martes, 26 de junio de 2007

Buscar la tragedia

La tragedia anuncia su llegada y en lugar de tomar recaudos para impedirla se le allana el camino para que no tenga contratiempos. Un semestre dominado por la violencia de la barrabrava de River, por los manejos de Rafael Di Zeo y los suyos en Boca y por los inquietantes episodios en varias canchas del ascenso (el último y más difundido el del encuentro entre Almirante Brown y Estudiantes de Caseros en la cancha de Racing) no podía terminar de otra manera que esta, con otra vez la tragedia de un hincha muerto. Y, lastimosamente, suena a fortuna que solamente se sume en 2007 un muerto más a la lista de caídos en el fútbol, que ya llega a 222. La última cruz en esta nefasta estadística lleva el nombre de Marcelo Cejas, hincha de Tigre de 41 años, cuya cabeza fue blanco de un piedrazo y su cuerpo agonizante en el suelo receptor de todo tipo de golpes.

La incapacidad y corrupción de los dirigentes, tanto de la Asociación del Fútbol Argentino como de los clubes, de la Policía, del poder político y de los Tribunales ocupan un lugar protagónico. Es una verdad de Perogrullo que la violencia engendra más violencia. Y es porque se actúa violentamente desde los sectores que deberían hacer que ir a una cancha de fútbol sea un disfrute y no una hipoteca de la propia integridad y hasta la vida que tenemos esta realidad de la cual sólo se da cuenta cuando estalla ante los ojos.

La AFA es la roca madre de todo, su violencia más visible se ejerce desde el Tribunal de Disciplina, que desde hace años noqueó cualquier idea lindante con el concepto de Justicia: jamás se mete con los poderosos y sólo castiga esporádicamente a los que ya se encuentran de por sí condenados. Desarrolló afición por condenar perejiles. Si la organización del fútbol argentino fuera medianamente seria y transparente debería esta misma semana haber una durísima sanción para Chicago. No ocurrirá, porque en la AFA todo pasa. Todo menos él. Así, con el millonario ferretero mandamás del fútbol fuera del país, en uno de sus habituales viajes de primera clase, hoteles de lujos, exquisitas comidas y refinados vinos, ninguna medida se toma. Dicta a sus lacayos los pasos a seguir telefónicamente, porque absolutamente nada se hace o se deja de hacer sin su venia. De todos modos, si sancionaran a Chicago, los de Mataderos pondrían el grito en el cielo y con argumentos, ya que se trasformarían en un nuevo chivo expiatorio, porque antes la vista se hizo infinitamente gorda, hasta el dolor, y no hay que ser adivino para intuir que lo mismo seguirá ocurriendo.

Por su parte, los dirigentes de los clubes han decidido desde hace tiempo convivir con los barras, a los cuales les abren las puertas y les dan voz y voto en la vida institucional de los clubes. La mayoría de los directivos han entregado sus instituciones a los delincuentes de las tribunas, a la mafia de AFA y al saqueo de los medios de comunicación más poderosos. En tanto, se han preocupado por brindarles a los socios las peores condiciones posibles dentro de un estadio, o en la odisea de ingresar al mismo; paradigmático es el caso de Boca.

La Policía hace su aporte con malos operativos, zonas liberadas, vía libre para los barras, palazos para quien en una marea humana se desvía medio metro del sendero por ellos marcado y balas de goma y granadas de gases lacrimógenos disparadas indiscriminadamente.

El poder político y los Tribunales de Justicia por actuar en conjunto, y no de modo independiente como deberían hacerlo, comparten culpas. No intervienen la AFA, tarea que debería haberse concretado hace rato. Emplean a los barras para sus tareas sucias (cuando no en blanco y con buenos sueldos) y en el peor de los casos los detienen esporádicamente en celdas con puertas giratorias. Permitieron además que los líderes de las facciones más peligrosas que van a fútbol se transformen en celebridades y nada hacen con los que aparecen en primer plano en combate unos contra otros o frente a la Policía.

No queda exenta de culpa la pata mediática del monopolio de la pelota. Desde sus opulentos medios cubren las espaldas de varios de los responsables o dicen hacer su aporte tratando de apagar un incendio con baldazos de nafta. Defienden o señalan con dedo acusador de acuerdo a la contingencia, pero con cuidado de preservar el status quo que tan buenos dividendos les rinde.

En una sociedad violenta, el fútbol condensa esta conducta, ya que la mayoría de los que llenan las populares buscan a través de sus colores las satisfacciones que se les niegan en el día a día, o devuelven en un cancha la violencia que reciben cotidianamente. Entonces, con una sociedad que por golpeada se transformó en golpeadora y con quienes tienen mayor responsabilidad por el lugar que ocupan infectados con los peores y más dañinos vicios el resultado es el que está a la vista. Y suerte tenemos que tan triste conjunción no genere aún más tragedias.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

viernes, 22 de junio de 2007

Diez de Copa

Durante el último invierno boreal, Juan Román Riquelme atravesaba por su momento futbolístico más difícil. El Villarreal, club que meritoriamente logró ser considerado de segundo orden por su desempeño en las últimas ediciones de la liga española, prescindía de sus servicios como jugador. El conjunto que lo había apañado y donde era adorado por los hinchas le abría la puerta para invitarlo a salir por decisión del entrenador Manuel Pellegrini. Con los hechos consumados quedaría en claro que no se trataba de una relación necesaria, ya que a Riquelme le fue muy bien sin el Villarreal y el conjunto español continuó con buenas faenas sin el enlace argentino.

Un Mundial en el que no rindió de acuerdo a lo que de él se esperaba, la renuncia a la selección con excusas difíciles de aceptar en un futbolista profesional y las pocas buenas actuaciones en sus últimos partidos en el Submarino Amarillo oscurecían el horizonte de un jugador en el umbral de los 30 años.

Pero con la serenidad característica hizo su jugada. Una apuesta fuerte en la que colocó todas sus fichas y cuando la bola se detuvo hizo saltar la banca. Regresó a Boca, su lugar en el mundo pero donde la lupa sobre su juego tendría mayor aumento para no perder detalle, y tuvo, muy posiblemente, el mejor semestre de su carrera. Con su alquimia futbolística trasformó todos los signos de interrogación por sus últimas actuaciones y los meses de inactividad que arrastraba al llegar al club de la Ribera en coloridos signos de admiración. Si por sobre todos los nombres resalta y queda en la historia el de Carlos Bianchi por las Copas Libertadores obtenidas en 2000, 2001 y 2003, la edición 2007 le guarda ese lugar a Riquelme. En los últimos años pocas veces un jugador fue tan decisivo para la obtención del máximo trofeo sudamericano como en esta oportunidad el número 10 de Boca.

Juan Román Riquelme cambió. Mantuvo su esencia, pero le agregó un plus. Mostró una verticalidad y una movilidad que antes no aparecían en su juego; pruebas de esto son el golazo ante Racing por el torno local y su segundo tanto en la final ante Gremio en Brasil. Los números dan cuenta: con 8 tantos, 3 de ellos en las finales, fue el goleador de Boca en la Libertadores. En otros tiempos Riquelme lanzaba pases deliciosos pero no acompañaba la jugada, no pisaba el área, mientras que en esta nueva versión fue habitual verlo terminar una acción de ataque (hayan sido gol o no) en posición de centro delantero. El segundo gol en Porto Alegre, al empujar al pelota a un metro de la línea de gol luego de 80 minutos de juego y con el marcador global 4 a 0 dan cuenta de un renovado Riquelme.

Sumó también voz de mando. Se transformó en referente de los más jóvenes, en el encargado de juntar a sus compañeros en la mitad de la cancha en las buenas y en las no tan buenas y se puso por delante cuando hubo que enfrentar a la prensa.

Como ya se habrá acostumbrado el propio Riquelme, en su vida como jugador hay cataratas de rosas o lluvia de espinas. Nunca dejará de dividir las aguas, algo raro en un jugador que sólo se expresa con su juego, porque jamás se escuchó de él una declaración altisonante, provocadora o fuera de lugar. Hoy Riquelme es claramente el mejor jugador del fútbol sudamericano y buscará ratificarlo en la Copa América, ya que a su gran momento se agrega el regreso a la selección. Habrá que ver si su día a día continuará en Boca o, como se rumorea, en uno de los más grande de Europa, con lo cual podrá saldar una deuda personal, la de destacarse en un peso pesado de una de las ligas más poderosas del planeta.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insuapatinsua@gmail.com

martes, 12 de junio de 2007

Los dos campeones

El triunfo de San Lorenzo 4-2 ante Arsenal en el Nuevo Gasómetro significó el décimo título Santo en la era profesional. Pero no fue la única coronación en la diáfana tarde dominical del Bajo Flores. La otra, sin lugar a dudas, es la de un renovado Ramón Ángel Díaz. El riojano hizo una fuerte apuesta al volver a ponerse el buzo de DT, luego de casi 5 años, en el Ciclón y por eso en la jornada consagratoria su clásica pícara sonrisa brillaba más que nunca.

Se hizo cargo de un plantel golpeado emocional y futbolísticamente. Muchos pronosticaban que el entrenador no podría, con el material del que disponía, estar en la lucha de arriba. Pero fecha tras fecha fue acallando esas voces. Mixturó un muy buen trabajo táctico con una prédica hacia sus dirigidos destinada a recuperarlos anímicamente. Consiguió que su mensaje llegase sin ruidos y logró entonces un equipo equilibrado, férreo y peligroso. Así consiguió su sexta vuelta olímpica como técnico en el fútbol argentino.

Inteligencia y practicidad fueron los pilares del San Lorenzo campeón del Pelado. Supo adaptar su libreto de acuerdo al rival de turno, maximizar las oportunidades de sus goleadores, Gastón Fernández, Andrés Silvera y Ezequiel Lavezzi, mostrar un fuerte esquema defensivo y tener una mentalidad de acero en virtud de la concreción de un objetivo. Todos estos factores, y tantos otros que dan cuenta del título obtenido, tienen un protagonista principal: Ramón Díaz.

San Lorenzo es campeón en la misma temporada en la cual, en el primer torneo, fue goleado 7 a 1 por Boca, 5 a 0 por River y 4 a 2 por Quilmes -el peor equipo de la temporada- en el Nuevo Gasómetro. ¿Qué fue lo que cambió entonces en tan pocos meses? Desde los nombres muy poco respecto del equipo que decepcionó en el Apertura, ya sólo llegaron Gastón Fernández, desechado por River, Aureliano Torres, proveniente del fútbol paraguayo, y Cristian Ledesma, quien había regresado a Argentinos Juniors luego de su paso por Núñez, Avellaneda y Europa. La Gata fue el goleador con 9 tantos y el Lobo la válvula de ajuste del equipo; el guaraní alternó sin un protagonismo principal. Todos los demás, muchos de ellos fuertemente insultados en la primera mitad del año futbolístico, estaban ya en el club. Entonces, se desprende con calidad que el salto de calidad estuvo en la llegada del ex entrenador de River.

No derrochó fútbol, no se trató de Los Matadores ni Los Carasucias, es cierto. Pero ninguno de los otros 19 equipos fue más que este práctico y preciso San Lorenzo, que le ganó la pulseada por el título a dos muy buenos equipos, Boca y Estudiantes. Y la categoría del rival siempre le da aún más valor a la conquista. Por todo esto, San Lorenzo es un justo campeón.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 6 de junio de 2007

Rumbo perdido

La breve gira de la selección argentina por Europa, después del empate ante Suiza en Basilea y la victoria ante Argelia en Barcelona, dejó en claro que el conjunto dirigido por Alfio Basile no encuentra el rumbo. Podrá decirse que la selección nacional se impuso en un partido e igualó en otro... o que no le pudo ganar a Suiza y que Argelia le hizo tres goles.

Exaspera ver como el equipo de Basile se diluye en pases intrascendentes, como se entretiene con la pelota sin ninguna productividad. Se torna inconsistente, laxo y desequilibrado. Defensivamente juega mal a partir de no cumplir con requisitos básicos: no se escalona, no cubre espacios y sigue la pelota sin importarle el movimiento de los posibles receptores. Los tres goles que le anotó Argelia en el Camp Nou es muy difícil que los reciba en un mismo partido un equipo de la Primera B Metropolitana. El seleccionador nacional (¡qué pena escuchar el modo de expresarse de Basile con los medios, luego de haber tenido las conferencias de prensa de Marcelo Bielsa!) atribuyó a la suerte, a una noche inspirada, la pegada de Nadir Bechadj. Muchos equipos ejecutan tiros libres de ese modo, es sólo cuestión de trabajo buscar el modo de contrarrestar el daño que puedan ocacionar.

En la fase ofensiva, pese a las muy buenas individualidades, las dificultades también quedan evidenciadas. Como prueba vale mencionar que antes de los cuatro goles -dos de penal- a Argelia, el equipo de Basile sólo había anotado 3 en 5 partidos. Desde que Bielsa dejó su cargo al frente del equipo nacional, la verticalidad y la presión brillan por su ausencia. Hoy la selección se entretiene en una red de pases intrascendentes, que no llegan a enmarañarse por la calidad individual de los jugadores argentinos; para futbolistas de esa categoría es un juego de niños mover la pelota a lo ancho de la cancha.

Argentina juega a la más fácil, a rotar la pelota hasta intentar ingresar por un hueco que se produzca solo; no busca perforar. Esa ha sido siempre la doctrina de Basile: cimentar sus equipos en la jerarquía individual de sus mejores futbolistas. En esta selección es prioridad la convivencia, el aspecto humano, los asados y la mística de grupo, pero de trabajo táctico y estratégico, poco y nada.

Por otra parte, surgen interrogantes sobre la titularidad de algunos jugadores. Lionel Messi es delantero, lo mismo que Carlos Tévez y Javier Saviola. Hernán Crespo está, por rendimiento, detrás de estos tres, pero es el primer titular (aunque ante Argelia haya empezado el partido en el banco). La actualidad de Fernando Gago no es la de su aparición en Boca, por eso alterna en el Real Madrid, pero es él quien inicia los partidos como volante central y no Javier Mascherano. Los arqueros siguen siendo Roberto Abbondanzieri y Leonardo Franco, ¿alguno de los dos es mejor que Juan Pablo Carrizo, Mauricio Caranta, Agustín Orión, Cristian Luchetti o Germán Montoya?

Sin embargo, el problema sobre quién es titular, quién suplente y quién ni siquiera es convocado pasa a un segundo plano. No se trata de los nombres. La preocupación primordial es la ausencia de una estructura de trabajo. El fútbol actual no resiste una estrategia raquítica, independientemente de tener talentos extraordinarios, como Messi o Tevez (por su verticalidad ambos sufren con este tipo de juego), capaces de quebrar un partido a partir de su enorme clase. Basile se apoya en las individualidades. Deberá entender entonces que la mejor manera de que la jerarquía de los virtuosos sea provechosa es a partir de una firme estructura en la cual recostar el gran talento de estos jugadores distintos.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com