martes, 27 de agosto de 2013

Messi, orgullo y vergüenza para Argentina


El fútbol argentino infla el pecho, cuenta en Lionel Messi con el mejor futbolista del planeta y uno de los mejores de todos los tiempos. Pero ese mismo medio y también esta geografía como país deberían sonrojarse al recordar la niñez del rosarino, volviéndole la espalda, casi expulsándolo.

La máxima figura del seleccionado, su emblema, su capitán, jamás jugó en Primera División. En la antesala de su ingreso a las inferiores de Newell´s desde el fútbol infantil rojinegro, se hizo evidente la necesidad de un tratamiento que normalice su crecimiento. El club no quiso pagar el tratamiento y tampoco aparecieron otros dispuestos a costearlo. Las instituciones públicas también estuvieron ausentes y entonces, en el año 2000, la familia Messi decidió alejarse de su patria para instalarse al otro lado del océano Atlético.

Aunque con la impronta de su ciudad natal, la Pulga se formó como futbolista en Barcelona, que lo recibió a los 12 años. Desde se ha convertido ya en el sexto máximo anotador de la Liga Profesional de Fútbol, con 220 goles. Está a siete de Alfredo Di Stéfano y a 31 del vasco Telmo Zarraonandia, Zarra, pichichi histórico de la máxima categoría ibérica. Si todo se da de manera normal, al final de la temporada ese lugar será suyo.

Pero Messi no juega de rojo, se viste de celeste y blanco. Lo más lógico hubiese sido que formase parte del seleccionado español, pero no se despegó de los colores argentinos. Pese a que más de uno pretende colgarse la medalla de haber apurado un amistoso juvenil para que forme parte de la selección nacional, lo concreto es que fu la materialización del firme deseo del propio protagonista.

Messi es la bandera del fútbol argentino, un contexto y un entorno que le dio la espalda. El sentido de pertenencia se antepuso a todo y ahí va el genio con la mítica número diez en la espalada. Messi es motivo de orgullo y vergüenza para Argentina.
(Fotos Telam.com.ar)

Patricio Insua 
patinsua@gmail.com