martes, 24 de abril de 2007

La suerte del Rojo

La fortuna está del lado de Independiente. Aunque no lo parezca, a juzgar por la posición que ocupa en al tabla de posiciones del presente torneo Clausura, no hay dudas que el conjunto de Avellaneda tiene la suerte de su lado. ¿Cómo es esto? Los técnicos que cosechan prestigio por sus buenos trabajos en otros equipos lo siguen eligiendo. Los más recientes fueron Julio César Falcioni y Jorge Luis Burruchaga. Pelusa llegó a la Doble Visera procedente de Banfield, equipo con el cual había llegado hasta los cuartos de final de la Copa Libertadores y simultáneamente al subcampeonato en el torneo local (en dos de los otros tres campeonatos en que dirigió al equipo del sur fue 3º y 4º). Pero decidió dejar ese lugar para ir a probar suerte en el Rojo. Sentenciado por los hinchas, lo sucedió Burru, figura del extraordinario equipo de Independiente que brilló en la década del `80 y quien como técnico había conformado un Estudiantes temible y avanzado también hasta los cuartos de final del certamen continental más importante; sumado esto a lo que ya había hecho en Arsenal de Sarandi.

Falcioni y Burruchaga, a la vista de los hechos, cometieron un error al dejar el lugar donde estaban, porque sus equipos peleaban cosas importantes, figuraban en los primeros planos y eran elogiados por sus buenos resultados y rendimientos. Nada de eso ocurrió en Independiente. Pese a la experiencia de estos dos muy buenos entrenadores, seguramente la historia se repetirá.

Hubo un excepción: la de Américo Gallego. El Tolo, gran entrenador, tuvo a su disposición muy buenos jugadores, que dieron un campeonato pero duraron un suspiro. El campeonato que precedió al de la vuelta olímpica Independiente fue último y en el posterior al del festejo fue decimoséptimo entre veinte equipos. No es tan difícil de imaginar que aquel equipo campeón se gestó a partir de maniobras impracticables en un fútbol de orden y reglas claras.

Con épicos triunfos se ganó su apodo de Rey de Copas, pero hace rato que no figura en los certámenes continentales. Arsenal, Gimnasia, Banfield, Lanús, Estudiantes y Central fueron algunos equipos que junto con Boca, River, San Lorenzo y Vélez, jugaron en los últimos años los certámenes organizados por la Confederación Sudamérica de Fútbol. La clasificación a estos campeonatos para los cinco o seis primeros equipos de la temporada jamás lo tuvo a Independiente en la discusión (quien más cerca estuvo fue Falcioni, cerca de llegar a la Sudamericana). Es decir, que Independiente perdió no ya terreno ante River y Boca, sino ante equipos de mucha menor valía en la historia del fútbol argentino.

Evidentemente el magnetismo de la grandeza histórica del Independiente y las promesas de jugosos contratos hacen que los técnicos hagan una apuesta imposible desde el banco de suplentes: devolverle al Rojo la gloria que supo tener e instalarlo en las primeras posiciones. Los hinchas, por su parte, deberán apuntar sus críticas a los dirigentes que manejaron el club durante los últimos 15 años, quienes entregaron a Independiente a sabiendas de un negocio que los excluía.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 11 de abril de 2007

El peso de la estatua

Lo tuvieron, pero lo dejaron ir. Lo saben y eso hace imposible evitar los murmullos. No es difícil imaginar el sentimiento de los hinchas de Racing por haber dilapidado la oportunidad de tener a Diego Simeone como entrenador. Ven hoy en Estudiantes, muy probablemente el mejor equipo del fútbol argentino, la mano del Cholo como DT. Se trata de un conjunto con una mixtura casi perfecta entre la impronta de los jugadores y el orden táctico; un equipo que defiende con una concentración mayúscula y presiona como ninguno en la mitad de la cancha, una zona de rapidísima transición para poner la pelota en ataque, faceta del juego en la que tiene más diagonales que la propia ciudad de La Plata.

En lugar de quedarse con Simeone y lo que ya se vislumbraba sería como entrenador, con el valor agregado de una infancia académica, lo maltrataron anticipándole el retiro y usándolo como técnico descartable. Buscaron la jugada política más redituable al acudir a Carlos Reinaldo Merlo, alguien que a lo largo de toda su carrera como entrenador no se destacó ni por el juego de sus equipos ni por los resultados obtenidos. Fue campeón con Racing, es cierto, pero en un campeonato que la Academia tenía que ganar, por lo que también lo podría haber conseguido otro entrenador.

La versión de Merlo como gran DT existe sólo en el imaginario de los hinchas de Racing (ya se está borrando con estos resultados) y en la estatua. El haber sido el técnico del equipo que cortó con 36 años de sequía de títulos le da inmunidad, aunque la actualidad del equipo hace que comiencen a escuchen voces en contra del hombre con status de prócer en el Cilindro de Avellaneda. Es cierto que no puede hacer demasiado con un plantel que tiene solamente una figura de primera categoría en Maximiliano Moralez, un puñado de buenos jugadores y el resto de una medianía intrascendente. Pero no menos cierto es que el equipo es timorato, tácticamente descompensado (junto con Colón es el otro equipo que recibió goles en cada uno de los partidos que disputó), que ha perdido la confianza y en el cual los errores de Mostaza en el aprovechamiento del material del que dispone se hacen evidentes; prueba de esto es el caso de Cristian Pellerano, que llegó a Racing como uno de los mejores volantes centrales de Primera División y Merlo lo transformó en un insípido mediocampista por los laterales.

Del otro lado, la versión de Simeone como gran estratega y firme conductor se comprueba en la cancha, al ver jugar cada fin de semana al mejor equipo del fútbol argentino. Es el Cholo un entrenador de brillante presente y mayor futuro, que evidentemente supo asimilar la experiencia de los muchos muy buenos técnicos que lo dirigieron. La inteligencia que tuvo en su impresionante carrera como futbolista la expresa ahora desde los conceptos impartidos a sus dirigidos. Racing lo pudo tener, pero lo dejo ir. Peor aún, lo invitó a retirarse y acudió al peso de la estatua, peso que hoy lo está aplastando.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com