martes, 30 de diciembre de 2014

San Lorenzo, River, Racing y Huracán, los campeones del año

El año se va con cuatro equipos laureados: San Lorenzo, en la cima de América con la Copa Libertadores; River, campeón del torneo Final y la Copa Sudamericana; Racing, portador del título del certamen disputado en el segundo semestre del año, y Huracán, que conquistó la Copa Argentina. Para cada uno de los cuatro clubes, las respectivas vueltas olímpicas tuvieron una significación especial.

A mitad de año, llegó a su final la mayor obsesión de San Lorenzo: el elenco azulgrana alzó la Copa Libertadores para ponerle punto final a una historia de desencuentros con el mayor trofeo del fútbol sudamericano. De la mano de Edgardo Bauza, el Ciclón ganó el torneo con sólidos merecimientos. Fuerte en defensa y rápido en ataque, con un mediocampo moviéndose al compás del doble pivote central compuesto por Néstor Ortigoza y Juan Mercier, encontró respuestas para casi todos los interrogantes que le plantearon sus adversarios. De menor a mayor, creció hasta la máxima gloria.

La consagración fue ante Nacional de Paraguay, pero para llegar a esa instancia tuvo que dejar en el camino a poderosos equipos. Selló su clasificación en la fase de grupos al derrotar 3-0 a Botafogo, equipo ante el que había caído 2-0 en Brasil en el estreno copero. En las dos primeras instancias de eliminación directa volvió a encontrarse con equipos brasileños y en ambos casos definió de visitante: eliminó a Gremio por penales en octavos y sacó a Cruzeiro en cuartos después de un gran segundo partido. En semifinales arrazó: goleó a Bolivar 5-0 en el Nuevo Gasómetro y ya con la llave resuelta cayó 1-0 en la revancha en La Paz. No fue un camino sembrado de rozas; como tampoco lo fue la final, en la que tuvo sus padecimientos, como el empate sobre la hora en Asunción. Pero ganó en su casa y fue campeón, el equipo campeón más esperado de la riquísima historia de San Lorenzo.

Para River, volver a situarse en la cima del fútbol nacional implicó exorcizar a sus propios demonios. Fue cortar con un período de seis años sin títulos, que transcurrieron en la peor era de su historia, con conducciones que esquilmaron a la institución y propiciaron lo que parecía imposible: el descenso del equipo más veces campeón del fútbol grande de la Argentina. El título de la reivindicación llegaba además con tu técnico fetiche, Ramón Díaz.

Apenas bajado de la ola del festejo, el riojano -acaso más en una jugada que medía beneficios futuros-, renunció a su cargo. Fue un impacto para River. Rápido, fue por otro hombre de la casa: Marcelo Gallardo. Pese a su buen desempeño como entrenador en Uruguay, donde había sido campeón con Nacional, su llegada era una incógnita para el gran público; no así para Enzo Francescoli, mánager del club, quien no dudó en ir a buscarlo.

Y con el Muñeco las cosas fueron mejor que con Ramón, porque River jugó mucho mejor. Intensidad, buen toque, presión, rotaciones, concepción colectiva y gran capitalización de las individualidades fueron algunas de las líneas que convirtieron a un equipo campeón en otro todavía superior. Y así llegó la consagración en la Copa Sudamericana para cortar con una sequía de títulos internacionales de 17 años. El único error de cálculos de Gallardo fue cuando en el trascendental partido ante Racing ni siquiera concentró a los habituales titulares y la derrota le costó lo que pudo haber sido un doblete de títulos.

Pero no existe la historia de lo que pudo haber sido, y la realidad es que Racing fue el campeón de la segunda parte del año, de un torneo fantástico, en el que hubo grandes partidos y orilló los 500 goles. La Academia se consagró con la vuelta de un hijo pródigo, Diego Milito, cuya imagen será para siempre la síntesis de este logro. Pese al agotamiento de sus piernas, consecuencia lógica de una larga y exitosa carrera en Europa, marcó evidentes diferencias; puso su jerarquía y liderazgo como locomotora del equipo.

“Prefiero perder el clásico y salir campeón”, había dicho Diego Cocca, técnico llegado para este torneo, en la víspera del cruce ante Independiente. Y el choque de la quinta fecha fue victoria para el Rojo en el estadio Libertadores de América. Entonces, las críticas –muchas despiadadas- arreciaron contra el entrenador y algunos futbolistas. Pero Cocca, que a mitad de año había ascendido con suceso a Primera División con Defensa y Justicia, fue torciendo el rumbo. Más pragmático y menos osado, encontró el equilibrio y la fortaleza para llegar al título.

Contra los libros de la ortodoxia futbolística, Racing ganó en campeonato por sus resultados de visitante y más por no recibir goles que por hacerlos. El primer ítem se explicita en haber sido el equipo que más puntos sacó fuera de su estadio, 22, y el que marcó más goles, 20 (en el estadio Presidente Perón anotó 11). El segundo, es más evidente: ganó en las últimas seis fechas del torneo sin recibir goles, y solo le marcaron uno en las últimas nueve.

Huracán fue quien se adjudicó la Copa Argentina tras vencer por penales a Rosario Central en San Juan. Fue su primer título en más de 40 años y le permitirá volver a disputar la Copa Libertadores también después de más de cuatro décadas. Haberse quedado con el torneo federal fue para el conjunto de Parque Patricios dejar atrás años de frustraciones en instancias decisivas. El Globo se consagró con un técnico de la casa, alejado de las grandes marquesinas, Néstor Apuzzo, y con varios jóvenes de muy buena proyección.

Además de la Copa Argentina, Huracán logró algo acaso todavía más importante: el regreso a la máxima categoría. Después de ganar el desempate jugado con Atlético de Tucumán en Córdoba, terminó el año de la mejor manera: de regreso en el lugar que merece en la historia del fútbol argentino y con un trofeo en alto.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 23 de diciembre de 2014

Para perder había que llegar hasta Marruecos

San Lorenzo cayó ante el Real Madrid porque consiguió el mayor logro de su historia. Sin la conquista de la Copa Libertadores no hubiese podido ponerse cara a cara con uno de los clubes más poderosos del planeta y el más laureado de la historia. Con la conquista de la América futbolera, el Ciclón le puso este año fin a una propia historia de desavenencias con el máximo trofeo del ámbito sudamericano. La tristeza por la derrota en la final del Mundial de Clubes no empaña ese logro, y hace de 2014 un año histórico para la institución azulgrana.

El choque en el Gran Estadio de Marrakech, en Marruecos, enfrentó a dos equipos con una notable desigualdad. La diferencia es tan obvia en todos los aspectos que no hace falta detenerse a puntualizarla. Ocurre que a veces el fútbol sabe igualar lo que parece imposible de emparejar; sobre todo cuando se trata de un solo partido, sin ayer ni mañana. Sin embargo, esta vez no hubo una ruptura de status quo de la pelota y sucedió lo esperable con la victoria merengue.

Edgardo Bauza optó por un planteo basado en el tenor del rival: intentar anular al conjunto madrileño y apostar todo a un tiro certero. Con esa idea es cierto que San Lorenzo nunca estuvo cerca de ganar el partido; tanto como que el Real Madrid estuvo lejos de su mejor versión. Si los dirigidos por el italiano Carlo Ancelotti no estuvieron cómodos fue por una oposición esforzada. Fueron superiores, sí, pero sin brillo; fueron justos ganadores, sí, pero resolvieron el partido más con dos errores de San Lorenzo que con méritos propios. Si así se dieron las cosas es porque el partido que pensó el técnico rosarino mundialista en Italia 90 no fue desacertado.

Como suele suceder ante una elección como la de San Lorenzo, no faltaron las críticas y hasta la descalificación. Sobran grandes inversores y generosos mecenas con el dinero ajeno. San Lorenzo tenía que plantear un partido desde una inferioridad real. Salir a una disputa de ataque por ataque implicaba negar esa realidad. Algunos pueden considerar que jugar un partido así hubiese tenido a la victoria como una posibilidad más concreta. Otros, que se hubiese sufrido una derrota histórica. Todo lo que lo que no fue, lo que pudo haber sido, pertenece al incontrastable mudo de las suposiciones.

Entonces, para muchos, ante perder o perder, la mejor opción era arriesgar. Pero no se detienen en algo que va de suyo: Bauza no pensó un planteo agazapado para perder, sino para ganar. Entendió que la mejor receta para buscar la victoria era correr el riesgo de jugar más cerca de su arco que del otro, atrincherándose. Lo hizo desde la enorme diferencia real que hay entre ambos equipos. No le salió, lo que no quiere decir que la idea haya sido inapropiada.

Se cierra para San Lorenzo un año formidable, en el que fue campeón argentino y campeón de América. No pudo con el Real Madrid, ante el que lo enfrentó como corolario de un gran camino.
(Foto: AP)

Patricio Insua 
patinsua@hotmail.com

martes, 2 de diciembre de 2014

La medida Messi

El Balón de Oro es un premio de gran prestigio, pese a que cada vez más el trofeo aparece envuelto en un halo de intereses marketineros y lobbies empresariales. Por sus actuaciones en 2014, Lionel Messi fue considerado por octava vez consecutiva para integrar la terna de la cual saldrá el mejor futbolista del año para la FIFA y la revista France Football. El rosarino es el único que ganó cuatro veces el galardón y verá si el voto de los técnicos y capitanes de los seleccionados más los de un un grupo de periodistas se lo otorga por quinta vez.

No son pocos -y si lo son han hecho oír su voz- los que consideran que no fue un buen año del crack del Barcelona. La afirmación, que no deja de ser temeraria, solamente puede hacerse a partir de comparar a Messi con la mejor versión del propio Messi. En la carrera contra el resto, no dejó de ser el mejor.

Este año condujo a la selección argentina a la final de Brasil 2014, Mundial en el cual la FIFA lo condecoró como el mejor jugador del campeonato, y sostuvo el protagonismo del equipo catalán en España y en Europa. Además, recientemente estableció dos marcas que parecen destinadas a perdurar por décadas, sobre todo porque estirará sus números: se transformó en el máximo goleador de la historia de la liga española y de la Champions League. Al margen de sus más de 50 goles en el año y la estadística que establece números de época, Messi volvió a desplegar en 2014 ese juego que agotó elogios: definiciones imposibles, gambetas supersónicas, asistencias quirúrgicas y un prodigioso dominio de la pelota en cualquier circunstancia.

Después de haberlo ganado en 2009, 2010, 2011 y 2012, Messi competirá por un nuevo Balón de Oro con Cristiano Ronaldo y Manuel Neur. El portugués aparece como el favorito, para repetir su consagración de 2013; mientras que el arquero alemán campeón del mundo paga en las casas de apuestas 25 a 1. Ahí, en la gala de Zúrich, volverá a estar una vez más Lionel Messi, el mejor jugador del mundo; con o sin Balón de Oro.
(Foto: Sport.es)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 18 de noviembre de 2014

No hubo elogios anticipados, sino merecidos

A tres fechas del final del torneo, River marcha puntero y está en la víspera del primer superclásico de una serie de dos por un lugar en la final de la Copa Sudamericana. El final del año lo encuentra en plena disputa de dos frentes. No ha cedido protagonismo, pese a que su forma no es la misma que expuso en el inicio del semestre. El desgaste no implica, necesariamente, una crisis en su idea y ejecución de juego.

Los elogios que Marcelo Gallardo recibió en el inicio de su gestión al frente del equipo no fueron prematuros, sino merecidos. El Muñeco estableció desde su llegada una dinámica de juego que rompía con lo anterior. Logró en un brevísimo tiempo mejorar sustancialmente a un equipo campeón con una muy evidente idea colectiva que potenció individualidades y se robusteció desde esos destacados rendimientos personales. El entrenador logró una versión muy alta de algunos futbolistas de los que no era esperable que lo consiguiese.

De los últimos nueve puntos en disputa por el campeonato River apenas pudo rescatar uno. Se redujo su ventaja al mínimo y el próximo fin de semana irá a Avellaneda para enfrentar a Racing, su escolta y equipo que sumó 16 de los últimos 18 puntos que disputó. El momento determinante no tiene al Millonario en su mejor versión, pero ya demostró que tampoco la necesita para imponer condiciones y ganar; aunque con mayor esfuerzo, claro está.

El final del año implica además sobreponerse a adversidades propias, más allá de las que general los rivales que ya tomaron nota de las virtudes del equipo. Se trata de las ausencias dadas por las lesiones generadas por el desgaste físico, por sanciones disciplinarias pro las tarjetas y por la sesión de jugadores a los seleccionados, como ocurrió con Leonel Vangioni, Teófilo Gutiérrez y Carlos Sánchez.

Superclásico, defensa de la punta ante el escolta y otra vez ante Boca en el cruce decisivo. La hoja es de altísima exigencia. Tan cierto es que River no la afrontará con la misma frescura y potencia de las primeras fechas como que no ha dejado de ser el equipo más destacado. Su bajón no es crisis. Acaso le toque cerrar el año con las manos vacías, el fútbol sabe de esas muecas. Como sea, lo que hizo Gallardo con su equipo sigue mereciendo el elogio.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 28 de octubre de 2014

Una certeza que conlleva muchas dudas

De cara al año próximo, ya casi recibiéndolo, el fútbol argentino tiene algo en claro: su principal torneo lo jugarán 30 equipos. Sin embargo, todo lo que refiere a cómo se estructurará ese certamen despierta varias incógnitas que todavía no han sido dilucidadas.

No lo dicen públicamente, pero tampoco lo callan por lo bajo. La mayoría de los dirigentes de los clubes de Primera División sabe que fue un error haber apoyado la creación de un megatorneo. Deportivamente sin un atractivo especial y de difícil viabilidad económica, el futuro próximo presenta más interrogantes que certezas.

Sin posibilidades de volver sobre los pasos dados, la encrucijada se cierne entorno a qué formato darle al torneo. Se aprobó un cambio que tenía como único parámetro un crecimiento del 50 por ciento entre los clubes participantes de la máxima categoría del fútbol nacional. Todo lo demás no se sabía. Ni se sabe aún. El fallecido Julio Humberto Grondona había propuesto una Primera División agrandada, y sus propuestas eran órdenes. Los que entonces votaron sumisos ahora no saben cómo arreglar el desatino.

En el umbral del anteúltimo mes del año, la incertidumbre sobre cómo será la competencia en 2015 es total. En consecuencia, la planificación de los clubes se hace imposible. Los entrenadores y los dirigentes no pueden organizar la pretemporada por no saber cuándo comenzará el torneo y cuál será el formato del certamen. Tampoco se sabe si la temporada será anual o si el primer semestre del año próximo volverá a ser de transición para luego disputar el año futbolístico de agosto a junio, en línea con las ligas europeas. La incertidumbre sobre el principal torneo se extiendo consecuentemente a todos los del ascenso.

Tal vez un torneo de 30 equipos sea beneficioso para el nivel fútbol argentino, acaso potencie equipos menores y consolide a los de mayor jerarquía; incluso hasta económicamente incremente ingresos para tener una mayor torta para repartir con parámetros equitativos. No se sabe, se verá en el futuro. Lo que sí debería conocerse ya es cuál será el formato de un torneo que golpea la puerta.
(Foto: Clarin.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 30 de septiembre de 2014

El que fue y el que pudo ser


Gerardo Martino es el entrenador del seleccionado nacional, y Diego Simeone bien pudo haber ocupado ese lugar. El rosarino fue designado para guiar al equipo nacional en el inicio de la era post Julio Grondona, en tanto que quien fuera el primer jugador en llegar a 100 partidos con la casaca celeste y blanca continúa al frente del Atlético de Madrid, club en el que generó una transformación excepcional. Cada uno observa y piensa el fútbol a su manera, pero con ideas que se entrecruzan y expresan con meridiana claridad conceptual cuando la charla se ahonda bajo superficial.

Eso fue lo que consiguió Cristian Grosso, uno de los mejores periodistas gráficos de la prensa deportiva argentina. Entrevistó a ambos protagonistas para el diario La Nación, en dos charlas de las que se desprendieron conceptos centrales del conductor albiceleste y del técnico argentino más exitoso en Europa.

Pese a contar con Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, y otros atacantes de elite mundial, como Ángel Di María, Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín, Martino postula que en un equipo con esas fortalezas “también hay que correr, hay que presionar y a veces hay que trabar con la cabeza”. Esa premisa de exigir el máximo esfuerzo, sin concesiones, explica parte del éxito de Simeone en España y Europa.

En un adelanto de lo que pretende para Argentina, el Tata expuso que su ideal sería “una síntesis entre la presión de la selección de Paraguay y el juego de Newell's”. Por su parte, Simeone valoró haber logrado “un estilo diferente al que se juega en España, basado especialmente en la impronta de Barcelona” y agregó que “con otras armas, con otras formas, igual se puede competir”. Contra la cátedra futbolística que muchas veces señala acusadora métodos y formas que le son ajenos, amplía el escenario: “No tenemos la verdad de nada, no hay una fórmula”.

Martino y Simeone profesan la comunión humana como punto de partida deportivo. “En Europa no importa si hay tanta cercanía, si somos tan amigos (…), pero yo creo que todos los emprendimientos que terminan bien tienen una solidez grupal”, asegura el DT campeón con Newell´s. “Se encontraron distintas personalidades pero con gustos afines por competir por lo mismo”, repasó el Cholo sobre el tránsito que lo llevo a ganar la liga española, la Europa League, la Copa del Rey, la Supercopa de España y la Supercopa de Europa.

Sobre el vínculo con los futbolistas y lo que pretende al tenerlos bajo sus órdenes, Martino subrayó que le “importa mucho tener jugadores valientes para llevar adelante una propuesta que implica riesgos”. No le faltó osadía al plantel dirigido por Simeone, que logró en la capital española un equipo dispuesto a seguirlo a ultranza. En el convencimiento a cada futbolista y, a colación, en la confianza ciega de cada uno de ellos en el técnico se forjó el Atleti multicampeón. Esa búsqueda emprenderá Martino, el presente del seleccionado; la que logró Simeone, acaso el futuro del equipo nacional.
(Foto: Mundodeportivo.com - AP)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 5 de agosto de 2014

El final de una era que marcó a fuego el fútbol argentino

Con la muerte de Julio Humberto Grondona llegó a su fin un ejercicio de poder absoluto como pocas veces se conoció en cuestiones públicas. El fútbol hace mucho tiempo que dejó de ser solamente fútbol; en Argentina es un hecho cultural con grandes implicancias sociales. La pelota y los muchos satélites de fuertes interesen que orbitan entorno a ella se movían en un complejo equilibrio dominado por Don Julio, con un talento maquiavélico para el muñequeo político que no se hereda ni se enseña.

Durante 35 años mandó con mano de hierro en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) haciendo y deshaciendo a su entera voluntad, con la cintura y la habilidad necesarias para no confrontar con otras cúpulas, aliándose así a cada gobierno, fuese radical, peronista, aliancista, transversal o militar.

Extendió su influencia a una de las multinacionales más grandes del planeta: la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). Era vicepresidente desde 1988 y el máximo responsable de sus finanzas, en un negocio que mueve la friolera de más de 1.000 millones de dólares por año. Tan relevante era su figura que fue el principal artífice de la llegada de Joseph Blatter a la presidencia. En un agradecimiento extendido en el tiempo, el suizo tomaba cada decisión solo con su aval; así, no dudó en cruzar el océano Atlántico para despedir los restos del adalid.

En la FIFA era la voz y la representatividad del fútbol sudamericano. Con el imperio europeo en la sede de Zúrich, no son pocos los que creen que la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF) quedará muy relegada en el contexto mundial. Los directivos de la CSF dejaban todo en sus manos para defender los intereses de esta parte del mundo futbolero.

El hombre que fundó a Arsenal de Sarandí y presidió durante dos años a Independiente hizo de la AFA su feudo con marco legal. El estatuto de AFA le permitió nombrar a los miembros del Tribunal de Disciplina, el Colegio de Árbitros, el Tribunal de Apelaciones y el Consejo Federal. La división de tareas y criterios era una pantomima. Cualquier documento solo tenía validez con su rúbrica. El Comité Ejecutivo lo reelegía una y otra vez a partir sus 49 miembros, una síntesis poco democrática de los más de 4.200 clubes que aúna la casa matriz del fútbol argentino.

Armó un andamiaje para tener a todos comiendo de su mano. En la medida que los ingresos de la AFA se multiplicaban, crecían las deudas de los clubes. Las cuentas deficitarias eran una herramienta de dominación. Cuando una nueva dirigencia asumía en un club y se presentaba en el edificio de la calle Viamonte, era recibida con una lista de los cheques emitidos y adeudados. Hubo clubes quebrados y decenas concursados. Los grupos inversores encontraron margen para rapiñar en instituciones famélicas.  Además, amparó, protegió y acomodó en cargos internacionales a ex presidentes que hicieron las peores tropelías en sus clubes.

Los dirigentes más que sufrir el despotismo parecían admirarlo. Si Grondona fue una referencia para los hombres más poderosos del país, para los directivos del fútbol fue un dios mundano; tenían por él la misma devoción que los futbolistas profesan hacia Maradona. Sin embargo, como a rey muerto rey puesto, comienzan a escucharse voces de quienes eran mudos en el Comité Ejecutivo. Ahora sacan pecho, reclaman y señalan.

Durante más de dos décadas le entregó a una empresa privada la llave del mayor negocio: los derechos de televisión. Siderales ganancias erigieron un emporio desde la nada y el fútbol solo veía migas de lo que generaba al ser la materia prima y la manufactura. Los partidos y los goles fueron encerrados en cables y sistemas codificados. Un partido que se iniciaba el viernes antes de que cayese el sol recién podía verse poco antes de la medianoche del domingo. Nunca faltaron indicios para creer que Grondona y esa empresa eran un mismo elemento.

La violencia en el fútbol dejó en del Debe de su gestión alrededor de 200 muertos y un sinfín de hechos delictuales cada fin de semana. Las barrabravas, asociaciones ilícitas, multiplicaron sus tentáculos. Lejos de ser un problema que debía ser resuelto solamente por el fútbol (la Justicia, las fuerzas de seguridad y la política también actuaron de modo pernicioso), de todas maneras procuró poner un velo que cubriese la cuestión, y por eso ni siquiera permitía en la sede de AFA el ingreso de los familiares de la víctimas para presentar un petitorio.

Su gran logro y su mejor carta de presentación fue la Selección. Defendió los procesos y puso al equipo nacional al tope de las prioridades en la cabeza de los futbolistas, los entrenadores y los dirigentes. Para su preparación creó primero y modernizó después un predio de primer nivel mundial, el de Ezeiza. Extendió la lógica a los seleccionados juveniles, lográndose en su gestión seis títulos del mundo Sub-20. Sin embargo, la Selección dejó de ser su gran medalla a partir de 2006, cuando los partidos preparatorios del conjunto nacional fueron entregados a una empresa privada para su comercialización, los ciclos de los entrenadores dejaron de durar cuatro años y los combinados de menores fueron puestos en manos de entrenadores que no eran especiastas. Así y todo, estuvo muy cerca de irse con un nuevo título del mundo.

Grondona manejó todo hasta el último día. Desde la elección del técnico de la Selección y el multimillonario negocio de la televisión hasta un corriente inconveniente en la Primera D eran resueltos a sus órdenes. “Esto lo arregla Julio” era la frase que se escucha muchas veces cada día en la AFA. Murió en su cargo y con plenos poderes, como más de una vez se había animado a anticipar. La sucesión está en marcha y es de esperar que sea virulenta. Es mucho lo que hay en juego. El fútbol argentino se encuentra entre la oportunidad de despegarse de viejos vicios y el peligro de profundizarlos.
(Fotos: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 15 de julio de 2014

No se pudo, pero vale mucho

El resbalón en el último escalón da más pesar que haber perdido el equilibrio en el umbral de esa escalera que fue el Mundial. El dolor es profundo aunque no exista nada para reprocharse. Pese a haber dejado todo, perdura la idea de que podría haberse hecho algo más. Se instala la mueca por el error que no debió ser, por el detalle en el que no había que fallar. Fue muy importante lo que se consiguió, pero fue agrio el desenlace

En Brasil 2014, Argentina fue de menor a mayor, creció como equipo conforme aumentó la exigencia y recibió un golpe demoledor en el minuto 113 de la final. El gol de Mario Götze enterró la ilusión de bordar la tercera estrella. Pese a la tristeza por la derrota, hay que poner en medida el enorme valor haber vuelto a estar en una definición mundialista, la quinta en la historia del fútbol argentino tras las de 1930, 1978, 1986 y 1990.

Alemania fue el mejor equipo del campeonato, un conjunto producto de un proceso de casi una década; pero en el último partido del Mundial, en el choque por el título en el estadio Maracaná, Argentina fue más que el seleccionado germano. Como nunca, quedó demostrado que en la elite la diferencia la hacen los detalles, en los cuales la Selección no estuvo fina y los teutones fueron quirúrgicos. Una inmejorable en el tramo inicial del partido, otra en los pies del mejor jugador del mundo y una más en el alargue fueron las tres muy claras situaciones de gol que no capitalizó argentina. Alemania, perdonado, no perdonó.

Argentina viajó al Mundial con muchos interrogantes en la defensa y pleno de certezas en ataque. En Brasil la ecuación se invirtió y el equipo soldó una armadura en el fondo (el arquero, los cuatro defensores y el magnánimo Javier Mascherano) y perdió el fuego ofensivo que había sido su principal característica. Lionel Messi salvó al equipo en los tres partidos del grupo y en el choque de octavos de final. Ante Bélgica, en cuartos, jugó acaso como nunca para el equipo y mejoró el cuadro final con sus pinceladas únicas. En la semi y la final -instancias a las que se accedió por sus actuaciones precedentes- padeció la marca férrea y, sobre todo, la ausencia de compañeros con quienes generar un fluido diálogo futbolístico. Sufrió a lo largo del Mundial el bajo rendimiento y las lesiones de todos sus socios de ataque, lo cual quedó muy en evidencia en los últimos dos partidos.

Parecía un Mundial escrito para Argentina. Todo fue acomodándose de tal manera que el destino final no podía ser otro que la copa adornada con los colores celeste y blanco, como en 1978 y 1986. Pero no fue. Sin embargo, la Selección volvió un lugar del que se había alejado por casi un cuarto de siglo. Eso vale mucho.

(Foto: FIFA.com)
Patricio Insua
patinsua@gmail.com

sábado, 12 de julio de 2014

Lo merecen

Lo merece Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, porque la postal con la copa después de tanto sufrir lo ubicaría en un lugar de dimensión eterna.

Lo merece Javier Mascherano, por su ya insuperable Mundial y por su entrega sin medir consecuencias en más de 100 partidos en el seleccionado.

Lo merece Ángel Di María, por su trajinar inagotable y por ese llanto al saberse fuera de la semi por una lesión que no está dispuesto a que lo deje sin final.

Lo merece Sergio Romero, por su gran Mundial tras muchos cuestionamientos previos y por esa definición por penales que ya lo dejó en la historia.

Lo merece Gonzalo Higuaín, por su montón de goles y por un torneo en el que jugó mucho más para el equipo que para él.

Lo merece Sergio Agüero por haber superado un desgarro en tiempo récord y por esperar su lugar siendo una estrella mundial.

Lo merece Pablo Zabaleta, que disputó todos los minutos del Mundial afianzado en el lateral derecho, puesto huérfano mucho tiempo.

Lo merece Ezequiel Garay, de bajo perfil y alto rendimiento después de un largo recorrido desde las selecciones juveniles.

Lo merece Martín Demichelis, que después de haber quedado marginado de Alemania 2006 dijo que no quería vivir más y ahora está en una final del mundo.

Lo merece Marcos Rojo, el preferido de las críticas antes de llegar en Brasil y ya en Brasil acaso el mejor lateral izquierdo de la Copa.

Lo merece Ezequiel Lavezzi, de enorme sacrificio táctico incluso contra sus mejores posibilidades en virtud del conjunto.

Lo merece Lucas Biglia, que se ganó su lugar entre los once en la parte más exigente del Mundial y se trasformó en un jugador clave.

Lo merece Fernando Gago, intransigente con su manera de entender el fútbol, modo que le sirvió al equipo para salir de momentos de confusión.

Lo merece Enzo Pérez, que respondió con creces a la confianza del técnico, nada menos que en cuartos y semifinales en lugar del indispensable Di María.

Lo merece Maximiliano Rodríguez, que disputa su tercer Mundial y pateó con alma y vida el penal que nos devolvió a una final después de 24 años.

Lo merece Rodrigo Palacio, que a pesar de su tobillo maltrecho saltó a la cancha para fajarse con los defensores rivales en virtud de sus compañeros.

Lo merece José Basanta, de aporte silencio ante las sonoras críticas, quien cumplió su rol a la perfección cuando se lo necesitó.

Lo merece Federico Fernández, quien atravesó todo el ciclo en el sector más sensible del equipo y debió dejar su lugar en el momento menos deseado.

Lo merece Ricardo Álvarez, que tuvo un puñado de minutos ante Nigeria y mantuvo su talento a disposición en caso de ser requerido.

Lo merece Hugo Campagnaro, el más veterano del plantel, el que acá solo jugó en el ascenso, titular en el debut y luego dispuesto a sumar.

Lo merece Augusto Fernández, el único futbolista de campo que no jugó en los seis partidos, pero le ganó a la adversidad de su cuerpo y entró en lista.

Lo merece Mariano Andújar, suplente por segundo mundial consecutivo pero siempre feliz de ocupar un lugar en la Selección.

Lo merece Agustín Orión, hombre muy fuerte del torneo local que asumió sin complejos su lugar, sabedor de que el Mundial no le daría ni un minuto en cancha.

Y lo merece Alejandro Sabella, que tomó a la selección cuando no era un equipo y armó un conjunto colectivo y que acomodó las piezas con maestría en el momento más complejo del Mundial.

Lo merecen ellos. Lo merece el fútbol argentino. Ojalá suceda.
(Foto: AFA.org.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 8 de julio de 2014

Final de una espera de 24 años

El 3 de julio de 1990 seguirá siendo un día de enorme gloria en la historia del fútbol argentino, pero ya no será un muro infranqueable, ya no determinará un mojón que no se puede superar. Aquella noche, la del Maracanazo de Nápoles, cuando la Selección se metió en la final del Mundial de Italia después de derrotar a los dueños de casa, dejó de ser en Brasil 2014 la última semifinal disputada por el seleccionado nacional. Después de 24 años, Argentina está otra vez entre los cuatro mejores de la Copa del Mundo, algo que consigue por quinta vez en su historia.

El obligado ejercicio de la memoria manda a detenerse en los jugadores que en distintos momentos a lo largo de casi un cuarto de ciclo fue mucho lo que le dieron a la Selección. No lograron protagonizar una instancia como la que espera a los actuales integrantes del seleccionado en Brasil 2014 pese a lo mucho que hicieron y lo no menos que intentaron. Gabriel Batistuta, Diego Simeone, Roberto Ayala, Javier Zanetti, Juan Pablo Sorín, Hernán Crespo, Juan Sebastián Verón y Gabriel Heinze. La lista se puede ampliar y también sería justo agregarle al menos un par de entrenadores.

Frente a Holanda, Argentina irá por la quinta final de su historia. La buscará con el genio de Lionel Messi y el aliciente del firme funcionamiento colectivo expuesto ante Bélgica, muy superior al mostrado en la fase de grupos y en los octavos de final.

Las frustraciones pasadas no pesan individualmente, pero la memoria colectiva sí tiene bien presente hechos bisagra del pasado. Los 23 futbolistas que están en Brasil no cargaban cada uno con 24 años de sinsabores, pero el seleccionado argentino que está en el Mundial 2014 sí tenía bien presente el largo período sin llegar a las instancias decisivas de la Copa del Mundo.

Cambió el mundo y cambió el fútbol desde 1990 hasta 2014. Argentina fue semifinalista aquella vez y lo repite ahora. Las cosas cambiaron, pero también son muchas las que siguen iguales. La satisfacción de estar entre los cuatro mejores de un Mundial es hoy la misma que ayer. Satisfacción que nunca conforma, por eso, Argentina, esta, que también es aquella, irá por otro paso más.
(Foto: FIFA.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

sábado, 5 de julio de 2014

A Sabella lo que es de Sabella

“Cruzamos el Rubicón”, anunció apenas conseguida la clasificación a las semifinales. Cuando Julio César atravesó el pequeño río que establecía el límite romano, dando inicio a la guerra civil, aseguró: “La suerte está echada”. Con otra cita histórica, Alejandro Sabella desatacó lo que significa que Argentina vuelva a estar entre los cuatro mejores de un Mundial después de 24 años, luego de que fuese subcampeón en Italia 90, aquella Copa del Mundo en la que Argentina se vinculó como nunca a la épica deportiva, embanderada detrás de trío compuesto por Diego Maradona, Sergio Goycochea y Claudio Caniggia.

La victoria ante Bélgica fue también un triunfo personal del entrenador, impecable en cada una de sus determinaciones. La disposición táctica inicial, los nombres para conformar el equipo en el comienzo del partido y los cambios posteriores fueron una cadena de aciertos. La influencia de los técnicos es innegable (a veces para bien de un equipo y otras para mal), y la de Sabella fue imprescindible en el cruce argentino del Rubicón mundialista.

Las titularidades de Sergio Romero y Marcos Rojo ya le habían dado la razón por los altos rendimientos de los dos futbolistas más cuestionados en la previa de Brasil 2014. Ante la ausencia del lateral por suma de amonestaciones, frente a Bélgica ingresó José Basanta, otro futbolista cuando no ninguneado también señalado con varios índices acusadores, y su rendimiento estuvo acorde a la exigencia. Pero esa no fue la única variante que hizo Sabella en la defensa. Sacó a Federico Fernández y puso a Martín Demichelis, con todo lo que implica para un entrenador cambiar a un central en un Mundial. El zaguero del Manchester City jugó bien, demostró su temple, y seguramente influyó para que Ezequiel Garay se destaque todavía más.

Pero el mayor movimiento lo hizo en el mediocampo, donde quitó a Fernando Gago y puso a Lucas Biglia para conformar un doble pivote central con Javier Mascherano, colosal una vez más. Ese módulo en el eje implicó una mayor responsabilidad para Ezequiel Lavezzi, que tuvo que hacer bien largo su recorrido por la banda, hasta aparecer en varias ocasiones como marcador lateral. La tarea táctica de Pocho fue de extrema pulcritud y el mérito de Sabella enorme al vislumbrar que podía lograr esa versión de de un jugador de ataque y convencerlo de realizarla.

En la consagración de México 1986, Carlos Bilardo encontró el equipo en los cuartos de final, cuando para enfrentar a Inglaterra dispuso los ingresos en el equipo titular de Julio Olarticoechea y Héctor Enrique. Sabella también armó su mejor conjunto en esa instancia del Mundial, aunque para las semifinales no podrá contar con el ancho de basto, Ángel Di María. El ingreso de Enzo Pérez para ocupar su lugar fue otro acierto de Sabella. Fideo, Lionel Messi y Mascherano componen el tridente de futbolistas irreemplazables en Argentina.

La Selección había dejado dudas en sus presentaciones anteriores, dudas que minimizó sustancialmente. El equipo tuvo momentos de zozobra ante los belgas, pero se mostró firme y compacto- ya no estuvo largo y quebrado entre líneas- consustanciado colectivamente y entregado a una tarea conjunta moviéndose acompasadamente. Como nunca pareció notarse que la prédica del entrenador había calado hondo. La aplicación de Messi en la marca es una muestra contundente.

Argentina está entre los cuatro mejores del Mundial; ante una mayor exigencia elevó su talla. Buena parte del mérito le corresponde a Sabella, el mismo que había equivocado el equipo en el debut y lo reconoció, el mismo que ideó a la perfección el triunfo en cuartos de final.
(Foto: AFP - Canchallena.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 1 de julio de 2014

Por el astro y el azar, a la espera del equipo

Si Argentina está a un partido de volver a decir presente en una semifinal mundialista después de 24 años se lo debe al genio de Lionel Messi y al sorteo (¿sorteo?) más favorable que se recuerde antes que a su desempeño de conjunto. El capitán destrabó con sus goles y su talento los cuatro partidos disputados hasta el momento en Brasil 2014. Decisivo y determinante como nadie. En lo que refiere al cuadro, el seleccionado se topó con rivales inferiores a su talla, no recorrió grandes distancias en un país de enorme extensión, evitó el calor del norte y tuvo varios días de descanso. Desde que quedó determinado, el fixture le hizo la más gentil invitación.

En los cuatro partidos disputados, frente a Bosnia, Irán, Nigeria y Suiza, fueron más los malos momentos que los buenos para el conjunto nacional. Pero no ha dejado de ser un equipo de mano muy pesada y, antes o después, el golpe de K.O. aparece. Frente a los helvéticos hubo que esperar hasta los 117 minutos de juego para el gol que dio la clasificación; y luego habría tiempo para que se detengan los corazones albicelestes cuando en tiempo adicionado Suiza pegó un tiro en el palo. A lo largo de todo el partido, el seleccionado se mostró como un equipo largo, quebrado, algo que se pudo ver en la presión individual y la defensa mano a mano.

Otro destello fulgurante de Messi, la multiplicación de sí mismo de Javier Mascherano y el despliegue inagotable de Ángel Di María, autor del gol, cimentaron la victoria para estar por tercer Mundial consecutivo entre los ocho mejores (algo que desde 2006 solo lograron Brasil, Alemania y Argentina). Pero fue un triunfo sufrido, porque Argentina otra vez no pudo plasmar el potencial que se sabe tiene y Suiza lo complicó bastante. Las virtudes en el cotejo disputado en el estadio Arena de Corinthians, en San Pablo, estuvieron más vinculadas con una gran actitud que con destacados movimientos de conjunto. Argentina no dejó de insistir, aún con errores, en percutir a su rival; mostró coraje y resistencia a la frustración para intentar una y otra vez prosperar en campo adversario. Vale destacar ese aspecto.

La Selección quedó incluida en el patrón que marcó la medida en la primera fase de eliminación directa: cinco de los ocho partidos debieron resolverse después del tiempo regular. Brasil estuvo a unos pocos centímetros de ser el llanto de un país, cuando el remate de Pinilla en el último minuto del alargue aboyó el travesaño del arco defendido por Julio César; y avanzó después de que el chileno Jara pegase en un poste el décimo penal, el último de la serie. Alemania se vio superada por Argelia y pasó con penuria en el alarque. Holanda perdía con México a los 88 minutos y lo dio vuelta increíblemente con un penal mal sancionado ya en tiempo de descuento. Costa Rica superó a Grecia por penales y Bélgica a Estado Unidos en la prórroga. Las excepciones fueron Colombia, que sí eliminó con autoridad a Uruguay, y Francia, quien impuso condiciones frente a Nigeria.

Bélgica, con varios jugadores en clubes protagonistas de las ligas europeas más relevantes, supone en la previa un rival de mayor fuste que los enfrentados hasta ahora. No podría sorprender que el nivel de Argentina se eleve con el incremento de la exigencia. El equipo no apareció hasta el momento, pero eso no quiere decir que no pueda hacerlo; es de esperar que, de un momento a otro, surja en su mejor dimensión.

Con Messi y con un camino muy favorable (pese a que, se sabe, ningún partido se gana en la víspera), Alejandro Sabella, que ya tuvo razón con el respaldo a Sergio Romero y Marcos Rojo (no estará en cuartos de final por acumulación de amonestaciones), debe procurar recuperar el funcionamiento que el equipo había mostrado antes de desembarcar en Brasil, donde el Mundial parece hacerle un guiño a la Argentina, que debe superar sus propios complejos para ir a conquistarlo. 
(Foto: FIFA.com) 

Patricio Insua 
patinsua@gmail.com

martes, 24 de junio de 2014

La luz del genio en la sombra colectiva

La solución a todos los problemas de Argentina es la misma: Lionel Messi. Si ante Bosnia e Irán el seleccionado empezó con paso victorioso su camino en Brasil 2014 fue gracias al mejor jugador del mundo. Dos goles con su copyright sumaron los seis puntos que le permiten al equipo de Alejandro Sabella afrontar el último compromiso del grupo ya clasificado a los octavos de final. El encuentro ante Nigeria buscará defender en primer puesto, algo no menor a la hora de proyectar los cruces posteriores.

Tampoco el capitán argentino estuvo a la altura de lo que se esperaba, pero sus finas y filosas cinceladas tienen la capacidad de hacer una escultura en dos golpes. Para él la vara siempre estará en lo más alto, porque se lo evalúa con el “parámetro Messi” y no con la misma mirada con la que se observa al resto de los futbolistas. Sin embargo, no parecer ser permeable a esa presión después de tantos años con los ojos del mundo futbolero siempre posados sobre lo que haga adentro de una cancha.

El cambio de esquema y de intérpretes en relación a los encuentros ante bosnios e iraníes no redundó en una mejora del funcionamiento colectivo. Para mejorar el seleccionado deberá encontrar una mayor dinámica de conjunto, integral, a partir de la cual sean varios los jugadores que ataquen y varios los que definan, desdoblándose en un esfuerzo de conjunto. Si funciona el equipo, marcarán la diferencia las muy buenas individualidades de las que dispone Sabella.

Es muy posible que la Selección se encuentre frente al camino mundialista más sencillo que le haya tocado jamás; puede llegar hasta las semifinales sin toparse con ningún equipo de su propio peso específico. Así las cosas, es posible que sólo necesite dos victorias de esas de talla mundialista parra volver a lazar la copa, como en 1978 y 1986. Claro que no es poco, pero es el imposible encontrar un panorama más benigno.

 En un gran Mundial, repleto de emociones, grandes partidos y muchos goles, Brasil 2014 todavía espera por Argentina, por esa versión de Argentina que todavía no apareció en Brasil, porque está a la sombra, únicamente alumbrada por el resplandor del fulgor del genio que la guarda. Queda esperar que diga presente cuando la exigencia sea mayor, algo que no sería de extrañar.
(Foto: AP)

Patricio Insua
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martes, 17 de junio de 2014

Idas, vueltas y el mensaje del debut ante Bosnia

Alejandro Sabella tomó una decisión de alto riesgo en el victorioso estreno de Argentina en Brasil 2014. Lo hizo al darle al seleccionado una fisonomía distinta de la que lo había distinguido. Dejó de lado el esquema con tres delanteros y optó por uno con un tridente de zagueros y dos laterales. Sacó a un atacante para colocar un defensor en lo que resultó un intento fallido, ya que el equipo no tuvo mejor resguardo y en cambio perdió contundencia en ataque. En el entretiempo, en lugar de insistir, el entrenador torció el rumbo. Sin terquedad y con grandeza reconoció el error al cambiar para los segundos 45 minutos. “A veces yo también me equivoco”, reconoció en palabras tras el partido.

Lionel Messi esperó al día siguiente para dar su veredicto, y lo hizo con un filo como nunca antes se le había escuchado públicamente: "Somos Argentina, no debemos fijarnos cómo juegan nuestros rivales. A mí sólo me importa que estemos bien nosotros. Prefiero el 4-3-3. Jugamos mucho mejor en el segundo tiempo que en el primero". "Los delanteros nos sentimos mejor con más gente en ataque. En el primer tiempo no encontré espacios, perdí varias pelotas. Por eso estaba fastidioso", confesó pese al fantástico gol, con su sello, que anotó.

En su ciclo al frente de la Selección, Sabella conformó un equipo que se elevó a partir de tener como marca distintiva un poder de ataque sin equivalencias. Ese terror infundido en las defensas adversarias partió de cuatro nombres propios: Messi, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero y Ángel Di María. Ese módulo con los tres delanteros y el ofensivo volante rosarino del Real Madrid cimentaron un equipo fuerte. El DT no siempre jugó con ellos cuatro, pero fue sí a partir de su convivencia que logró la mejor versión albiceleste.

Ante Bosnia, y acaso pensándolo para todo el Mundial, Sabella dispuso un once inicial que cumpliese con el clásico axioma futbolero que reza que los equipos se arman de atrás hacia delante. Efectivamente, es inviable que un equipo que se defiende mal, que es vulnerable, pueda ser campeón. Argentina necesita mejorar defensivamente, pero no lo puede hacer al costo de limitar su mejor arma. Porque más que armarse desde su propio arco hacia el de enfrente, cada equipo debe partir de su mejor faceta, y la de Argentina, indudablemente, es el ataque. Asumirá riesgos, sin dudas, pero tiene con qué. Indudablemente, lo mejor de argentina es con Messi, Higuaín, Agüero y Di María en cancha. Las idas y vueltas en el partido con Bosnia, la determinación de Sabella y las palabras de Messi (sin que esto haya implicado un quiebre entre ambos), anticipan que Argentina transitará en el Mundial con la forma que la ha diferenciado. Hasta el último partido que le toque jugar.
Foto: Mundodeportivo.com – AP

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 27 de mayo de 2014

Simeone en lo más alto de la exportación de técnicos argentinos a Europa

Por la transformación llevada adelante y por los logros conseguidos ante adversarios de grueso el calibr, la tarea de Diego Simeone al frente del Atlético de Madrid es la mejor de la historia de un técnico argentino en Europa. Hizo de un conjunto anodino y derrotado uno reconocible y ganador. Consiguió que el equipo juegue a su imagen y semejanza; pocas veces se ve a los futbolistas tan consustanciados con su entrenador, jugar tan para quien les inculca una idea en la que confían sin concesiones. "Para el club Simeone es como un dios. Llegó al Atlético de Madrid y lo cambió absolutamente todo. Lo que nos dice se vuelve realidad, le seguiríamos hasta si nos pidiera que saltáramos de un puente. Sabe mucho de fútbol y nuestro grupo le sigue a ciegas, estamos encantados de tenerle como entrenador", dijo Tiago, uno de sus dirigidos, en la previa a la final de la Champions League ante el Real Madrid. 

El conjunto colchonero perdió en Lisboa ante el más rival de sus adversarios. Fue 4 a 1, pero estuvo a dos minutos de coronarse campeón de Europa por primera. En ventaja 1 a 0, en tiempo adicionado llegó el empate merengue. El mazazo golpeó todavía más fuerte en la segunda mitad de la prórroga y se consumó la diferencia. El festejo madrileño que se adivinaba en la Fuente de Neptuno se corrió de repente unas cuadras para instalarse en la Plaza de Cibeles. Había afrontado el partido más importante sin dos piezas indispensables, Diego Costa (estuvo en cancha nueve minutos) y Arda Turan.

En los últimos días de 2011, Simeone asumió su cargo cuando el equipo se encontraba a cuatro puntos de la zona de descenso. En la segunda mitad de la temporada no solamente evitó la caída de categoría sino que clasificó al club a competiciones europeas. En su primera campaña completa al frente de Atleli, la 2012/2013, ganó la Europa League imponiéndose en la final al Athletic de Bilbao de Marcelo Bielsa, la Supercopa de Europa ante el Chelsea (ganador de la Champions) y la Copa del Rey en definición ante Real Madrid –al que no le ganaba desde hacía 14 años- en el mismísimo estadio Santiago Bernabeu.

Llegó entonces la presente temporada y la consagración en la Liga después de 18 años; la anterior lo había tenido al Cholo como protagonista dentro de la cancha, siendo, desde el mediocampo, el segundo goleador del equipo. Le ganó la competencia doméstica a los dos tanques del fútbol español, Barcelona y Real Madrid, que lo triplicaban en presupuesto y recursos futbolísticos. Por caso, en las contrataciones de Neymar y Gareth Bale los dos clubes que se habían repartido los títulos en los nueve años anteriores desembolsaron más de 200 millones de dólares. Una semana después de la vuelta olímpica en el Camp Nou, donde se consagró en una final mano a mano con el Barça, se le escapó el trofeo más deseado, el de campeón de Europa, cuando ya parecía tenerlo agarrado con las dos manos.

“Llegó Simeone al Atlético. Courtois ya era alto; Juanfran no entraba en las convocatorias; Godín atropellaba delanteros; a Miranda le llamaban Mirinda; Koke era anónimo; Arda Turan recibía ataques como si fuera el Pato Sosa; Gabi no encontraba la brújula y Diego Costa iba para cedido. La obra del argentino pasa a ser la transformación más increíble que uno recuerda”, escribió el periodista José Luis Hurtado en el diario español Marca.

Simeone se fue del fútbol argentino casi entre burlas, con fuertes críticas en su salida de Racing y en sus pasos anteriores por San Lorenzo y River. En España todo fue crecimiento (antes había estado del Catania, donde lo salvó del descenso en un proceso intensivo formidable) y hoy se ganó un lugar como uno de los entrenadores más reconocidos del mundo. El fútbol argentino no le dio a Europa un técnico mejor, incluso con todos los laureles que bien se ha ganado Helenio Herrera. No es de extrañar en Simeone, un hombre que vive para el fútbol.
(Foto: Elpais.es)

Patricio Insua
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miércoles, 23 de abril de 2014

Cuestión de arqueros: proyectar al primero en el tercero

De los 23 futbolistas que el 8 de junio partirán rumbo a Brasil como parte del plantel mundialista, uno viajará con la certeza de saberse sin chances de participar en los encuentros que disputará el seleccionado. Esa carta jugada de antemano es la que se le reparte a quien ocupa en la lista la posición de tercer arquero. El desafío es entonces aprovechar esa plaza, darle algún sentido que vaya más allá de un arquero con condiciones y aceptación grupal. Se trata de pensar a futuro, ir más allá y que el entrenador supere por influencia su propia gestión.

El lugar en cuestión parece reservado hoy para Agustín Orión. Si las cosas van bien para Argentina, el número uno de Boca cumplirá 33 años en Brasil y el Mundial habrá marcado, seguramente, el final de su ciclo en la selección. Así ocurrió en 1994 y 2002 con Noberto Scoponi y Roberto Bonano, respectivamente, elegidos como última alternativa para el arco por Alfio Basile y Marcelo Bielsa.

Lejos de ser el cierre de una trayectoria, ese sitio debería marcar a fuego el tramo inicial de una carrera prometedora. Se trata de evitar una citación inocua y generar una productiva. Para esa capitalización la mirada debería estar puesta en el futuro, dándole la posibilidad de vivir un Mundial a quien se intuya que en cuatro u ocho años puede ser protagonista adentro de la cancha.

Esa visión a futuro fue la que tuvieron Daniel Passarella en 1998 y José Pekerman en 2006. El primero llevó a Pablo Cavallero, que tenía 24 años, y el segundo a Oscar Ustari, de 19. En el caso del arquero surgido en Vélez, la proyección se completó, ya que cuatro años más tarde, en el fatídico Mundial de Corea y Japón, conformó la alineación inicial en los tres partidos. Había dos antecedentes previos en el mismo sentido, el de los arqueros campeones del mundo: Ubaldo Matildo Fillol había ido como tercer arquero a la Copa del Mundo de 1974 (en el que finalmente atajó dos partidos) con 23 años y al siguiente fue titular; y a los 24 Nery Pumpido viajó a España 82 detrás del propio Fillol y Héctor Baley para luego, en México 86, atajar los siete partidos.

Precisamente en la conquista azteca se dio una particularidad con el tercer arquero. Carlos Bilardo había elegido a Héctor Zelada por una cuestión de beneficios, ya que jugaba en el club América desde 1979 y su inclusión en la lista posibilitó que la selección se concentrase en el predio del popular equipo mexicano. De todos modos, en aquel plantel había un arquero juvenil, Luis Islas, suplente con 20 años y quien sería titular dos Mundiales después, en Estados Unidos 1994.

Hace cuatro años, Diego Maradona también confió en alguien joven, pero no como una apuesta a futuro ni como primer sustituto, sino para darle la mayor responsabilidad. El arquero en Sudáfrica, con 23 años, fue Sergio Romero. Alejandro Sabella lo mantuvo en su ciclo y lo respaldó aun ante la falta de continuidad de la última temporada. Así se encamina a ser el primer arquero en atajar dos Mundiales consecutivos como titular desde que Pumpido lo hiciese en 1986 y 1990. Antes de aquella ocasión se habían repetido en ediciones consecutivas de la Copa del Mundo Antonio Roma, en 1962 y 1966, y Fillol, el único en haber atajado en tres Mundiales al disputar los últimos dos partidos de 1974, los siete de 1978 y los cinco de 1982.

Argentina jamás utilizó tres arqueros en un Mundial, y alineó a dos distintos solamente en 1930 (Ángel Bossio y Juan Botasso), 1962 (Roma y Rogelio Domínguez), 1974 (Daniel Carnevali y Fillol) y 1990 (Pumpido y Sergio Goycochea). Si no fuese por una imposición de la FIFA, probablemente más de un director técnico optaría por armar su nómina solamente con dos arqueros; pero la regla no puede ser omitida.

El torneo local ve destacarse a varios arqueros jóvenes. Gerónimo Rulli es una realidad en Estudiantes con 22 años, Fernando Monetti mostró sobradas condiciones en Gimnasia desde antes de sus 25 actuales y Agustín Marchesín es una consolidada figura de Lanús a los 26 años. Ellos encarnan un futuro muy prometedor desde un presente con argumentos sólidos. Por presente y sobre todo porvenir, por el lugar que podría esperarle a alguno de ellos en la selección, significaría un gran beneficio que uno fuese parte del plantel mundialista en Brasil 2014. Se trata de una apuesta, de todos modos de mínimo riesgo y cuya ganancia futura puede ser grande.
(Foto: Periodismodigital.com)

Patricio Insua
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martes, 15 de abril de 2014

Sabella, decidido por los suyos

La elección le pertenece, se la obliga su cargo y la sostiene el sólido argumento del conocimiento íntimo y detallado de los protagonistas a partir de la convivencia. Alejandro Sabella, técnico del seleccionado, parece tener decidida la lista mundialista para Brasil hace rato. El entrenador está convencido de los suyos, del valor de los futbolistas que sostuvieron su proceso al frente del conjunto nacional, más allá de los rendimientos actuales.

Si bien la mayoría de los nombres que se vislumbran en la nómina de 23 se impone sin objeciones, un puñado de futbolistas ingresaron en cierto limbo.

Los casos más emblemáticos en este sentido son los de Fernando Gago y Ever Banega, dos futbolistas con roles muy similares asignados en el seleccionado y que arrastran un tiempo prolongado de actuaciones muy por debajo de las que supieron mostrar. Con 28 años el porteño y 25 el rosarino, ninguno de los dos resaltó en la reinserción en el fútbol argentino. Vinieron a buscar algo que no encontraron.

Ambos regresaron de Europa después de conflictos en el mismo club, Valencia. Entonces, Gago pegó la vuelta de España para sumarse a Vélez, pero lo que a todas luces se presentaba como una incorporación de lujo para el club de Liniers se transformó en una enorme decepción: apenas ocho partidos en un semestre, producto de lesiones encadenas una tras otra. El regreso a Boca se inició también con problemas físicos; superada esa etapa habitó el mediocampo xeneize sin señas del que fue. Destacaron más los gestos de fastidio que su juego. Una nueva lesión acaba de dejarlo afuera del equipo por lo que queda del torneo. Muy bajo en su nivel y con un físico de cristal, es temerario pensarlo para siete partidos en un mes.

Por su parte, Banega se sumó a Newell´s, club ligado a sus afectos, y también su actualidad lo expone disminuido. Sin la cantidad de minutos en cancha que podía augurársele y con desempeños discretos, lejos de imponer condiciones, su imagen se ha distorsionado. El equipo rojinegro perdió el rumbo y en ese naufragio no encontró a qué aferrarse. Al igual que en el caso de Gago, no marcó la diferencia que se esperaba y que, por caso, en sus regresos a la Lepra sí impusieron Maximiliano Rodríguez y Gabriel Heinze.

Gago y Banega encabezan una lista a la que se le agregan más nombres, pero Sabella confía en los suyos. Los conoció en su mejor versión y debe augurar la reaparición de esas prestaciones a partir de la motivación que genera un Mundial. Las incógnitas son grandes, pero el entrenador parece decidido a asumir el desafío de resolverlas.

Los entrenadores quieren para los grandes desafíos a los futbolistas en los que más confían. Buscan el éxito con las herramientas que entienden mejor se ajustan a la tarea requerida. No hay cuestionamientos para ese comportamiento. Sin embargo, una lista mundialista debería tener lugares reservados para la actualidad más furiosa, para esos jugadores que en los meses previos a la cita más importante muestran jerarquía y aptitudes destacadas. El caso más emblemático es el de Héctor Enrique, pieza vital en la conquista del Mundial de México, quien antes del campeonato solamente había jugado dos partidos en la Selección (ante Noruega e Israel), ambos en el mismo año 1986.

Sin tiempo para pruebas y ensayos, la lista se adivina cerrada hace mucho tiempo en la cabeza de Sabella. El técnico se la juega por los suyos, aún con los riesgos del caso por los desconcertantes mensajes que le mandan algunos de sus futbolistas.
(Foto: Telam.com.ar)
Patricio Insua
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martes, 25 de marzo de 2014

Elogio de una idea II

La propuesta de Banfield es inédita en la actualidad del fútbol argentino, es la de un equipo que arriesga su resguardo en virtud de un ataque superpoblado. Vale detenerse en la contextura del conjunto que dirige Matías Jesús Almeyda en este que no es su mejor momento, cuando perdió el liderazgo en la Primera B Nacional y de los últimos siete partidos solamente ganó uno.

Un tridente de delanteros acompañado por un enlace y la llegada de los volantes hacen ancho y profundo el ataque del equipo sureño. Posicional más que aleatorio, su ofensiva se construye con dos extremos, un ariete, un enganche y proyecciones por los laterales. Banfield apabulla a partir de un adelantamiento en campo rival sin concesiones. Su ataque es también un arma defensiva, ya que obliga a los rivales a resguardarse con gran cantidad de gente y disminuyéndole así peso en ataque.

Ante los dos equipos con los que comparte la zona de ascenso, Banfield protagonizó partidos que son excepción en los campeonatos domésticos. No le fue bien, apenas sumó un punto y recibió ocho goles (marcó seis) en los encuentros frente a Independiente y Defensa y Justicia; se expuso por un afán ofensivo que por momentos hasta parece desmedido. En el encuentro frente al Rojo, el Taladro estuvo en desventaja dos veces; cualquier otro equipo se hubiese conformado con el 2 a 2 después de estar dos goles abajo y ni hablar con el 3 a 3 a los 47 minutos del segundo tiempo, pero en ambas ocasiones Banfield fue a buscar el triunfo; y cerca estuvo con un tiro de Ricardo Noir en el poste en la última jugada del encuentro.

Para el cotejo en el que recibía a Gimnasia de Jujuy, el equipo sureño no había podido disponer, por suspensiones, de Fabián Noguera y Nicolás Domingo. Para reemplazar al zaguero y su mediocampista más defensivo, Almeyda optó por un volante ofensivo y un delantero (Walter Erviti y Santiago Salcedo). Entonces retrasó a un delantero al mediocampo (Nicolás Bertolo) y a un volante a la defensa (Nicolás Tagliafico) para que su habitual esquema táctico 3-3-1-3 fuese a grandes tramos de ese encuentro un 2-3-1-4.

Convencido de su idea, Banfield la sostiene aún ante la adversidad. Sabe que los grandes logros implican arriesgar, y asumió una manera de arriesgar. Con elogios de afuera, con aplausos y también algún regaño de sus hinchas, el equipo de Almeyda destaca diferenciándose de la mayoría. Una identidad particular y productiva.
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@hotmail.com

martes, 18 de marzo de 2014

Elogio de una idea

Con argumentos que no suelen tener buena prensa ni tampoco despiertan elogios entre los hinchas, Colón es uno de los punteros del torneo Final. El equipo santafecino había iniciado el campeonato como candidato puesto al descenso, luego de una seguidilla de actuaciones condenatorias en la primera mitad de la temporada como extensión del caos institucional suscitado con la eyección de la presidencia de Germán Lerche. Pero apoyado en una idea sólida y contra todos los pronósticos, el Sabalero está en lo más alto cuando promedia el torneo.

En la octava fecha, el conjunto dirigido por Diego Osella defendió el liderazgo en la cancha de San Lorenzo. El empate sin goles con el Ciclón le permitió seguir arriba. Resguardado con dos líneas de cuatro bien juntas y con su arquero, Germán Montoya, como figura, se llevó el punto que había ido a buscar. Terminado el encuentro, el entrenador aseguró que no va a cambiar una forma de juego que le ha funcionado favorablemente.

Colón tiene una idea que sus futbolistas defienden con la piel en cada jugada; una entrega que por momentos estremece. Si una de las premisas para trascender en el fútbol es tomar riesgos, Colón asume el suyo: se defiende muy cerca de su arco, donde un error puede costarle ver su valla vencida. Ceder la posesión de la pelota y resguardarse férreamente para salir de contragolpe con velocidad es la ecuación que le ha dado muy buenos dividendos. Tiene el libreto muy bien estudiado y lo ejecuta puntillosamente. Tampoco le ha faltado su dosis de fortuna a este equipo al que todos daban por descendido y ahora sorprende a propios y extraños.

El momento de Colón se explica a partir de su prédica colectiva y también en desempeños individuales muy destacados. El doble pivote central que componen César Melli y Ezequiel Videla es el motor del equipo; son dos pero parecen cuatro. El uruguayo Gerardo Alcoba es un bastión en la zaga, Gabriel Graciani un pistón por la derecha y Martín Luque un delantero qué solo complica a toda una defensa.

Colón es un equipo con limitaciones y probablemente de baja autonomía, pero hasta aquí ha sabido ponerle condiciones a la adversidad. Porque ha demostró tener carácter y templanza, valores de alta cotización en el fútbol. Sus virtudes son el esfuerzo conjunto y la aplicación sin concesiones del método escogido. Lejos del virtuosismo y de convertirse en un equipo de grandes marquesinas, Colón merece el elogio a su tarea.
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua
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martes, 25 de febrero de 2014

El legítimo valor de la memoria de los hinchas

Es muy difícil encontrar algún punto destacable en los 14 meses de gestión que lleva el tercer ciclo de Carlos Bianchi en Boca, pero los hinchas, memoriosos y agradecidos, en su mayoría no tienen cuestionamientos hacia el entrenador. Ni el mal funcionamiento ni la falta de buenos resultados empañan la imagen que los habitantes de la Bombonera tienen del Virrey. La gloria del pasado inclina la balanza hacia un apoyo prácticamente sin reservas.

En tiempos de una histeria en la que el gana-pierde es la ley que marca la suerte de los técnicos, Boca, su gente, marca la excepción. Aunque la imagen que da es la de uno distinto al que fue, los hinchas confían en la capacidad del entrenador para reeditar las conquistas del pasado.

En un falso alarde de autoridad, Daniel Angelici, presidente de Boca, aseguró que no le temblaría el pulso si entendiese que lo mejor para el club es el alejamiento de Bianchi. Probablemente haya operado un cambio en el conductor de la Domisión Directiva xeninze, porque sí le tembló cuando no le renovó el contrato a Julio Falcioni y corrió en busca del refugio del nombre de Bianchi luego de una maniobra claramente urdida.

La lógica del hincha no es la misma que la de la dirigencia ni la del periodismo, que evalúan desde otra perspectiva. Ahí sí, públican y en voz baja, se escuchan críticas. La salvedad debe hacerse: un amplio sector de los dirigentes del fútbol argentino y del periodismo deportivo, lejos está actuar conforme a lo que debería ser. En los primeros sobra demagogia e incoherencia; en los otros, intereses y posiciones personales.

Se lo ve incómodo a Bianchi, bamboleándose en un fútbol que es distinto al que dejó hace ocho años. Un período de inactividad tan grande es una hipoteca difícil de levantar en cualquier profesión cuando se opta por la vuelta al ruedo. Pero el Virrey cuenta con el apoyo incondicional del pueblo xeneize, no es poco. 
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 14 de enero de 2014

Simeone logró que el fútbol español ya no sea cosa de dos

Volaban los últimos días de 2011 y el Atlético de Madrid ingresaba en el receso de las fiestas cubierto de preocupaciones por el concreto peligro del descenso. Después de la fecha que cerraba el año, la directiva encabezada por Enrique Cerezo había decidido destituir a Gregorio Manzano de la dirección técnica y se daba al encuentro de un nuevo entrenador. En un momento de crisis, el elegido fue entonces un ídolo colchonero: Diego Pablo Simeone.

Dos años después puede verse con claridad la trasformación futbolística que generó el Cholo. De la penuria por no perder su lugar en la Liga, algo que había sufrido 10 años antes, el Aleti se proyectó al máximo protagonismo y ganó la Copa UEFA (al Athletic de Bilbao dirigido por Marcelo Bielsa), la Supercopa de Europa (al Chelsea, entonces campeón de la Champions League) y la Copa del Rey, imponiéndose en la final al Real Madrid en el estadio Santiago Bernabeu para cortar de la mejor manera una larga racha sin vencer a su clásico rival.

Hasta la llega de Simeone al estadio Vicente Calderón la Liga era cosa de dos, Barcelona y Real Madrid; los demás jugaban un certamen propio, olvidándose, por hacérseles imposibles, de los dos de arriba. En el ecuador de la temporada 2013/2014, el Atlético de Madrid encabeza la clasificación con los catalanes, ambos con 50 puntos, tres más que el Merengue y 14 por delante de los vascos del Athletic, que se posicionan en el cuarto lugar. Ganó 16 de los 19 partidos que jugó y apenas perdió uno; a orillas del río Manzanares marcha invicto, con nueve triunfos en diez presentaciones, en las que convirtió 33 goles y recibió solamente seis.

Destacado por hinchas y periodistas en una de sus primeras experiencias como entrenador, cuando fue campeón con Estudiantes, la consideración fue contraria en sus pasos por River (donde también fue campeón) y en su segundo ciclo en Racing luego del interinato en Avellaneda que había marcado su debut como DT. En el que hasta antes de llegar a la capital ibérica era su único paso europeo, había realizado una enorme tarea al conseguir la mejor campaña del Catania en Seria A cuando a su llegada el descenso parecía el destino inexorable. Simeone transita su carrera de técnico con varias de las características que lo habían definido como futbolista: entrega absoluta, inteligencia y la expresión de sus ideas sin buscar adhesiones ni temerle a las críticas. Vive y respira fútbol en todo momento y persigue el crecimiento sin pausa; así, evoluciona permanentemente.

Sea cual fuere el desempeño de Argentina en el Mundial, si Alejandro Sabella decide no continuar en su cargo o la AFA opta por no ofrecerle la continuidad, Simeone aparecerá como un candidato natural. Antes o después, no cuesta nada imaginarlo otra vez en la Selección, ya no como el futbolista que se puso más de 100 veces esa camiseta, sino en la conducción del representativo nacional. De momento, logró lo que en España parecía imposible, que la Liga ya no sea cosa de dos.
(Foto: Marca.com)

Patricio Insua
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