bauza, el nuevo entrenador de Argentina.

Inteligencia táctica, capacidad técnica, despliegue físico y la virtud del ordenamiento colectivo son algunas de las características que lo transformaron en un imprescindible; uno de los pocos en la Selección. En ese ideal de un equipo en el que todos defiendan y también todos ataquen, el jugador del Barcelona se involucra como ningún otro en ambas facetas. Es tan capaz de desactivar el peligro con un quite parado de último hombre como de dar el pase para poner a un compañero delante del arquero rival.

Si Mascherano disputa los partidos frente a Uruguay (el que marcará el debut de Bauza) y Venezuela en la doble fecha de Eliminatoria habrá llegado a los 131 encuentros con Argentina. Esa marca lo deja no tan lejos de la establecida por Javier Zanetti, que con 145 encuentros ostenta el primer lugar del podio de presencias.

Haber sido convocado por ocho técnicos al seleccionado es un récord que marca la valía de Mascherano y la desorganización del fútbol argentino. En los 30 años que transcurrieron entre 1974 y 2004 Argentina tuvo cinco entrenadores (César Luis Menotti, Carlos Salvador Bilardo, Alfio Basile, Daniel Alberto Passarella y Marcelo Bielsa), mientras que en los últimos 12 se sucedieron siete. Así, desde hace más de una década los ciclos de los técnicos en el seleccionado promedian menos de 2 años.

En los turbulentos cambios de conducción, Mascherano nunca dejó de ser un futbolista sin reeemplazo. Así lo consideró Bielsa en el rearmado de su equipo después del Mundial 2002 y así lo considera Bauza rumbo a Rusia 2018.
Foto: Clarin.com.ar

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 26 de julio de 2016

La Selección a la deriva

Para elegir a su nuevo entrenador, el fútbol argentino parte relegado. Asume que no puede apuntar a la excelencia a la hora de buscar al nuevo conductor del equipo nacional tras la renuncia de Gerardo Martino. Así se desprende de las palabras de Nicolás Russo, quien aseguró que “pensar en Bielsa, Sampaoli o Simeone es una locura”. Para el presidente de Lanús esos tres técnicos “son inalcanzables para la realidad económica de la Asociación del Fútbol Argentino”.

Si el dinero es una limitación (la AFA llegó a mantener una deuda de siete meses de salario con Martino), acaso la mayor barrera tenga que ver con la maltrecha estructura a disposición. La implosión dirigencial inundó la isla que hasta hace poco había sido el equipo nacional. “Qué desastre son los de la AFA”, explotó en las redes sociales Lionel Messi en plena Copa América Centenario. El mejor jugador del mundo adelantó entonces que al finalizar el certamen expondría los motivos de su enojo, explicación que no llegó tras el impacto del anuncio de su renuncia al seleccionado.

A partir de la intervención de hecho en la AFA con la figura de la Comisión Normalizadora presidida por Armando Pérez, de excelente gestión en Belgrano, comenzó a barajarse una posibilidad impropia de un equipo de la envergadura del seleccionado argentino: contratar un tiempo de medio tiempo. La muy improbable figura de un técnico que lo sea a la vez de un equipo y del representativo nacional es la que más expone el deterioro y cómo se le baja el precio a la Selección.

Sin técnico en la mayor y con los seleccionados juveniles desmantelados (el Sub-20 acaba de partir a una gira con un cuerpo técnico prestado por Lanús), el equipo olímpico quedó a cargo de Julio Olarticoechea, porque era el único entrenador que la AFA tenía contratado. Después de integrar distintos cuerpos técnicos en las Sub-20, 18, 17 y 15, en el selectivo para jugadores menores de 23 años del ascenso y en la selección femenina panamericana, el Vasco quedó entonces al frente del equipo que competirá en Río de Janeiro 2013. Incluso, si la excursión carioca es exitosa y la definición en la elección del nuevo técnico se dilata, el campeón del mundo en México 86 podría conducir a la mayor en la doble fecha de eliminatoria de septiembre, frente a Uruguay y Venezuela.

Con una dirigencia generadora y multiplicadora de problemas, una competencia doméstica de luces y sombras en un nivel que no se ha elevado, la Selección era el escudo del fútbol argentino. Esa nave insignia hoy está a la deriva.
(Foto: Lanacion.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 28 de junio de 2016

El estigma y la partida

El dolor por otra final perdida solamente se apaciguó con una tristeza todavía mayor, la concreción de la pesadilla más temida: no contar más con Lionel Messi en el seleccionado. Después de otro título que se le escurrió como jugador del conjunto nacional, el mejor del planeta anunció su alejamiento. El héroe acusa el golpe recibido por un equipo que parece víctima de un maleficio que no le permite cortar una racha adversa de más de dos décadas, la peor de su historia..

En los 26 años transcurridos desde 1990 Argentina disputó diez finales y perdió ocho, las últimas siete de manera consecutiva, tres en los 24 meses que van de junio de 2014 a hoy. La de la Copa América Centenario agiganta el karma. Es posible encontrar explicaciones en el juego, realizar análisis tácticos y contemplar aspectos organizativos de cada una de las caídas enfiladas una tras otra. Pero las finales de las Copas América de 2004, 2007, 2015 y 2016, la del Mundial 2014, la de la Copa Rey Fahd 1995 y la del torneo en el cual derivó aquella competencia saudí, la Copa de las Confederaciones, en el año 2005 no pueden ser enhebradas por un consecuente hilo conductor. El destino del equipo nacional parece hechizado para arrodillarlo una y otra vez en la derrota que más duele.

Una nueva frustración, otra vez ante Chile, como el año pasado en Santiago pero esta vez en Estados Unidos, tiene razones futbolísticas, claro; pero también hay que contemplar el aspecto psicológico y emocional. No podrá saberse cuánto le pesó a este grupo de jugadores las dos finales que había perdido en los últimos dos años y el lastre de la acumulación de 23 años sin vueltas olímpicas.

La a caída por penales en Nueva Jersey tuvo como epílogo una mucho más profunda en el anuncio de Lionel Messi. “La Selección no es para mí. Ya está, es por el bien de todos. Lo intenté mucho, son cuatro finales. Lamentablemente no se dio lo que más buscaba que era un título con la Selección”, pronunció lacónico al abrirse la puerta del vestuario. Y se fustigó injustamente: “Es una tristeza grande y encima me toca errar el penal a mí. Era importantísimo hacerlo para sacar diferencia”. Antes de arrodillarse y enterrar el rostro en el césped, de hundirse en el banco de suplentes y de llorar por otra copa que se escapó, el rosarino había hecho en la cancha todo lo que le era posible. Siempre rodeado por cuatro adversarios y golpeado artera y sistemáticamente para no prosperar en el campo, de todas maneras era, como siempre, la llave maestra del ataque.

Ese fútbol de dirigentes que terminaron de dinamitaran la AFA y empobrecieron los clubes, de barrabravas delictivas y plateístas desbocados, de estadios sin visitantes, de un Tribunal de Disciplina penoso, ese fútbol que indujo a poner todo bajo la lupa de la sospecha acaso no se merezca a Messi. Pero lo necesita, imperiosamente, depende casi absolutamente de una cabeza capaz de procesar la mejor jugada en una mínima fracción y de uno pies para ejecutarla con una maestría sin igual.

Messi no es ninguno de los problemas de la Selección. Es, por el contrario, todas sus soluciones. Su renuncia, como toda decisión personal, no puede ser cuestionada. Resta esperar que no sea definitiva, que se trate de un tiempo de oxigenación y recarga para que el seleccionado vuelva a gozar con el privilegio de tener a uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol.
(Foto: Elpais.com / AFP-Nicholas Kamm)

Patricio Insua
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martes, 31 de mayo de 2016

Campeón total

Será un título para recordar el de Lanús, porque hacía mucho tiempo que un campeón no marcaba tanta diferencia con el resto. La goleada 4-0 ante San Lorenzo en la final evidenció la enorme distancia entre ambos conjuntos, tan amplia como la que el Granate había establecido en la Zona 2. Fue una consagración de reivindicaciones. Para el club, porque esta nueva vuelta olímpica lo ratifica como la institución deportiva que más creció en los últimos 35 años; y para Jorge Almirón, porque armó un conjunto de alta gama después de su turbulento paso por Independiente.

Fue cuantitativa y cualitativamente el mejor. Desde los números, a partir de la contundencia de haber sido el equipo que más partidos ganó (13), el que menos perdió (2), el que más goles hizo (32) y el que menos recibió (10). Desde el juego, tuvo una extraordinaria dinámica para alimentar su voracidad ofensiva con el avance en bloque de sus futbolistas y para compactarse en retroceso y así guarecerse. Un equipo completo, que atacó muy bien y se defendió muy bien, que tuvo un alto poder de fuego y estableció una sólida muralla.

Un funcionamiento colectivo casi sin fisuras es el respaldo indispensable para el desataque individual. Así apareció la valía de Fernando Monetti, la vigencia de Maximiliano Velázquez, la jerarquía de Gustavo Gómez, la electricidad de Lautaro Acosta y José Luis Gómez, el aplomo de Iván Marcone y los goles de José Sand, el máximo ídolo en la historia granate.

Cada paso que Lanús dio en el campeonato fue para mejorar todavía más su propia forma y alejarse de sus posibles competidores. Los dejó a todos muy atrás de sus efectiva y vistosa línea de juego. Argentina tiene un campeón de fútbol total.
(Foto: Lanacion.com.ar - Fabián Marelli)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 24 de mayo de 2016

La implosión

“El hombre es lobo del hombre”, escribió Thomas Hobbes en el siglo XVII. Con la osadía de parafrasear al filósofo inglés, podría decirse que la dirigencia del fútbol argentino es víctima de la dirigencia del fútbol argentino. La dilación en el cambio de mando en la AFA, la pretensión de crear de una liga autárquica y la escisión como amenaza velada nacen de un colectivo que se presenta como solución a los problemas que alimentó. Enfrentados en bandos, alistando voluntades y tejiendo apoyos políticos, los conductores de los clubes se lanzaron a un enfrentamiento en el que se señalan culpas pero no reconocen errores.

El caos suele ser el paso obligado tras un mando de hierro. Los 35 años de Julio Humberto Grondona como poder absoluto del fútbol argentino engendraron el turbulento desmadre en el que ahora se bambolea la pelota. La dirigencia actual es hija de ese período, heredera de una muy extensa lista de vicios y defectos pero huérfana de sus virtudes, que también las hubo, claro.

Los problemas no serán superados solo con mayores ingresos, porque el sistema se habituó a gastar más de lo que genera, sea que en las tesorerías de los clubes entren mil pesos o un millón. Las soluciones deben ser estructurales y las reglas taxativas, no con la flexibilidad de quien las acomoda a su gusto por estar de los dos lados del mostrador. Todos estos años, los dirigentes se han hecho trampa a sí mismos.

Habilitar el imperio de los cinco tradicionales grandes, como en el inicio del profesionalismo, sería contraproducente. Soslayar la importancia de estos clubes, los de mayor convocatoria, también sería un error. Habrá que conseguir el equilibrio, siempre difícil.

Es una mala señal que se observe como parámetro a la Liga Profesional de Fútbol de España, el certamen más desigual. Ningún torneo europeo es trasladable a nuestro ámbito. Sí puede tomarse alguno como modelo (acaso la Bundesliga o la Premier League) para adaptarlo a las particularidades del movimiento deportivo y cultural que constituye el fútbol argentino.

En la segunda mitad del año comenzará un torneo que se jugará de manera distinta al actual, que se diferencia del desarrollado el año pasado, también aquel diferente al del último semestre de 2014. Cuatro formatos distintos en cuatro ediciones consecutivas. Apenas un síntoma de un mal que todo lo toma. La organización del fútbol argentino hace agua en todas facetas; incluso en la Selección, histórico escudo de la dirigencia.

El fútbol argentino implosiona por su mala conducción, por una estructura patriarcal y negociadora que sentó la bases para una inevitable peor etapa posterior. Comenzará un nuevo orden, la incógnita pasa saber si será una instancia superadora o repetirá los viejos errores.
(Foto: Infobae.com)

Patricio Insua

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martes, 26 de abril de 2016

Lanús, el mejor de todos y la revancha de Almirón

Es el equipo que mejor juega en el torneo. El tramo final de la fase regular se le presenta como un camino llano y de paisaje diáfano. Su gran funcionamiento colectivo puede verse reflejado en la contundencia de los números de un campaña, hasta acá, superlativa: sacó 31 puntos de 36 posible (diez victorias, un empate y una derrota) y en 12 partidos marcó 23 goles y recibió solo seis.

En el particular torneo argentino (que por tercera edición consecutiva tiene un formato diferente, y que también será distinto del próximo), Lanús es el elenco de mejor funcionamiento. Y es también la gran revancha de Jorge Almirón. Después de un paso agitado por Independiente, estaba decidido a regresar al fútbol mexicano. Pero llegó el llamado de un club que, por su ordenamiento, es un territorio ideal para cualquier entrenador. “Quería tener una oportunidad más en Argentina, y me entusiasmó mucho que me llamen de un club del cual tenía las mejores referencias”, mencionó antes del inicio del torneo, cuando en la pretemporada moldeaba un equipo que ahora recoge un elogio tras otro.

Lanús es un equipo de ataque, ese es su rasgo principal. Se ensancha y desdobla para avanzar en bloque, generar opciones de pase y acomodar a sus delanteros (fundamentalmente a José Sand) en posición favorable de definición. Pero es un equipo que sabe resguardarse. Si el Independiente de Almirón tenía mandíbula de cristal, su Lanús sabe cómo mantener la guardia alta.

El buen funcionamiento de conjunto genera, y a la vez se nutre, de grandes rendimientos individuales. Entonces, apoyado en sus virtudes, el Granate se ilusiona con ser campeón argentino por segunda vez en su historia, y Almirón con conseguir su primer título como entrenador. 
(Foto: Infobae.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 15 de marzo de 2016

Adiós, Mariscal

Zaguero del equipo ideal del fútbol argentino de todos los tiempos, Roberto Perfumo ya era un mito en vida. Para todos, su muerte es la partida de un jugador de excepción; y para quienes tuvimos la suerte de tratarlo cotidianamente en el ámbito laboral significa la pérdida de una persona entrañable. En cada transmisión era uno más, sin ningún divismo, pero uno más al que jamás le faltaba una sonrisa o un comentario divertido. Era hipnótico escucharlo hablar con un café de por medio o en una sobremesa.

En el Racing multicampeón de la segunda mitad de los 60, en el Cruzeiro de Brasil, en el resurgir de River en los 70 y en la Selección argentina dejó una marca eterna. “Todos le dicen al jugador qué cosas debe hacer para convertirse en un profesional del fútbol. El problema es que, cuando le llega la hora del retiro, nadie le explica cómo dejar de serlo”, contó alguna vez. El retiro derivó en un tránsito depresivo que luego motorizó sus estudios de psicología social. Más tarde sumó algunas experiencias como técnico para luego dejar esa faceta. Sin un equipo a cargo, de todas maneras seguía muy conectado con el funcionamiento de los equipos y por eso llegó a ser instructor de FIFA.

“La verdad pasa por los futbolistas dotados de técnica, pero adaptados a una táctica”. “La práctica es lo único que hace aflorar el talento”. "Mejorar continuamente la técnica individual es la única forma que tiene un futbolista de aumentar su patrimonio, de hacerse más rico en técnica y en dinero”. Esas son algunas de las muchas sustanciosas frases que definían su mirada del fútbol.

Si su última versión como comentarista de partidos no era la mejor, vale entonces destacar que en los medios aportó una mirada diferenciadora desde su incursión a finales de los 70. Como analista del juego siempre se destacó, en radio, prensa escrita y televisión. Precisamente en la pantalla protagonizó uno de los mejor programas de análisis y entrevistas de los últimos años, Hablemos de fútbol, con Víctor Hugo Morales, en ESPN. Ahí patentó como saludo de despedida el clásico “abrazo de gol”.

La muerte lo sorprendió de repente, como ocurre tantas veces. Sus días transcurrían como siempre y su salud no había dado ninguna señal de alerta. Una de las habituales cenas con amigos marcó el desenlace, que llegaría tras una agonía que no se prolongó. Dejó su recuerdo para siempre, en letras de oro para la historia del fútbol, en una sonrisa de arrabal para quienes tuvimos la suerte de compartir tareas con él y en una vida de afectos con sus familiares y amigos.

Adiós, Mariscal.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 23 de febrero de 2016

El mejor, con los mejores

Barcelona es el mejor equipo del mundo. Hay quienes lo colocan en lo más alto de la historia del fútbol. Para otros ese lugar le corresponde a la versión de Pep Guardiola. Se anotan en la compulsa el Real Madrid de Di Stéfano, el Santos de Pelé, el Ajax de Cruyff o el Milan de Arrigo Sachi y los holandeses. Los debates a la hora de comparar conjuntos de distintas épocas no tienen comienzo ni final. Pero que el equipo de Luis Enrique es, hoy y desde hace rato, el mejor del globo se presenta como una verdad absoluta.

Lo mejor se construye con los mejores, y Barcelona tiene a futbolísticas únicos, insuperables cada uno en su rol. El funcionamiento colectivo es la matriz de sostén, pero lo que diferencia al equipo catalán del resto son sus individualidades. Sistema y nombres se retroalimentan el un círculo virtuoso.

Tiene al mejor centrodelantero del mundo, Luis Suárez. Goleador voraz, cada uno de los ochenta millones de euros que el club catalán pagó por el uruguayo configura una fabulosa inversión. Implacable frente al arco rival a partir de un repertorio pleno de recursos, es también un jugador de maniobra, que teje con suma prolijidad en el aceitadísimo juego de pases blaugrana. En cada contragolpe o ataque vertical elige la posición correcta para recepcionar la pelota o toma la mejor decisión si la lleva.

Tiene al mejor español del mundo, Andrés Iniesta. El artífice del fútbol cerebral, el hombre que parece tener el campo de juego parcelado en una cuadrícula para hacer correr la pelota como un geómetra. Lector superdotado del juego, nada se escapa a su visión periférica. Sereno ante el apremio y frío en los momentos calientes, su sensible dominio de la pelota aporta claridad en cada intervención.

Tiene al mejor mediocentro del mundo, Sergio Busquets. Conoce cada faceta del juego e interpreta de la mejor manera los distintos momentos de un partido. Sabe cuándo retroceder, cuándo avanzar, de qué manera presionar y cómo distender. Esclusa entre el ataque y al defensa, es dueño de un sector neurálgico y lo maneja con maestría.

Tiene al mejor brasileño del mundo, Neymar. El futbolista formado en Santos es un malabarista sumamente efectivo. Cada uno de sus lujos con la pelota tiene sentido para el juego. El virtuosismo con el que deslumbra está puesto en función de un ataque de conjunto. Indescifrable en la gambeta, a poco de cumplir 24 años su techo lo pondrá él mismo.

Tiene al mejor central del mundo, Piqué. Tiempista de excepción, no hay zaguero que lo supere en el juego de adelanto que exige el Barcelona. Defiende más cerca de la mitad de la cancha que de su área, en un sector muy amplio del terreno que cubre con inteligencia, destreza y decisión. Garantía de prolijidad en el primer pase y fuerte en el juego aéreo, es un bastión en la defensa del mejor ataque.

Y tiene al mejor jugador del mundo, Lionel Messi. El genio supremo, el hacedor de lo imposible. Si la pelota está en su dominio, no hay límites. Goles y más goles, cada uno mejor que el otro. Regates y zigzagueos que nadie puede detener. Messi solo compite contra él mismo; está en otra dimensión. La inigualable década del Barcelona se inició con su llegada al primer equipo y se mantiene hasta hoy. Pura causalidad.
(Foto: EFE/Alejandro García)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 19 de enero de 2016

El fútbol no sólo se alimenta de fútbol

Como deporte y fenómeno cultural, el fútbol atraviesa cualquier frontera y allana la escala social. En cambio, como ámbito laboral muta en un reducto de casta que resiste a los outsiders. Incluso prefiere evitar a los especialistas que se desarrollaron en otra disciplina, como a un médico deportólogo que venga del rugby o un kinesiólogo proveniente del voleibol. Todos aquellos que no son del palo deben destrabar varios cerrojos para ingresar a un mundo abierto hacia afuera y cerrado hacia adentro.

Distintos casos demuestran que el prejuicio suele ser infundado. En Primera División, Ariel Holan desarrolló un gran trabajo en el Defensa y Justicia. La mayor parte de su carrera como entrenador fue en el hockey y empezó a trabajar en el fútbol después de los 40 años para comenzar como analista de video (mientras era técnico de hockey) y en el ámbito formativo. En el mundo, hay otro muy buenos ejemplos. 

En el Mundial de Brasil, Louis van Gaal contó en el cuerpo técnico de Holanda con dos ex jugadores de hockey, Hans Jorritsma (también había sido parte de la delegación naranja en Sudáfrica 2010) y Max Reckers, quien lo acompañó luego al Manchester United. En Alemania, Bernhard Peters también pasó de una exitosa carrera en el hockey al fútbol. Trabajó junto a Jürgen Klinsmann y Joachim Löw y es considerado clave en el proceso que recorrió el juego de Alemania en los últimos años. Hoy se desempeña como director deportivo del Hamburgo, cargo que también desarrolló en otros clubes de la Bundesliga.

El principal ayudante de Josep Guardiola en el Bayern Múnich es Manel Estiarte, el mejor waterpolista español de la historia. Antes de lanzarse como entrenador y también cuando ya estaba al frente del Barcelona, Pep se reunió en distintas ocasiones con Julio Velasco, actual entrenador del seleccionado argentino de voleibol, para conocer su opinión sobre diversos temas. Consagrado en Italia, Velasco fue director deportivo de Lazio e Inter y la injerencia de su cargo también se extendía al fútbol. Incluso estuvo cerca de ser técnico del Milan.

A comienzos de la década del 80, convivían en Ferro Carlos Timoteo Griguol y León Najnudel. Quien estaba al frente del primer equipo de fútbol convocó al entrenador del equipo de básquetbol para que Gerónimo Saccardi, Juan Domingo Rocchia, Héctor Cúper, Adolfino Cañete y Alberto Márcico aprendiesen a cortinar y desmarcarse en los córners.

El fútbol profesional es un terreno específico, pero no por eso debería poner trabas a quienes desde otros deportes se acercan para hacer novedosos aportes. Porque, además, en ningún caso se trata de improvisados, sino de profesionales que han sabido desarrollarse en otro ámbito. El fútbol también puede enriquecerse desde otras vertientes.
(Foto: TycSports.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 12 de enero de 2016

Goles nómadas

Ángel Labruna vistió la camiseta de River ininterrumpidamente durante dos décadas y el paraguayo Arsenio Erico jugó 11 años en Independiente. Se trata de los máximos artilleros de Primera División desde la instauración del profesionalismo. José Sanfilippo hizo más de 200 goles en San Lorenzo entre 1953 y 1962. Juan Carlos Cárdenas, el Chango, autor del tanto con el que Racing fue campeón del mundo, estuvo 10 años en la Academia desde su primer ciclo en 1962 hasta el tercero en 1976. Más cerca en el tiempo, Martín Palermo se convirtió en el máximo goleador de la historia de Boca con sus dos pasos en 1996-2000 y 2004-2011.

Hoy los protagonistas de los goles son nómades, no es posible ubicarlos con precisión en un estadio ni identificarlos con determinados colores. Cargan con sus botines y sus gritos de un destino a otro. Ponen en alta cotización sus conquistas y las negocian a la incuestionable medida de sus propios intereses. Son los tiempos que corren, con un fútbol de fronteras abiertas y representantes e intermediarios ávidos de transacciones de piernas.

Los cinco centrodelanteros que se desempeñan en nuestro medio y más goles hicieron en Primera División son Santiago Silva, José Sand, Rubén Ramírez, Mauro Óbolo y Mariano Pavone. Cuatro de ellos cambiaron de equipo para este año; solamente Óbolo continuará con el mismo escudo, el de Belgrano. En tanto, Mariano Pavone es el único que jugó más de dos temporadas seguidas en un mismo club, cuando permaneció seis años en Estudiantes al inicio de su carrera.

En menos de un año, el uruguayo Silva habrá vestido tres camisetas diferentes, de instituciones cercanas geográficamente: Lanús, Arsenal, y Banfield, donde afrontará su segundo ciclo. Además, pasó por Newell´s, Gimnasia, Boca y tuvo dos etapas en Vélez. En esos siete clubes hizo 106 goles en la máxima categoría. Si se toman en cuenta sus experiencias en Uruguay, Brasil, Alemania, Portugal e Italia, son 15 camisetas distintas las que lució Silva en 18 ciclos.

Desde su debut en Primera en 1999, José Sand jugó para Colón (dos pasos), River, Banfield, Lanús, Racing, Tigre, Argentinos Juniors y Aldosivi. Lleva 91 goles en la máxima categoría con ocho casacas diferentes. La mayoría, 50 en 67 partidos, fueron en el Granate, institución a la que regresó para el torneo que comenzará el mes próximo. Solamente en el Bicho no pudo marcar. Además, en el ascenso estuvo en Independiente Rivadavia de Mendoza, Defensores de Belgrano y Boca Unidos, mientras que fuera del país recorrió canchas en Brasil, España, México y Emiratos Árabes.

Temperley será el sexto equipo para Rubén Ramírez en la elite del fútbol argentino. El conjunto del sur del Gran Buenos Aires es la nueva morada de los hasta aquí 89 goles que antes habitaron en Colón (dos veces), Racing, Banfield, Godoy Cruz y Quilmes. Tiro Federal y Audax en Chile completan el recorrido en la trayectoria del santafesino de Margarita.

Mauro Óbolo continuará en Belgrano, donde buscará acrecentar su cifra goleadora en Primera. Lleva 84 tantos convertidos en Vélez (tres ciclos), Lanús, Arsenal, Godoy Cruz y el Pirata cordobés (dos etapas). Sus goles también tuvieron vuelo internacional en Italia, España, Suecia y Chile.

Después de 15 partidos en Racing, Mariano Pavone comienza el año en el mismo lugar donde lo había hecho en 2015, Vélez. Antes de sus pasos por Avellaneda y Liniers, el bonaerense oriundo de Tres Sargentos pasó por Estudiantes, Lanús y River para totalizar 79 goles. Otros 51 los celebró en el Betis español y el Cruz Azul mexicano.

Valor preciado en todas las latitudes, los goles del fútbol argentinos saltan de un club a otro, se pierden en paisajes lejanos y regresan sin melancolía. Cambian de colores pero no se extinguen. Los clubes van detrás de sus portadores. Así, hoy son suyos y mañana de otro. Los hinchas celebran los goles de quien en el pasado fue su verdugo y sufren los quien en el futuro puede ser su goleador.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com