lunes, 12 de mayo de 2008

Coyuntura y estructura de los problemas en River

La sufrida victoria como local ante el vapuleado Gimnasia de La Plata, le permitió a River mantener la punta del torneo Clausura y evitar así una estrepitosa caída al infierno futbolístico luego de haber habitado desde el inicio de la temporada en el edén de los triunfos. Castigado y cuestionado, sólo le queda una camino: obtener el título local y que la Copa Libertadores no sea alzada por Boca (por ser Boca) o San Lorenzo (por D`Alessandro y Ramón Díaz, sobre todo). Pero en cualquier circunstancia, los socios deberán -de una vez por todas- apuntar sus reclamos no a técnicos y futbolistas, sino a los dirigentes que propiciaron el derrumbe institucional del club. La falta de resultados positivos es reflejo y se explica desde la conducción.

En apenas una semana, la derrota en el superclásico y la fatídica eliminación copera ante el San Lorenzo de Ramón Díaz produjeron un fuerte golpe. El último fin de semana evitó una situación aún más problemática al vencer a Gimnasia y mantener –junto con Estudiantes, también eliminado de la Libertadores en octavos de final- el liderazgo del Clausura. La crisis futbolística ocupa los primeros planos y relega a la institucional, mucho más grave por ser la madre de todas las desagracias de River.

La caída ante Boca había mostrado a un equipo, como nunca antes dirigido por Diego Simeone, alejado del arco rival. En tanto, la derrota internacional se dio en el marco de un partido que quedará en la historia, ya que con una victoria parcial 2 a 0 ante un rival con 9 hombres asistió impávido a la reacción del conjunto azulgrana para igualar el marcador y decretar la clasificación de los Forzosos de Almagro. Pero eludió un escenario de catástrofe al mantenerse en lo más alto del certamen doméstico, no sin el sufrimiento de que el alicaído Lobo platense le haya convertido dos goles y estrellado cuatro pelotas en los postes en el primer tiempo. En tanto, agazapado, José María Aguilar y sus compinches de Comisión Directiva de seguro agradecen por lo bajo que la furia se centre en el desempeño del equipo y no en un club tomado por los violentos, en las escandalosas ventas express o en los mágicos cierres de los balances.

Desde lo deportivo, la caída de River se presta a una multiplicidad de análisis que permiten enfocar la actualidad desde distintas aristas. Podrá cuestionarse a Simeone (como lo comenzó a hacer sin piedad el sector de la prensa que lo atacó desde sus comienzos como DT y lo estaba esperando con el cuchillo bajo el poncho) y señalar que el nerviosismo que muestra al borde del campo de juego se transmite a sus dirigidos, que planteó desacertadamente el partido en la cancha de Boca o que el cambio de Augusto Fernández ante San Lorenzo no era por Rosales, sino por un jugador para manejar y tener la pelota. La tranquilidad que mostraba en Estudiantes y el acierto en los reemplazos para cambiar el destino de un encuentro o cerrar una victoria parecen haberse invertido para Simeone y lo que ayer fue elogio hoy es crítica. Por otro lado, estarán los que cargarán las tintas en la responsabilidad que le cabe a los futbolistas millonarios por no haber dado la talla en el clásico y por haber permitido el agrande de San Lorenzo para una eliminación que será un karma a lo largo de los años. Y tampoco faltarán los que apuntarán a un destino ya marcado que refiere a la flaqueza mostrada en muchas ocasiones por River ante choques cruciales.

Pero son pocos y los hacen de modo esporádico, los hinchas y socios que le reclaman a los responsables máximos de este momento: la dirigencia encabezada por Aguilar. Que River no haya clasificado a los cuartos de final de la Copa Libertadores en un encuentro que le será estigmático, es una circunstancia propia de la imprevisibilidad que hace del fútbol el deporte más apasionante del mundo. Pero que acumule 4 años sin títulos es una causalidad que se explica desde la nefasta conducción del club. River vive hace tiempo el período de mayor crisis institucional desde sus orígenes: tribunas dominadas por los violentos apañados y financiados por dirigentes, grupos inversores que compran jugadores con carteles luminosos de oferta que sólo ellos ven para luego multiplicar ganancias en pocos meses, adquisición sobrevaluada de futbolistas, un Monumental deteriorado y un club vallado son algunas de las principales características de este River. Rodrigo Palacio juega en Boca hace 3 años y medio ¿cuánto hubiera tardado Aguilar en vendérselo a un trío de empresarios amigos? Si en los últimos años Aguilar logró hacer lo que hizo pese al sequía de títulos, estremece pensar cómo hubiese actuado con el paraguas que da ganar campeonatos, instancia en la que los fervientes seguidosres ven todo como un paraíso.

Así, la crisis futbolística se explica desde la estructura dirigencial, la cual deprimió a un club de la calidad y el peso de River al más triste presente de su historia. Entonces, es lógica la ausencia de festejos en los últimos 16 torneos disputados. Llegará el momento en el cual los dueños del club, sus socios, se den cuenta que el problema no está en los efímeros jugadores ni en los distintos técnicos, ni en los triunfos o derrotas. Cuando entiendan que el vaho que los fermenta viste traje y corbata, River comenzará su reconstrucción.
(Foto: Infobae.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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