lunes, 22 de septiembre de 2008

Cambio de roles

Ocurre a veces que por 90 minutos la pirámide social del fútbol se invierte. Así sucedió, por partida doble, en la séptima fecha del presente Apertura, cuando Boca y River cayeron derrotados a manos de dos habitantes del proletariado de la pelota. Modestos desde los presupuestos que manejan, aunque no desde sus convocatorias, Tigre en la mítica Bombonera y San Martín de Tucumán en su inexpugnable estadio de La Ciudadela construyeron dos victorias inobjetables e históricas: los del norte de la provincia de Buenos Aires llevaban 59 años sin ganarle a Boca como visitante (además, los xeneixes no caían en su cancha hacía un año y medio) y los tucumanos consiguieron su primer triunfo ante River.

Matadores y Santos son hasta aquí dos de los mejores equipos del torneo. Sin figuras de renombre, demuestran que es posible salir a buscar el triunfo ante cualquier rival a partir de una idea definida, conseguida con un trabajo a largo plazo a partir de que mantienen hace buen tiempo a sus entrenadores, Diego Cagna y Carlos Roldán, y no han hecho, pese a los ascensos, grandes movimientos en los planteles de una temporada a otra.

Con sus triunfos, Tigre y San Martín pusieron en evidencia falencias de los dos tanques del fútbol argentino. Mientras Boca parece atravesar una laguna de la que más pronto que tarde saldrá, River perdió definitivamente el rumbo para internarse en un laberinto en el cual cada paso que da lo aleja más de la salida. Apenas un punto por sobre los últimos, Huracán y Estudiantes, a diez del líder, San Lorenzo, y más de una decena y media de equipos por sobre su posición marcan el pésimo momento del Millonario, que ya no pelea por el campeonato. Seguramente Diego Simeone entendió que no corría con chances en el Apertura incluso antes del encuentro en Tucumán y por eso presentó una Reserva reforzada, de modo tal de reservar a los titulares para el choque ante Defensor Sporting, de Uruguay, en el debut de la Copa Sudamericana, certamen que pasó a ser el único objetivo para este semestre.

En tanto, la caída en el rendimiento de los de la Ribera gira alrededor de su máxima figura, de su jugador fetiche. Juan Román Riquelme no tiene hoy la fineza en la que se apoya fundamentalmente su juego y está mal físicamente, a lo cual se agrega algo mucho más preocupante: la falta de compromiso con el equipo. El talentoso mediocampista nunca se ha caracterizado por su vigor, pero la constante conducta de desentenderse por completo de la jugada cuando pierde la pelota más un evidente fastidio dan una versión de sí mismo perjudicial para el equipo. Los primeros cuatro partidos de esta temporada Boca los jugó sin su número 10 y todos fueron victoria, mientras que en la misma cantidad de encuentros con él en cancha todavía no pudo ganar, ni rendir en buena forma. Son los riesgos de hacer girar todo en órbita a un jugador; entonces cuando ese director de orquesta está bien todo es fácil, pero cuando no es así parece preferible su ausencia a su mala versión. De todos momentos, el mal momento de Boca no tiene equivalencias con la actualidad de River, que sí atraviesa una marcada crisis.

Lo concreto es que Tigre y San Martín ratificaron sus buenos desempeños con triunfos de esos que además de los tres puntos traen ese tan intangible como existente envión anímico. Supieron aprovechar las dudas de Boca y River para producir dos fuertes estruendos, ubicarse arriba en la tabla de posiciones y alterar, aunque sea por un momento, el status quo de la patria futbolera.
(Foto: Lanacion.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Cumbre en el llano

Al parecer, la reunión fue pour la gallerie; aunque no hubo foto. Así se desprende del comunicado oficial, el cual no aporta ninguna información relevante. Tal vez no persiguió otro fin que el de dar una muestra de respaldo, de un lado, y de fortaleza, del otro. Probablemente por eso el encuentro entre el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona, y el director técnico del seleccionado mayor, Alfio Basile, se llevó a cabo en el predio deportivo ubicado en Ezeiza, ámbito natural del entrenador. De haberse realizado en la sede de la calle Viamonte, búnker del mandamás, hubiese sonado a reto para el DT.

Grondona podría haber aprovechado para pedirle al técnico, entre otras cosas, que le muestre cómo ha evolucionado su trabajo, cual es su labor y el de cada uno de sus colaboradores cuando no están con los jugadores (que es, claramente, la mayor parte del tiempo) e instarlo a proceder con los modales y la seriedad que amerita la posición que ocupa. Por su parte, Basile, principalmente, debería haber señalado que no puede establecerse un proyecto deportivo serio si la empresa rusa Renova limita el universo de futbolistas para disputar los cotejos amistosos contra los rivales que ese mismo grupo elige y en los escenarios que también determina.

Lo que ocurre es que ninguno de los dos, sobretodo el presidente de AFA, tiene un respaldo ético para reclamarle al otro. Cuando en 2006 rubricaron el contrato que lo hacia a Basile nuevamente entrenador del seleccionado, ambos sabían qué les esperaba: el entrenador siempre supo perfectamente quién es Grondona y estaba al tanto del acuerdo firmado con los rusos, y el pope no desconocía cuál había sido la forma de trabajo del técnico en sus dos últimas escalas previas al seleccionado, Colón y Boca.

Lo más relevante del comunicado oficial publicado en la web de la AFA es la renovación de los contratos de Rubén Díaz y Jorge Ribolzi (sus vínculos son anuales), colaboradores de Basile. A su vez, por otros medios trascendió que se estableció que el técnico viaje periódicamente a Europa para manter un contacto más fluido con sus dirigidos, algo que hasta ahora no ocurría por falta de presupuesto de la AFA. Esto habla, como mínimo, de la mayúscula incapacidad del Comité Ejecutivo para recaudar lo que se debería a partir de una liga con varios millones de seguidores y un seleccionado con figuras de primer nivel mundial.

La reunión entre Grondona y Basile se promocionó como una cumbre, pero no fue más que un encuentro en el llano. La casa está en orden y hasta mejoró su economía; ya no es tan pobre como hace dos años, cuando se inició este proceso, y ahora puede mandar a su entrenador a Europa.

Si, como se presentó, el encuentro no fue para tomar nota de los problemas del seleccionado por las responsabilidades que le caben a la dirigencia y las propias del cuerpo técnico, todo seguirá igual. Contrariamente, si se dijeron lo que lo tenían para decirse, si asumieron los errores que les corresponden a cada una de las partes y planificaron una nueva etapa, superadora de la que hasta aquí se transitó, con cambios sustanciales, entonces sí será posible la recuperación de un seleccionado que arrastra hace tiempo marcadas falencias en su juego.
(Foto: Futbolargentino.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

jueves, 11 de septiembre de 2008

Más luces de alarma

Los problemas de la selección argentina van mucho más allá del empate de Perú en el último suspiro del encuentro disputado en el estadio Universitario de Lima. A fin de cuentas, el agónico gol de Johan Fano, tras una enorme corrida de Julián Vargas de más de 70 metros luego de haber recuperado la pelota y escalado por el sector derecho del ataque peruano para asistir a su compañero, estableció el resultado más acorde de acuerdo al desarrollo del partido. Los inconvenientes cada más preocupantes –por reiterativos- del equipo conducido por Alfio Basile no hubieran desaparecido si se sumaban los tres puntos que parecía estaban en el bolsillo después de que Walter Wilchez metiera la pelota en su propio arco a 8 minutos del final.

Argentina tiene serias falencias de funcionamiento. El equipo no aparece porque no se busca y se espera que surja por generación espontánea. El seleccionado carece de juego colectivo y verticalidad, es laxo, improductivo en la tenencia de la pelota y estático. No hay relevos de posiciones, ni sorpresas a partir de desprendimientos. Las jugadas de pelota parada, armas peligrosas de los equipos serios, brillan por su ausencia. No hay nada que muestre a un equipo como tal. Es llamativo que el responsable de todo esto sea quien armó aquella gran selección de principios de los 90, con un juego radicalmente distinto a este.

Si las actuaciones del equipo siguen dependiendo de un buen descanso para que gane el que se levante mejor, de que Rubén Díaz no olvide llenar sus bolsillos de talco antes de cada partido, de hacer cuernitos cuando ataca el rival o de que no haya jugadores imposibles de marcar, como aseguró Basile lo había sido el veterano Carew en aquella derrota ante Noruega, los nubarrones actuales serán cada vez más oscuros. Lo cierto es que a la selección le falta trabajo. El cuerpo técnico no da cuenta que para aprovechar el talento individual debe mecanizar movimientos, ensayar variantes, prever situaciones adversas, analizar rivales y hacer todo lo necesario para perfeccionar la idea concreta de juego que se tenga.

El técnico insiste en argumentar que no hay tiempo de trabajo. Pero las condiciones son estas y no se pueden cambiar, por lo cual si las mismas le impiden un correcto desempeño de su tarea deberá asumir que no es idóneo para el puesto y proceder en consecuencia. De todos modos, la falta de tiempo se presenta como una excusa cuando se ve que ahora que tuvo a los jugadores disponibles para esta doble fecha de eliminatorias prescindió de tardes y mañanas de prácticas, cuando podría haber organizado una semana con varias jornadas en doble turno.

En dos años como máximo responsable, Basile no ha logrado buenos resultados, ni mucho menos rendimientos que muestren a un equipo que evoluciona de cara al próximo Mundial. Desde aquel debut 0-3 ante Brasil en Londres, en septiembre de 2006, no ha habido mejoras; en ninguna faceta del juego se está mejor que en aquel entonces. Dos años sin crecimiento es demasiado tiempo. Un puñado de buenos momentos en la Copa América disputada el pasado año en Venezuela es demasiado poco.

Basile deberá replantearse íntegramente su papel al frente del seleccionado. Tendrá que revisar su modo de programar los partidos, eliminar la idea de que un equipo se logra sólo con los mejor dotados técnicamente, analizar cómo estarán algunos jugadores cuando se juegue el Mundial y determinar qué futbolistas carecen de esa cuota de amor propio, de ese plus, que es necesario para vestirse con la casaca albiceleste, porque no lograr un mayor compromiso -como está ocurriendo- es un claro síntoma de que los protagonistas no creen en este proceso.
(Foto: Clarin.com)

Patrico Insua
patinsua@gmail.com

sábado, 6 de septiembre de 2008

Choque de opuestos

El enfrentamiento entre Argentina y Paraguay en el Monumental expuso ostensiblemente dos modos no sólo distintos, sino radicalmente opuestos de concebir el fútbol. Por un lado, el seleccionado conducido por Alfio Basile se apoyó nuevamente en los arrestos personales de sus magníficos jugadores para buscar imponerse, mientras que, por el otro, el elenco dirigido por el argentino Gerardo Martino expuso su identidad de equipo, a partir de la cual los roles a cumplir son más importantes que los nombres propios.

Al contar el representativo albiceleste con mejores jugadores pero poca preparación estratégica y el visitante con menor jerarquía individual al tiempo que una gran conciencia de su capacidad colectiva, se empardaron las fuerzas. Paraguay pudo ganarlo, pero por temor no fue a buscar la victoria con decisión. Argentina, en cambio, avanzó con ímpetu para crear las más claras de cara al arco rival, aun cuando careció de funcionamiento y variantes. Es cierto que la visita se encontró tempranamente con un gol fortuito y que no se mostró como un equipo ambicioso, pero fue sin embargo quien dominó el partido. La prueba de esto es que fueron muchos más los minutos que se jugaron del modo que quiso Paraguay que aquellos en que el conjunto albiceleste pudo obrar como lo pretendía; es decir que quien impuso condiciones más cabalmente fue el seleccionado guaraní.

Al margen de la de arquero, obligada por la lesión de Abbondanzieri, las sustituciones hechas por Basile no se ajustaron a lo que pedía el partido. Resulta difícil entender cómo inmediatamente tras la expulsión de Tévez y con el partido 0-1 el entrenador no hizo ingresar a Denis o Agüero y optó por jugar más de un cuarto de hora sin centrodelantero. El hombre del Atlético de Madrid, autor del gol del empate, ingresó recién en el inicio del segundo tiempo, al igual que Daniel Díaz. El Cata realizó un buen aporte, superior al de Heinze, a quien reemplazó, pero abajo en el marcador y con un jugador menos, un cambio puesto por puesto –y el último posible- en la defensa no era un aporte sustancial para revertir la derrota parcial.

Digresión, que no lo es tanto: Juan Pablo Carrizo demostró que es su momento, que tiene evidentes condiciones y fuertes argumentos para ser el arquero titular de la selección. Tuvo apenas una atajada para el elogio (es normal que de local a Argentina la ataquen poco), pero su personalidad y tranquilidad dieron una gran garantía y mayor seguridad al equipo; claro contrapunto con lo dubitativo que mayormente se muestra Abbondanzieri.

Con escaso apego al trabajo táctico y gran confianza en los talentos individuales, Basile dio un paso adelante al establecer, aunque más no sea, sociedades, como las de Riquelme y Di María, Messi y Tevez o Mascherano y Cambiasso, alternativa ante la suspensión de Gago. Pero todo lo bueno insinuado por esos binomios -que lejos está de ser suficiente para contar con un equipo sólido- duró apenas 15 minutos, hasta el gol en contra de Heinze.

Es preocupante la poca capacidad de recuperación de la selección. En esta segunda era Basile de los 7 partidos que se comenzó en desventaja sólo se pudo ganar uno: 4 a 2 ante Colombia en la última Copa América. El resto fueron cuatro derrotas (dos ante Brasil, España y Noruega) y dos empates (ante Ecuador y Paraguay, los dos últimos choques por eliminatorias en condición de local).

Argentina obtuvo apenas 3 de los últimos 12 puntos en juego en el camino al próximo Mundial y sigue dependiendo casi exclusivamente de la genialidad de Messi. Habrá pronta oportunidad para intentar revertir la mala racha, en la expedición a Perú. Aún queda tiempo para mejorar y llegar con legítimas aspiraciones a la cita de 2010, pero Basile no da muestras de cambiar su postura, de tomar nota de los malos rendimientos para realizar un giro conceptual que se impone.
(Foto: Univision.com-AFP)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

lunes, 1 de septiembre de 2008

Los problemas de la búsqueda permanente

Encontrar el funcionamiento óptimo desvela a Diego Simeone. Dar con las soluciones tácticas para lograr el funcionamiento que desea lo llevó, paradójicamente, a una vorágine de confusión. Trabajar en la semana para encontrar las variantes que permitan reforzar los aspectos positivos y corregir las debilidades es la actitud que siempre debe tener un entrenador; sin embargo, en el caso de River la continua variación hace que el equipo no encuentre un apoyo, no tenga una base de sustentación. Loable es la premisa de un ataque agresivo para salir a buscar los partidos sin que esto implique una descompensación defensiva, pero resulta evidente que River no encuentra el modo de ejecutar dicha premisa. Entonces Simeone recurre a permanentes cambios de esquema y roles que parecen haber encerrado al conjunto rojiblanco en un laberinto.

Seguramente este presente no sea exclusiva responsabilidad del entrenador, quien antes que el equipo pueda acomodarse a un dispositivo ya intenta otro, y tengan también su cuota parte los futbolistas, incapaces de interpretar las distintas alternativas. La derrota ante Banfield y los empates ante Colón y San Lorenzo, evidenciaron, como suele ocurrir cuando se dejan puntos en el camino, más carnalmente los problemas. De todos modos, las debilidades no se circunscriben al comienzo de este torneo, sino que tienen su arrastre.

En la obtención del pasado Clausura River logró en apenas un puñado de partidos un elogiable juego asociado; la conquista pareció más bien haberse apoyado en distintos valores individuales: la gigantesca figura de Juan Pablo Carrizo en la primera etapa del certamen, el desequilibrio y el gol de Ariel Ortega y Diego Bonanotte en el último tramo y la regularidad de Matías Abelairas y Oscar Ahumada a lo largo de las 19 fechas. Campeón que no será recordado por sus méritos futbolísticos, la premisa del Millonario para este certamen, ya sin la presión de 4 años sin títulos, seguramente era la de encontrar una versión de juego con una mejor estética y una mayor robustez. Disputadas cuatro fechas del presente certamen no ha logrado saldar esa deuda y su intento por conseguirlo se ha transformado, contrariamente, en un espiral a veces ascendente y otras descendente, ya que en algunos momentos mejor y en otros peor está siempre alrededor de las mismas vicisitudes.

El ex capitán de la selección argentina no logró aún en River el funcionamiento que sí consiguió en Estudiantes, cuando se quedó con el Apertura 2006. Su modo de vivir los partidos al costado del campo de juego desde que llegó a Núñez es muy distinto al mostrado en el Pincha. La serenidad de entonces se trasformó en una electrizante intranquilidad y esa comparación de conductas es síntoma del disconformismo actual.

La búsqueda constante puede convertirse en eterna. Simeone en uno de los mejores técnicos de Argentina, pero se embarcó en una desesperada carrera para alcanzar su ideal futbolístico. Con el respaldo de haber logrado un campeonato a su arribo, el Cholo tendría que aprovechar esa tranquilidad para trabajar sin el ajetreo de la urgencia que se impuso y le está siendo contraproducente.
(Foto: Goal.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com