martes, 20 de octubre de 2015

El resurgimiento de Central

La chance de salir campeón es remota, Central lo sabe; pero también sabe que esta campaña lo reencuentra con su linaje futbolístico. De la mano de Eduardo Coudet, un hombre muy fuertemente vinculado con el club, el conjunto rosarino volvió a ser protagonista del fútbol nacional. Es el resurgir después de una temporada de descenso, tres años en la segunda categoría y un regreso pendular que encontró un bálsamo que después fue cicuta, la final de la Copa Argentina de 2014 en la que cayó ante Huracán. Ahora, en la víspera de la semifinal del mismo torneo, donde lo espera Racing, buscará desquite.

“Este año se dio un gran primer paso, no hay que retroceder. Hay que seguir mejorando”, aseguró Coudet. Entiende que es mucho lo que hizo hasta acá, al tiempo que instala el desafío en capitalizar este impulso revitalizador. Él se encargó de poner en cancha un equipo con preceptos que hacen hincapié en el buen manejo de la pelota con juego asociado, la presión sobre el adversario y una defensa que siempre busca acortar el equipo y ser inicio de las jugadas de ataque. 

Hay nombre propios muy destacados. Marco Ruben es el mejor jugador del torneo y el máximo anotador; después de deambular por distintas latitudes, volvió a la institución en la que se formó para ser el futbolista más determinante del año Central. Marcelo Larrondo se transformó en un socio ideal en la delantera. Javier Pinola reapareció en el fútbol argentino después de una década en Alemania y se transformó en uno de los mejores zagueros del torneo. El empuje de los jóvenes del club es esencial: Nery Domíguez desde el centro del campo recupera, lee bien el juego y tiene pase firme, en tanto que Franco Cervi y Giovanni Lo Celso (primero uno y después el otro) se destacan en la gestación y la explosión hacia adelante.

En su primera experiencia como entrenador, Coudet derribó rápidamente los prejuicios que podían rodearlo por su jocosa personalidad. Pergeñó un conjunto que sí se lo puede emparentar con el fútbol atrevido que practicaba.

Central juega muy bien. Sabe que seguramente no le alcance para ser campeón, pero también sabe que recuperó la estirpe que lo distinguió en la historia del fútbol argentino.
(Foto: Rosario3.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 13 de octubre de 2015

Del incendio en el Monumental al desconcierto de Asunción

La única vez que Argentina faltó a un Mundial por mancarse en la clasificación previa fue en 1970. Aunque ciertamente se presenta como un pronóstico demasiado tempranero y fuertemente agorero, puede verse a Rusia 2018 más como un interrogante que como una certeza.

Primero ante Ecuador y luego frente a Paraguay, la Selección mostró la versión más flaca que se le recuerde en mucho tiempo. El muy bajo nivel se tradujo en un punto de seis en disputa y ningún gol en 180 minutos de juego. En ambos partidos estuvo ausente Lionel Messi, con todo lo que eso implica.

El primer partido de las Eliminatorias, ante Ecuador en el Monumental, fue un incendio del que, con esfuerzo, solo se salvaron el más veterano y el más joven del equipo: Javier Mascherano y Ángel Correa. En contrapunto, los dos más abrasados fueron los laterales, Facundo Roncaglia y Emmanuel Mas, que fallaron por concepto individual pero también, marcadamente, por el andamiaje colectivo. Los dos jugaron mano a mano, sin relevos producto de un mediocampo despoblado.

En otro orden, faltó además un precepto que debería ser básico: que el jugador que se desprende de la pelota siga la jugada. Dar un pase a un compañero no implica desentenderse de lo que prosiga, sino que lo que debe hacerse es volver a ofrecerse como alternativa de pase en otro sector, sin perder de vista relevos y desmarques.

La entrega que no le había faltado al equipo en Buenos Aires se incrementó incluso en Asunción, pero ante Paraguay el equipo volvió a mostrar más carencias que aciertos. Correr, una obligación y una virtud muchas veces presentada como defecto (en oposición a “jugar bien”), no alcanza por sí solo. Se necesita una correcta lectura de juego y asociaciones colectivas; orden para generar la impronta que sorprenda al rival.

En el estadio Defensores del Chaco, Argentina se acomodó en bloque de la mitad hacia atrás, y cuando falló ese andamiaje defensivo la jerarquía individual esterilizó el peligro guaraní. En ataque faltaron variantes pese a lo que generó Carlos Tévez. Las apariciones de Rogelio Funes Mori y Matías Kravenitter oficiaron de buena noticia.

Ambos encuentros repitieron dos circunstancias preocupantes. Desde el banco, el entrenador no intentó, o no supo, cambiar la fisonomía del equipo; algo evidente necesario sobre todo en el primer encuentro, de trámite adverso desde el comienzo. Y los jugadores, por su parte, no tuvieron rebeldía para buscar alternativas dentro del plan trazado.

Martino está al frente del equipo hace poco más de un año. Es un técnico capaz y cuenta con un grupo de jugadores de primer orden mundial. Hasta acá, su ciclo ha ido de más a menos. Un elemento que no puede obviarse es la renovación de nombres en relación al ciclo que concluyó en la final del Mundial de Brasil. Pero ese recambio necesita ser rápido y certero, para que el equipo, desde el juego, encuentre los resultados que permitan recobrar la confianza, para que Rusia 2018 aparezca en el horizonte como una certeza y no como una incógnita.
(Foto: Diezmas.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com