martes, 29 de diciembre de 2015

Un nuevo ensayo

Boca necesitó 30 fechas para consagrarse campeón en 2015. Ahora es tiempo de un nuevo ensayo. El año próximo, el ganador del torneo de Primera División se alzará con el título después de 16 jornadas y una final. Los certámenes de la máxima categoría del fútbol nacional mutan de manera tal que erosionan cada vez más la jerarquía de la liga del país subcampeón del mundo.

En un certamen en el que volverán a participar 30 equipos, el campeón lo será después de 17 partidos. Porque el formato para 2016 será de dos zonas de 15 equipos cada una, y los ganadores definirán la corona en un único encuentro final en cancha neutral. La pérdida de la categoría será solamente para un equipo, quien quede último en la inefable tabla de los promedios.

La segmentación deriva en la práctica en dos torneos en paralelo (muchos equipos no se cruzarán en todo el campeonato), y entonces aparecen las inequidades. Será legítimo que haya equipos que se sientan perjudicados al verse en un grupo que entienden más dificultoso de acuerdo a sus objetivos de título o permanencia. Habrá equipos que viajarán más que otros y quienes enfrenten a más rivales directos de visitante que de local.

La brevedad de este torneo –menos de cuatro meses- refiere a la recomposición del año futbolístico entre agosto y julio, para lograr la coincidencia con las ligas europeas, principal mercado exportador del fútbol argentino. A partir de ese certamen, la promesa es que los descensos sean más que los ascensos para recomponer un torneo con una menor cantidad de participantes.

Con problemas organizativos que ya parecen crónicos, con una coyuntura de grosero desvarío en lo que refiere a la renovación de autoridades, la AFA lanzó otro torneo de formato sin precedentes.
(Foto: Canchallena.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 17 de noviembre de 2015

El partido de la reivindicación

La tórrida y pegajosa Barranquilla es un buen lugar para la Selección, con su calor extremo o con una lluvia que actúe de bálsamo. Ahí nació hace cuatro años el equipo de Alejandro Sabella, y en el mismo lugar acaso haya hecho lo propio el de Gerardo Martino. Después de tres encuentros con más interrogantes para la preocupación que argumentos para la ilusión, la Selección del Tata cumplió en su último partido del año una gran actuación. El 1-0 ante Colombia no precisó la superioridad que estableció.

Corto y asociado, ordenado para retroceder y desplegado para atacar, Argentina generó un imperativo en el trámite de las acciones que limitó al seleccionado de Néstor Pekerman al rol de partenaire. Tuvo juego y carácter para levantarse cuando estaba golpeado. La acumulación de pases expuso la confianza en el concepto grupal, actuó como muestra de que cada futbolista se respaldaba en sus compañeros. Fue el partido de la reivindicación.

La Selección se erigió desde su triple pivote central. Javier Mascherano fue el de siempre con relevos quirúrgicos, pase firme y como patrón del orden; Lucas Biglia se convirtió en la figura de la cancha con quite, construcción, proyección y gol, en tanto que Ever Banega, sin relegar su rol defensivo, ofició de tiempista del ataque, soltando la pelota en el momento justo y con el destino indicado. Los tres mediocentros, con distintas obligaciones en el esquema grupal, fueron la exclusa para que Argentina se multiplique en defensa y en ataque con roles reversibles.

Otra sociedad destacada fue la de la zaga. Nicolás Otamendi y Ramiro Funes Mori son fuertes y rápidos, ambos con aptitudes para romper líneas y adelantar al equipo. Se complementan como si llevasen varios partidos uno al lado del otro. El ex zaguero de River encontró su lugar por la ausencia de Ezequiel Garay ante Paraguay y cierra el año con el rendimiento más alto del elenco nacional al cabo del primer tramo de las Eliminatorias.

En la delantera, Ezequiel Lavezzi ratificó su compromiso de equipo con un enorme desgaste y siendo punzante al llegar al fondo. Es cierto que Gonzalo Higuían dilapidó una ocasión muy propicia, pero expuso sus credenciales de centrodelantero de jerarquía mundial. Inagotable, Ángel Di María apiló rivales con frenos y arranques indescifrables para los de camiseta amarilla.

Argentina cerró el año con una actuación que la puso muy cerca de lo que se sabe puede dar. Una actuación reivindicatoria para Martino y los futbolistas. Y un guiño de plena confianza a la espera del regreso del mejor de todos.
(Foto: AP-Canchallena.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 20 de octubre de 2015

El resurgimiento de Central

La chance de salir campeón es remota, Central lo sabe; pero también sabe que esta campaña lo reencuentra con su linaje futbolístico. De la mano de Eduardo Coudet, un hombre muy fuertemente vinculado con el club, el conjunto rosarino volvió a ser protagonista del fútbol nacional. Es el resurgir después de una temporada de descenso, tres años en la segunda categoría y un regreso pendular que encontró un bálsamo que después fue cicuta, la final de la Copa Argentina de 2014 en la que cayó ante Huracán. Ahora, en la víspera de la semifinal del mismo torneo, donde lo espera Racing, buscará desquite.

“Este año se dio un gran primer paso, no hay que retroceder. Hay que seguir mejorando”, aseguró Coudet. Entiende que es mucho lo que hizo hasta acá, al tiempo que instala el desafío en capitalizar este impulso revitalizador. Él se encargó de poner en cancha un equipo con preceptos que hacen hincapié en el buen manejo de la pelota con juego asociado, la presión sobre el adversario y una defensa que siempre busca acortar el equipo y ser inicio de las jugadas de ataque. 

Hay nombre propios muy destacados. Marco Ruben es el mejor jugador del torneo y el máximo anotador; después de deambular por distintas latitudes, volvió a la institución en la que se formó para ser el futbolista más determinante del año Central. Marcelo Larrondo se transformó en un socio ideal en la delantera. Javier Pinola reapareció en el fútbol argentino después de una década en Alemania y se transformó en uno de los mejores zagueros del torneo. El empuje de los jóvenes del club es esencial: Nery Domíguez desde el centro del campo recupera, lee bien el juego y tiene pase firme, en tanto que Franco Cervi y Giovanni Lo Celso (primero uno y después el otro) se destacan en la gestación y la explosión hacia adelante.

En su primera experiencia como entrenador, Coudet derribó rápidamente los prejuicios que podían rodearlo por su jocosa personalidad. Pergeñó un conjunto que sí se lo puede emparentar con el fútbol atrevido que practicaba.

Central juega muy bien. Sabe que seguramente no le alcance para ser campeón, pero también sabe que recuperó la estirpe que lo distinguió en la historia del fútbol argentino.
(Foto: Rosario3.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 13 de octubre de 2015

Del incendio en el Monumental al desconcierto de Asunción

La única vez que Argentina faltó a un Mundial por mancarse en la clasificación previa fue en 1970. Aunque ciertamente se presenta como un pronóstico demasiado tempranero y fuertemente agorero, puede verse a Rusia 2018 más como un interrogante que como una certeza.

Primero ante Ecuador y luego frente a Paraguay, la Selección mostró la versión más flaca que se le recuerde en mucho tiempo. El muy bajo nivel se tradujo en un punto de seis en disputa y ningún gol en 180 minutos de juego. En ambos partidos estuvo ausente Lionel Messi, con todo lo que eso implica.

El primer partido de las Eliminatorias, ante Ecuador en el Monumental, fue un incendio del que, con esfuerzo, solo se salvaron el más veterano y el más joven del equipo: Javier Mascherano y Ángel Correa. En contrapunto, los dos más abrasados fueron los laterales, Facundo Roncaglia y Emmanuel Mas, que fallaron por concepto individual pero también, marcadamente, por el andamiaje colectivo. Los dos jugaron mano a mano, sin relevos producto de un mediocampo despoblado.

En otro orden, faltó además un precepto que debería ser básico: que el jugador que se desprende de la pelota siga la jugada. Dar un pase a un compañero no implica desentenderse de lo que prosiga, sino que lo que debe hacerse es volver a ofrecerse como alternativa de pase en otro sector, sin perder de vista relevos y desmarques.

La entrega que no le había faltado al equipo en Buenos Aires se incrementó incluso en Asunción, pero ante Paraguay el equipo volvió a mostrar más carencias que aciertos. Correr, una obligación y una virtud muchas veces presentada como defecto (en oposición a “jugar bien”), no alcanza por sí solo. Se necesita una correcta lectura de juego y asociaciones colectivas; orden para generar la impronta que sorprenda al rival.

En el estadio Defensores del Chaco, Argentina se acomodó en bloque de la mitad hacia atrás, y cuando falló ese andamiaje defensivo la jerarquía individual esterilizó el peligro guaraní. En ataque faltaron variantes pese a lo que generó Carlos Tévez. Las apariciones de Rogelio Funes Mori y Matías Kravenitter oficiaron de buena noticia.

Ambos encuentros repitieron dos circunstancias preocupantes. Desde el banco, el entrenador no intentó, o no supo, cambiar la fisonomía del equipo; algo evidente necesario sobre todo en el primer encuentro, de trámite adverso desde el comienzo. Y los jugadores, por su parte, no tuvieron rebeldía para buscar alternativas dentro del plan trazado.

Martino está al frente del equipo hace poco más de un año. Es un técnico capaz y cuenta con un grupo de jugadores de primer orden mundial. Hasta acá, su ciclo ha ido de más a menos. Un elemento que no puede obviarse es la renovación de nombres en relación al ciclo que concluyó en la final del Mundial de Brasil. Pero ese recambio necesita ser rápido y certero, para que el equipo, desde el juego, encuentre los resultados que permitan recobrar la confianza, para que Rusia 2018 aparezca en el horizonte como una certeza y no como una incógnita.
(Foto: Diezmas.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 29 de septiembre de 2015

Entre la continuidad y la incógnita

El martes 29 de septiembre de 2015 resultó una fecha histórica para la Asociación del Fútbol Argentino. Se trató del día en el cual se rompió con la estructura unidimensional de los tiempos de Julio Humberto Grondona. Después de más de 35 años, la entidad madre del fútbol argentino votará a su presidente entre dos opciones (En 1991 hubo una pantomima de elección en la que Don Julio le ganó por 40 votos a uno al ex árbitro Teodoro Nitti). Los postulantes son Luis Segura y Marcelo Tinelli. Alejandro Marón y Víctor Banco, los presidentes de Lanús y Racing, respectivamente, decidieron no participar; mientras que Armando Pérez, titular de Belgrano, no consiguió juntar los siete avales que son requisito para entrar en la contienda electoral.

De una lado, Segura se presenta como una clara pretensión de continuidad del modelo de Grondona; aunque, se sabe, los discípulos del ex mandamás adquirieron todos sus vicios pero ninguna de sus virtudes. Del otro, Tinelli se postula como una instancia renovadora, pese a que nunca dejó de profesar su admiración por Grondona. En esa oposición de primera línea, el empresario televisivo cuenta con la ventaja de ser (o al menos de mostrarse como) algo distinto del contubernio que reinó en Viamonte hasta la muerte del fundador de Arsenal de Sarandí.

El actual presidente de la AFA carece que elementos de gestión que lo destaquen, no los tuvo en su club, Argentinos Juniors, y tampoco en la casa matriz del fútbol nacional. En tanto, al hombre fuerte de San Lorenzo suele quedar atrapado, solo por él mismo, en su rol de fanático de su club que exhibe en su exitoso programa y en su cuenta de Twitter de casi siete millones de seguidores.

Al margen de las negociaciones y miserias que son de esperar para los próximos meses (la elección se realizaría en diciembre), es saludable que la conducción AFA se dirima en una real puja entre dos opciones.

La bola está en juego y próximamente los asambleístas (que deberían buscar mandato en sus clubes consultándoles a los socios a quién votar) elegirán a la persona que liderará los destinos de un fútbol que necesita imperiosamente sostener su jerarquía con una estructura a la altura.
(Foto: Twitter.com/afa)

Patricio Insua
patinsuagmail.com

martes, 22 de septiembre de 2015

Lejos de un colectivo de colegas

Cuando se cruzan con distintos colores, pareciera que los futbolistas solamente pueden verse como rivales. Como acérrimos rivales. Lejos de reconocer en el otro a un colega, vislumbran a un adversario. Se pegan, se alcahuetean, se engañan, se insultan, se hacen trampa en cuanto se les presenta la oportunidad. Los golpes dados cada vez con más saña son el aspecto saliente de un contexto desquiciado.

La fractura expuesta de tibia y peroné que sufrió Ezequiel Ham por el planchazo de Carlos Tévez en el partido entre Argentinos y Boca expuso todavía más un problema que ya era visible. La intensidad con la que se juega no puede justificar la violencia entre los jugadores; escudarse en que se pone fuerte para evitar ser dañado tampoco es defensa.

El discurso de los jugadores y de quienes lo fueron en otros tiempos postula como denominador común que no existe la mala intención y que “nadie va a romper a otro”. Eso no se condice con lo que se observa cada fin de semana. Quien pega un codazo o una patada furiosa no mide el grado de daño que puede causar, pero indudablemente busca lastimar.

En relación a lo sucedido en el estadio Diego Armando Maradona, la cadena de desatinos desnuda un problema estructural: Tévez golpeó de manera artera, Luis Álvarez no lo expulsó (ni siquiera cobró falta), Argentinos Juniors no hizo ninguna presentación en AFA y el Tribunal de Disciplina miró para otro lado para no actuar de oficio, como lo postula el artículo número cinco del reglamento de Transgresiones y Penas. Así, Ham quedó de lado.

Futbolistas ganados por la violencia en la disputa, árbitros que no están a la altura y la ausencia o benevolencia de sanciones configuran un escenario preocupante del cual el fútbol argentino debe salir rápidamente.
(Foto: Diariouno.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 25 de agosto de 2015

La sucesión afista

Luis Segura ejerce el cargo que aseguró jamás aceptaría, el de presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Marcelo Tinelli está obsesionado por ocupar, como sea, ese lugar. Ambos tienen al fallecido Julio Humberto Grondona como el tótem del dirigente. El hombre de Argentinos Juniors ofició de ladero incondicional de quien fuera presidente de la AFA durante 35 años y el empresario televisivo mantiene una relación de décadas con la familia Grondona.

El artículo 50 del reglamento de la casa matriz del fútbol argentino generó un fuertísimo enfrentamiento entre dirigentes. Entorno al mismo giraba la posibilidad o no de Tinelli para postularse al cargo. Pero la guerra mudó en repentina hermandad. Los que antes se atacaban terminaron por fotografiarse abrazados y sonrientes tras aprobar por unanimidad en el Comité Ejecutivo la habilitación del vicepresidente de San Lorenzo.

Lo que se presenta como la pipa de la paz se sabe es un petardo de efecto retardado. Los acuerdos de cúpulas movilizados por negociaciones de toma y daca nunca son duraderos. Todos los involucrados recorren un laberinto de conductas desquiciadas.

Las cartas de presentación son disímiles. Tinelli acredita una exitosa gestión institucional y deportiva en San Lorenzo y Segura ninguna de las dos cosas en Argentinos. Uno no quiere dejar el máximo cargo del fútbol nacional y el otro lo pretende a como dé lugar. Mientras tanto, el fútbol argentino sigue sostenido por una estructura corroída hasta sus cimientos.
(Foto: Canchallena.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 28 de julio de 2015

El resurgir de River

River espera la final de la Copa Libertadores como campeón de la Sudamericana, con un lugar ya asegurado en el Mundial de Clubes que se disputará en diciembre Tokio y desde el firme protagonismo que mantiene en el certamen de Primera División. La consideración general lo destaca como el mejor equipo del país, reconocimiento que no entrega un trofeo pero constituye una gran valoración.

Después del título doméstico del año pasado con Ramón Díaz como técnico, ante la renuncia del riojano River optó en la sucesión por Marcelo Gallardo, que con menos de 40 años solamente había dirigido a Nacional de Montevideo. La apuesta fue pura ganancia desde el comienzo. El Muñeco imprimió un notorio salto de calidad. Desde el primer instante al frente del plantel, pergeñó un equipo con una idea clara, una fisonomía distintiva y conceptualmente superadora. El entrenador siempre destacó el trabajo de conjunto por sobre cualquier nombre propio en ese andamiaje de solidez defensiva, presión y manejo en el mediocampo y filo en ataque. La confianza plena de los futbolistas en su conductor resulta evidente.

Primero con las arrasadoras presidencias de José María Aguilar y luego con la calamitosa conducción de Daniel Passarella, River transitó por el período más funesto de su historia. La degradación fue institucional, económica y deportiva y el inédito descenso a la segunda categoría fue la implosión definitiva.

Después de aquel vaciamiento, River se dio a la resurrección; al menos –y vaya que no es poco- en el plano futbolístico. Lo hizo a partir de un círculo virtuoso: los socios eligieron a Rodolfo D´Onofrio, el presidente eligió a Enzo Francescoli, el mánager eligió a Marcelo Gallardo y el entrenador eligió un modo de juego y unos intérpretes para esa idea que devolvió satisfacciones al socio y al hincha. Al regreso del abismo del descenso llegó un nuevo título local, dos copas internacionales -la Sudamericana y la Recopa- para cortar una sequía de 18 años fronteras afuera y la presencia en una nueva final de Copa Libertadores tras casi dos décadas.

Además de sus propios méritos dentro de la cancha, en su recuperación River también contó con el guiño cómplice de las permisivas estructuras del fútbol argentino. Pese a ser el club más endeudado del país, siguió adquiriendo jugadores para su plantel. La AFA no establece controles, por eso se le permite esta conducta para todos los clubes del país.

En lo que refiere a la conducción de Gallardo (67 partidos dirigidos; 36 triunfos, 24 empates y 7 derrotas) y la ejecución de los futbolistas, River lleva un año de crecimiento sostenido. Tuvo algún momento de zozobra, claro; pero el bajón en el rendimiento no lo alejó de su libreto. Y entonces ahí está, con un resurgir vigoroso que puede colocarlo por tercera vez en su historia en la cima de la América futbolera.
(Foto: TN.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

Diego Barisone, que en paz descanse

La muerte, siempre dolorosa, golpea con mayor fuerza cuando arrebata, de imprevisto, una vida joven. A Diego Barisone, jugador de Lanús, lo sorprendió en la autopista que en Santa Fe une Rosario con la capital provincial. El impacto contra la parte trasera de un camión apagó su vida y encendió la tristeza y el dolor. Principalmente en su familia y sus amigos, también en el Club Lanús, en Unión, donde se formó, y Argentinos Juniors, que también conoció su valía como zaguero central. Pero de nada vale detenerse en su categoría como futbolista y en la proyección de una carrera que ya no es; todo se lo lleva el impacto de la tragedia.

A los decesos de Emmanuel Ortega, de San Martín de Burzaco, y Cristian Gómez, de Patronato de Paraná, el año 2015 agrega la de Barisone. Esta vez no ocurrió adentro de una cancha, sino en un siniestro vial.

Desde este espacio, el deseo de que sus familiares y amigos encuentren algo de paz y que tengan fuerza para sobreponerse sus compañeros en Lanús, como así también al cuerpo técnico, los dirigentes y los empleados de la institución que ya no compartirán el espacio diario con él.
(Foto: Futbolparatodos.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gamil.com

martes, 21 de julio de 2015

Un lujo para el fútbol argentino

Carlos Tévez podría seguir en la Juventus, donde fue el goleador en la temporada en la cual el conjunto turinés volvió a ser campeón de Italia y llegó a la final de la Champions League. También pudo haber protagonizado una llegada estelar al Atlético de Madrid, que pisa con fuerza en España y en Europa, porque era una prioridad para Diego Simeone tenerlo en su plantel. Incluso descartó ser el jugador mejor pago del planeta: el Shanghai Donghai de China le ofreció un contrato de 20 millones de dólares anuales por dos años. Pero Carlitos decidió volver a Boca, y el fútbol argentino debe saludar de pie esa decisión.

Es un enorme lujo contar acá con uno de los mejores delanteros del mundo, porque ese es el lugar que ocupa Tévez. Pleno, en uno de los mejores momentos de su magnífica carrera, a los 31 años protagoniza una vuelta impulsada por lo sentimental y motorizada por el anhelo de gloria deportiva con sus colores de pertenencia. Si en la Selección bien se ganó el mote de “jugador del pueblo”, en Boca la idolatría desbordante quedó reflejada en su presentación, con un estadio colmado por más de 50.000 personas.

Hay, también, un fuerte contrapunto, y es el que refiere al vínculo contractual que une a la estrella y la institución. La cifra se presenta como prohibitiva para el medio doméstico. Fuerte económicamente y ordenado en sus finanzas, Boca considera que puede permitirse un contrato altísimo. Como presidente, Daniel Angelici avaló el contrato de Tévez cuando como tesorero se había opuesto al de Juan Román Riquelme.

Al margen de esta cuestión, Carlos Tévez llega para vestir de gala al fútbol argentino, lejos de la foto del retiro y en pleno rodaje de la película de una trayectoria fuera de serie.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 7 de julio de 2015

La Selección ante un estigma imborrable

"Queriendo entrar en razón
y el corazón tiene razones
que la propia razón
nunca entenderá".
La Renga

Argentina volvió a perder una final, y cuesta mirar más allá de ese golpe que vuelve a impactar con fuerza demoledora. Puede analizarse el partido en Santiago, claro, pero para quien escribe estas líneas la Selección se volvió un misterio. En más de 20 años se probó todo y con todos, pero los títulos siguen siendo esquivos. El desenlace fue el mismo en las finales que ameritaban victorias, como la del Mundial 2014, y en las que en efecto el rival fue más, como la de la Copa América 2007. Ni con merecimiento ni con fortuna pudo cortarse la racha adversa.

Esta vez fue la frustración fue en el certamen continental de seleccionados y en sentencia por penales. Uno convertido, el de Lionel Messi; uno desviado, el de Gonzalo Higuaín, y otro atajado, el de Ever Banega, ahondaron todavía más el abismo. En 11 meses Argentina tuvo el destaque de llegar a la final del Mundial y la Copa América, y el dolor de perderlas. Las caídas ante Alemania y Chile pueden romper la cabeza de varios jugadores del seleccionado.

"No le encuentro explicación, quizás sea yo. Otra vez nos faltó esa cuota de suerte en las finales. Es un karma, no lo sé. Soy uno de los más grandes, hay que hacerse cargo de lo que queda. En la cabeza da vueltas dar un paso al costado y que venga otro”, expresó Javier Mascherano ante un desasosiego que conoce como nadie y sufre como el que más. Perdió las finales de la Copa América de 2004, 2007 y 2015 y la del Mundial 2014. Acaso sea un error pensar el fútbol en términos individuales, pero duele el dolor de Mascherano. Durante más de 10 años le aportó a la Selección jerarquía, calidad, inteligencia, entrega y liderazgo. Si algo merecía el fútbol argentino, los argentinos amantes del fútbol, era que Mascherano fuese campeón y que se eternice la imagen de Lionel Messi alzando un trofeo vestido de celeste y blanco.

Las razones de cada una de las finales perdidas desde 1995 pueden ser analizadas a partir de lo ocurrido en cada partido; pero, en su conjunto, la cadena de frustraciones no encuentra (yo no le encuentro) explicaciones. Pasaron un tendal de jugadores de alta jerarquía internacional y técnicos tan diversos como aptos sin que pueda quebrarse el maleficio.

En un análisis pormenorizado de los últimos 20 años del seleccionado aparecerán razones para entender desde la lógica de las acciones y omisiones la cadena de desencantos. No tengo capacidad para realizarlo. La Selección se me presenta como un enigma indescifrable.
(Foto: Ole.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 23 de junio de 2015

El escándalo FIFA y su costado argentino

El estallido en la FIFA por la investigación del servicio de inteligencia estadounidense todavía no conoce sus implicancias finales. Ya fueron apresados siete dirigentes y Joseph Blatter debió renunciar a la presidencia tras casi 20 años en el cargo. El futuro del suizo también puede estar en un calabozo. Decenas de millones de dólares que volaron de unas cuentas a otras para comprar voluntades en lo que refirió a las designaciones de las sedes para los últimos Mundiales son el núcleo del escándalo global.

La redada del FBI implicó a tres argentinos, no por recibir coimas sino por pagarlas, y de esa manera obtener derechos de televisación. Se trata de Hugo Jinkis, su hijo Mariano y nada menos que Alejandro Burzaco, el monje negro del fútbol argentino. Mientras que los Jinkis, dueños de Full Play, se entregaron días atrás en Buenos Aires, Burzaco lo hizo en Italia. En Bolzano, pueblo alpino italiano cerca de la frontera con Suiza, tiene arresto domiciliario (igual que los Jenkis en Buenos Aires) en un coqueto complejo a la espera de la extradición a Estados Unidos, donde su pena podría quedar morigerada de acuerdo a la información que aporte.

Torneos y Full Play se asociaron con la empresa brasileña Traffic para explotar las imágenes de la Copa América en la cual Argentina busca conseguir un título después de 22 años.

Por la acusación de pago de coimas, Burzaco fue desplazado como CEO y presidente de Torneos, empresa de la que de todos modos retiene el 20 por ciento del paquete accionario (DirecTV posee el 40 por ciento, la familia Nobal el 20 y el restante 20 es propiedad de un fondo de inversión extranjero). En los últimos años de vida de Julio Humberto Grondona fue una permanente voz en sus oídos que jamás dejó de ser escuchada por quien manejó con mano de hierro los destinos del fútbol argentino durante más de 30 años. Del informe de 164 páginas que hizo circular el FBI se desprende, con escaso margen de confusión, que Grondona era Burzaco y Burzaco era Grondona.

A pesar de cortar su tajada por ser uno de los propietarios, Burzaco se movía dentro de un sistema de cobros y pagos ilegales para beneficio de Torneos (socia del Grupo Clarín en la propiedad de la señal deportiva TyC Sports). Hasta ahora, llamativamente, el foco mediático se circunscribe al empresario, dejando de lado a la compañía, cuando el pago de coimas millonarias fue para beneficio de la empresa.

Fútbol para Todos, el programa estatal que le devolvió a la gente el derecho a ver fútbol por televisión, debería prescindir de cualquier vínculo con la sospechada empresa de contenidos deportivos. La relación ha sido estrecha, pese a que la iniciativa gubernamental establecida en 2009 venía a romper no solo un negocio vil, sino el paradigma instaurado por la otrora Torneos y Competencias. Ese paso definitivo es el que debería darse ahora.

Tiemblan los cimientos de la FIFA por la fehaciente comprobación de algo que siempre se supo. Tiemblan los cimientos de la AFA por algo que tampoco sorprende a nadie. Se destapan ollas del manejo que tuvo Julio Grondona, se agudiza la disputa por el mando en la sede de la calle Viamonte y se corrió el velo sobre Torneos, que a lo largo de 25 años extendió sus tentáculos a todos los ámbitos del fútbol argentino.
(Foto: Perfil.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 26 de mayo de 2015

La muerte, la falta de previsión y las miserias

Las muertes de Emmanuel Ortega y Cristian Gómez mezclaron lo trágico con la falta de previsión y expusieron la peor de las miserias: la búsqueda ventajera ante el dolor más profundo de dos familias. En diez días, el fútbol argentino sufrió un par de hechos luctuosos que obligan a revisar las circunstancias en las que se produjeron ambos decesos y también a posar la mirada sobre cuáles fueron las reacciones ante lo ocurrido.

El jugador de San Martín de Burzaco perdió la vida cuando un choque de juego habitual lo lanzó contra un muro de concreto a corta distancia de una de las rayas que demarcan el campo de juego. El golpe en su cabeza fue fatal, una doble fractura de cráneo con severo compromiso cerebral fue la causa de la muerte después de algunos días de crítica internación. Una pared tan cerca de la cancha –algo que se repite en muchísimos estadios del país- no implica otra cosa que un gran riesgo para los futbolistas. El de Ortega no fue el primer golpe de un futbolista contra esos diques de contención sobre los que se posan los alambrados, pero esta vez sí fue fatal. Como muchas veces las medidas solo llegan ante la tragedia, la AFA ordenó entonces el inicio de una serie de trabajos para que esas paredes no vuelvan a convertirse en una trampa mortal. Necesitaron el precio de una vida para darse cuenta.

Gómez se desplomó en pleno partido, con la camiseta de Patronato de Paraná puesta. Una falla cardíaca apagó la vida del futbolista rafaelino a los 27 años. Muerte súbita, de esas que parecen llegar sin aviso. Las maniobras de reanimación no fueron suficientes y llegó sin vida al centro médico al que lo trasladaron.

Sin embargo, Ariel Bulay, compañero de Gómez, alertó que hubo alarmas que fueron desoídas: "Nosotros nos hicimos los chequeos que requiere AFA, pero a Cristian no le había salido bien el electro. Decían que a él siempre le salía mal y entonces se tenía que hacer una ergometría, que es más complejo. Ahí le saltaba el mismo problema”. A esto se agrega la cuestión aún no aclarada sobre si había un desfibrilador para su utilización en el estadio y si la ambulancia que lo asistió era de alta complejidad como se requiere.

A las dos pérdidas siguieron actos miserables. Tras la muerte de Ortega, la mayoría de los clubes pretendían que en los partidos del fin de semana siguiente se hiciese un minuto de silencio, que todos los jugadores portasen un brazalete negro y que cada equipo entre a la cancha con una bandera conmemorativa. Pero primó la suspensión de la fecha, iniciativa de un reducido grupo de equipos a los que le venía bien un descanso ante otros compromisos. En lo que refiere al deceso de Gómez, el desatino fue mayúsculo. Tras su muerte, antes del inicio del partido ante Boca y Aldosivi la determinación fue un hacer un minuto de silencio antes del inicio, pero un par de horas más tarde se optó en cambio por la suspensión de Tigre-River. También ahí se midieron intereses. Cuando el partido ya se había suspendido por duelo, en el mismo terreno seguían enfrentándose los equipos de Reserva, y el público en las tribunas no era avisado de la determinación ya tomada.

Dos vidas quedaron truncas demasiado pronto, dos familias no lograran encontraran consuelo ni explicaciones por mucho tiempo. Los amigos sentirán la ausencia a cada momento, los compañeros de equipo no dejarán de pensar que podría haberles sucedido a ellos. La muerte muchas veces encuentra ayudas inestimables de los hombres, los mismos que luego, plenos de miserias, sacan ventaja ante el dolor. 
(Foto: Canchallena.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 7 de abril de 2015

La tecnología, el asistente que falta

El árbitro cobra penal y expulsa a un jugador. Minutos después revierte la decisión, no hay pena máxima y quien se iba rumbo a los vestuarios regresa al campo de juego. Déjà vu de lo que va a venir. Más tarde vuelve a cobrar penal para el mismo equipo, esta vez definitivo. Y poco después otra vez le muestra la tarjeta roja al mismo futbolista, que está vez sí termina anticipadamente en las duchas.

Podría haberse tratado de un cuento del inolvidable y genial Roberto Fontanarrosa, pero lo acontecido no ocurrió en el plano de la ficción literaria, sino de la realidad futbolera. Y fue un escándalo, que posteriormente reabrió un debate que ya no debería ser tal: si usar o no imágenes de video en virtud de la justicia deportiva.

Vélez y Arsenal se enfrentaban en el estadio José Amalfitani cuando Mariano Pavone y Daniel Rosero Valencia de arrojaron hacia adelante en el área del conjunto de Sarandí en busca de la pelota. La misma entró en contacto con la mano de un brazo extendido y Germán Delfino entendió que era una acción intencional del colombiano, acto por el cual cobró el consecuente penal. También le mostró tarjeta amarilla, que se transformaría en roja al ser la segunda que veía en el encuentro. Tras unos minutos de incertidumbre, el árbitro retrotrajo su sanción, por lo que no hubo penal y volvió el expulsado.

El debate se instaló entonces a partir de cómo fue que se tomó esa determinación. Sin quedar comprobado, se instaló que la vuelta atrás estuvo ligada a una revisión de las imágenes. Si efectivamente sucedió así (personalmente creo que es altamente improbable), entonces Delfino revirtió lo que hubiese sido una injusticia, pero violando los reglamentos para hacerlo, ya que está prohibida la consulta de imágenes. El contrasentido quedó circunscripto entonces al hecho de hacer justicia apartándose de los reglamentos.

La intervención de la tecnología mediante el uso de imágenes de las transmisiones televisivas achicaría el margen de error de los árbitros. Se incrementaría así la justicia deportiva, al tiempo que se reduciría la desconfianza. El fútbol debería superar el debate de si habilitar o no esta herramienta y avanzar hacia los patrones para definir su utilización.
(Foto: Clarin.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 31 de marzo de 2015

Las sanciones requieren de escalafón

En el fútbol argentino de Primera División las penas perecen haberse estandarizado, para los clubes y para los jugadores. Cualquiera sea el hecho violento que acontezca en un estadio, lo que seguirá no irá más allá de un encuentro de clausura para el público; y ante una tarjeta roja para un futbolistas, es una rareza que la suspensión exceda las dos fechas. No todas las faltas son iguales, motivo por el cual las sanciones deberían ser disímiles según cada caso. Algo elemental no lo es.

Es discutible si hacer que una institución juegue a puertas cerradas es el castigo que corresponde; pero, más allá de esa cuestión, es lo que está instalado. En este sentido, no se debe tomar con la misma gravedad que un espectador arroje un proyectil, como ocurrió en Godoy Cruz-Lanús, a que un grupo de personas arremeta contra la Policía y destruya un patrullero, que fue lo que aconteció en el trunco encuentro entre Arsenal y Aldosivi. Entonces, la medida disciplinaria que se tome no puede ser la misma en ambos casos.

Los graves incidentes ocurridos en Sarandí exponen además la falta de capacidad para evitar estos hechos o para repelerlos en el marco de una democracia una vez desatados. Un club familiar, de baja convocatoria y que disputaba un encuentro en un día hábil y en un horario laboral fue el marco de un caos vandálico. Cabe preguntarse entonces qué sucedería si lo mismo ocurriese con un equipo que moviliza a decenas de miles de personas.

En lo que respecta a los futbolistas, también las penas se han igualado. La gran mayoría de las veces, la suspensión por una expulsión es de una fecha, y en algunos casos se llega a dos. Otra cosa es excepcional, como lo será la pena que recaiga sobre Agustín Orión, que tuvo un profuso tratamiento mediático. El arquero de Boca estará afuera de las canchas entre cuatro y seis fechas por una temeraria salida que le causó a Carlos Bueno, delantero uruguayo de San Martín de San Juan, una fractura de tibia y peroné.

Antes las penas eran más duras y de tratamiento heterogéneo en lugar de ser igualadas todas con el mismo rasero. En el año 1967, Narciso “El Loco” Doval fue sancionado por la AFA con un año de suspensión por haberle tocado la cola a una azafata en un vuelo a Mendoza; un hecho de valor anecdótico, pero que expone lo impensable que se vuelve hoy imaginar que pueda salir de Viamonte una pena siquiera parecida.

Es elemental al impartir justicia que cada falta tenga un tratamiento y una sanción particular, como también es básico que los clubes no sean juez y parte. En el fútbol de la máxima categoría también deberían primar estos principios.
(Foto: Ole.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 17 de febrero de 2015

A la conquista de Sudamérica

No hay título más prestigioso en el ámbito de la Confederación Sudamericana de fútbol que la Copa Libertadores, y Argentina es el país que más veces alzó ese trofeo. Nuestro fútbol se consagró 23 veces por intermedio de ocho equipos distintos; desde Independiente, el primero, hasta San Lorenzo, actual defensor del título.

En esta edición, de los ocho grupos que conforman la primera instancia, seis tienen presencia argentina. Así, una buena performance en la fase inicial podría acomodar las llaves de manera tal que el fútbol nacional vuelva a tener un representante en la final, como ya ocurrió en 32 ocasiones desde 1960, cuando se inauguró la competición, hasta la fecha.

San Lorenzo aspira a retener el título que lo obsesionó tanto tiempo y lo hizo alcanzar el goce máximo en 2014. En tanto, Boca va por su séptima copa para convertirse en el máximo ganador de la historia junto con Independiente, que pese a muchos años de ausencia protagónica ganó el certamen más que ningún otro. Por su parte, River buscará volver a ser celebrar a 30 años de su primera conquista y 10 de la última.

Racing, vigente campeón argentino, quiere conseguir por segunda vez el título que consiguió hace medio siglo. Estudiantes, con su mística copera sin igual, sueña con alzar el trofeo por vez quinta vez. Por último, Huracán, clasificado tras ganar la Copa Argentina, apunta a ser la gran sorpresa en su segunda participación en la historia.

Argentina es el coloso del fútbol sudamericano, y en 2015 procurará volver a imponer su prestigio. El torneo en la que brillaron Ricardo Bochini, Juan Román Riquelme, Juan Ramón Verón y tantos otros, puede volver a quedar embanderado de celeste y blanco.
(Foto: Espndeportes.espn.go)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 27 de enero de 2015

El adiós de Juan Román Riquelme

"En la época de las autopistas, Riquelme prefiere viajar mirando el paisaje, más interesado por el camino que por la llegada". 
Jorge Valdano 

Con la pelota pegada al pie y la vista en todos lados a la vez, profesó un fútbol quijotesco; y pudo con casi todos los molinos de viento que aparecieron en su camino. Cautivó con su juego a muchísimos. A otros tantos los desencantó con algunas conductas. Nunca fue uno más. Juan Román Riquelme acaso haya sido un futbolista intemporal, que con características de un juego de otras décadas se hizo maestro de ceremonias en el fútbol tecnológico de esta era.

Su retiro es el adiós de un jugador que marcó una época en las canchas del fútbol argentino. Sus botines siempre estuvieron calibrados con precisión de excelencia, dispuestos a cumplir con los mandatos de una mirada sagaz y una cabeza prodigiosa. Esos zapatos ya no volverán a atarse. “He tomado la decisión de no jugar más al fútbol”, aseguró sin rodeos en una entrevista concedida a la señal de cable ESPN. Así fue su despedida, a los 36 años y después de haber jugado en la segunda categoría con Argentinos Juniors, club en el que se había formado.

"Tenía claro que para seguir jugando a la pelota tenía que ser algo que me interese", sentenció. Hecho económicamente, no le es combustible suficiente firmar un último suculento contrato en un fútbol exótico, en Estados Unidos o Asia. "Trabajé de lo que me gustaba, disfruté al máximo y me quedan muchos recuerdos. Estoy muy contento con la carrera que tuve”. Ya no había lugar para más.

Señalado en ocasiones por parte de la prensa (aunque siempre fueron más los elogios que las críticas), Riquelme logró algo invalorable, resguardo que solo alcanzan los grandes futbolistas: la admiración de sus colegas. En cualquier tarea, nada vale más que el reconocimiento de los pares. Ante el anuncio, distintos futbolistas de todo el mundo expresaron su admiración por el diez azul y oro; uno de ellos fue nada menos que Zinedine Zidane.

Destinado a perdurar en el recuerdo, logró ese favor a partir de haberse convertido en el mayor ídolo de uno de los dos equipos más popular del país. La imagen de Riquelme con la camiseta de Boca siempre estará en la más alta consideración para los hinchas xeneizes. Si se trataba de transcender, Román lo consiguió largamente.

Cosechó títulos a mansalva. Con Boca ganó cinco campeonatos locales, la Copa Argentina, la Recopa Sudamericana, tres Libertadores (2000, 2001 y 2007) y una Intercontinental. Alzó en dos años consecutivos la Copa Intertoto con el Villarreal, club al que llevó a los logros más altos de su historia, con un protagonismo en España y en Europa desconocido hasta su llegada. Vestido de celeste y blanco fue campeón del mundo Sub 20 en 1997 y olímpico en Beijín 2008.

Con o sin causa, siempre fue un rebelde. Ensimismado en su manera de entender el juego y el modo de transitar en los sinuosos pasillos del hiperprofesionalismo, no faltaron los conflictos. Los tuvo con los entrenadores; con Louis Van Gaal en Barcelona, con Manuel Pellegrini en el Villarreal y con Maradona en la Selección, aunque Diego no llegó a dirigirlo por la negativa de Riquelme de participar en su ciclo, lo que fue su segunda renuncia al equipo nacional, después de la de 2006. No fue buena su convivencia con Julio César Falcioni en Boca y, en menor medida, con Néstor Gorosito en Argentinos. Hubo, además, enfrentamientos con algunos compañeros de peso, siendo el más expuesto el que mantuvo con Martín Palermo. No dudó en parapetarse ante los dirigentes, enfrentándose públicamente con Mauricio Macri y Daniel Angelici durante sus presidencias en Boca. Tampoco creyó en eso de que el público es soberano y los mandatos de las tribunas son irrenunciables.

El retiro de Riquelme es el de un gran general del fútbol, un estratega talentoso y sutil como ya no quedan. Con lucidez suprema para leer el juego y un pie derecho de seda para ejecutarlo con maestría, se elevó muy por encima de la media. Habló en la cancha, con su juego y sus gestos, y también lo hizo frente a los micrófonos, con perfecta noción del impacto de cada una de sus frases, siempre con contenido. Futbolista fino y contestatario, nunca pasó desapercibido. Juan Román Riquelme fue un futbolista de excepción.
(Foto: Infobae.com-AFP)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 20 de enero de 2015

La vieja guardia, a la carga

Allí están, para acreditar su valía de largo recorrido, templados a partir de las experiencias de tantos años al frente de diferentes planteles. Si la nueva generación de entrenadores recogió elogios en el torneo pasado, la vieja guarda de técnicos está dispuesta a refrendar su vigencia.

A los 59 años, más de dos décadas después de su estreno como DT, Américo Rubén Gallego vuelve al ruedo al frente de su segundo ciclo en Newell´s. Campeón con el equipo rosarino (2004), con Independiente (2002) y con River en dos oportunidades (1994 y 2000), el Tolo es uno de los abanderados de una camada que no quiere perder terreno.

Miguel Ángel Russo volvió a Vélez, club en el que fue campeón en 2005. Con 58 años y más de 25 como entrenador, buscará revancha en Liniers después de que sus últimos pasos por la máxima categoría no hayan sido buenos. Enrolado en una corriente celosa de los detalles, trabaja en un club virtuoso. El primer desafío será determinante: el desempate con Boca por la clasificación a la Copa Libertadores.

Nacido en el mismo año que Russo, Edgardo Bauza buscará su primer título como entrenador en el fútbol argentino después de haber sido campeón en Perú y Ecuador y de haber obtenidos dos veces la Copa Libertadores, en 2008 con Liga de Quito y el año pasado con San Lorenzo. Libre de presiones en el semestre anterior, cuando la mirada del Ciclón solamente estaba puesta en el Mundial de Clubes, iniciará un torneo con la exigencia de pelear arriba.

También con 58 años, Julio César Falcioni retorna desde Chile al fútbol argentino para hacerse cargo de Quilmes. Después de sus malos pasos por Universidad Católica y All Boys, afronta un nuevo desafío para recuperar el prestigio que supo cosechar en el medio local. El Cervecero terminó último en el torneo anterior y promedió menos de de un gol por partido, por lo que lo espera una ardua tarea.

Los dos entrenadores más veteranos que tendrá la Primera División serán Ricardo Rezza, de 66 años, y Reinaldo Merlo, de 64. El técnico que al frente de Temperley logró dos ascensos en menos de seis meses vuelve a dirigir en la máxima categoría después de 16 años y Mostaza encara en Colón su decimotercer ciclo al frente de un equipo argentino después de haber dirigido a Los Andes, Chacarita, Belgrano, Estudiantes, Rosario Central, Douglas Haig, Aldosivi, dos veces a River y tres a Racing.

El atractivo torneo con el cual se cerró el año 2014 fue atribuido en buena medida a la impronta dada por una nueva generación de entrenadores. Se coronó Racing al mando de Diego Cocca en su puja con River, muy bien tejido por Marcelo Gallardo. Los técnicos que los dirigieron en sus años de futbolistas o los veían en el equipo rival siguen en ejercicio en una tarea mayormente expulsiva por la inclemencia de una exigencia constante.

La agrandada Primera División, con 30 equipos participantes, tendrá también un amplio espectro en cuanto a los entrenadores. Será una convivencia de competición entre una nueva oleada (Cocca, Gallardo, Rodolfo Arruabarrena, Matías Almeyda, Mauricio Pellegrino, Darío Franco), la generación intermedia (Néstor Gorosito, Leonardo Madelón, Gustavo Alfaro) y la vieja guardia.
(Foto: Canchallena.com.ar-FotoBAIRES)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 13 de enero de 2015

La Copa América debe ser un objetivo en sí mismo

Exactamente 11 meses después de la final de Brasil 2014, ante Alemania, Argentina saldrá al campo de juego del estadio La Portada de la Serena para enfrentar al Paraguay de Ramón Díaz. El 13 de junio, la Selección iniciará su participación en la Copa América, campeonato en el cual buscará acabar con una larga sequía de 22 años sin títulos.

La última conquista del seleccionado mayor fue en 1993, cuando en Ecuador defendió el trofeo que había alzado dos años antes en Chile para erigirse como bicampeón continental. El técnico era Alfio Basile, al mando de un equipo que contaba con Gabriel Batistuta, Diego Simeone, Oscar Ruggeri, Sergio Goycochea, Leonardo Rodríguez y Darío Franco, entre otros. Aquel ciclo de Coco terminó mal en el Mundial de Estados Unidos, cuando después de un arranque soñado ante Grecia y Nigeria apareció la efedrina para el luto del país futbolero. Sin un buen desenlace, de todas maneras aquella era dejó en el recuerdo a un gran equipo, el que logró los dos últimos títulos que ostenta el seleccionado.

Argentina había llegado a Chile 1991 con un lastre de 32 años sin ser el primero de los seleccionados sudamericanos, con las distintas denominaciones y los diferentes formatos que tuvo el torneo a lo largo del tiempo. Así, en los últimos 54 años la Selección apenas se quedó dos veces con la Copa América.

El objetivo primordial de todo proceso es, indudablemente, el Mundial; pero el tránsito de cuatro años no debe reducirse a un banco de pruebas permanente, con la mirada puesta siempre más en ese horizonte que en el presente. El torneo que arrancará en Santiago de Chile el undécimo día del sexto mes del año tiene que ser un objetivo en sí mismo para Argentina, al margen de la proyección hacia Rusia 2018.

Varias veces en ediciones anteriores la Copa América fue vista como una escala, como una parada intermedia y no como un destino. Entonces, se conformaron planteles sin lo mejor que se tenía a disposición, circunstancia que no pocas veces se vio forzada por la presión de los clubes europeos o, incluso, por la propia voluntad de los jugadores.

¿Tiene sentido que un seleccionador se prive de un jugador de gran actualidad porque su edad lo sitúa fuera del próximo Mundial? ¿Debe un entrenador ser complaciente con los pedidos de los clubes europeos? ¿Es lógico que se le conceda a un futbolista ese período de descanso en lugar de marcarle lo relevante del torneo?

Es cierto que la Copa América, como torneo, ha hecho mucho por desprestigiarse. La jugó Japón como invitado, y este año participará Jamaica (último rival de Argentina en el Grupo B). México, pese a no pertenecer a la Confederación Sudamericana de Fútbol, lleva varias ediciones como participante fijo, y Estados Unidos también formó parte en más de una edición. Pese a esto, Argentina debe competir con lo mejor y preparándose sin ahorrar recursos.

A pocos meses de asumir su cargo como entrenador, Gerardo Martino debe ver en la Copa América un objetivo en sí mismo, sin ayer ni mañana. Argentina necesita, de una vez, volver a ser campeón.
(Foto: Taringa.net)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com